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Publican antología que recorre la silenciosa obra de Álvaro Ruiz
"Horizonte vertical" abarca más de cuarenta años de trayectoria del poeta
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, 30 de Abril de 2018
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Ramón Díaz Eterovic dice que Álvaro Ruiz "es un poeta silencioso y en muchos sentidos silenciado, que figura entre los exponentes más destacados de su generación". En efecto, el trayecto literario de Ruiz, en los cuarenta y tantos años que han pasado desde la publicación de su primer libro en 1977, se ha caracterizado por andar en voz baja, medio a trasmano de cualquier visibilidad. En parte eso se debe al carácter retraído del autor, además de sus largas estadías lejos de Santiago, pero también ha sido víctima de un malentendido. Miembro de la "cofradía de los botones negros", como llamaba Eduardo Molina al legendario 
grupo de escritores que se reunía en los setenta y ochenta en la Unión Chica, Ruiz ha tenido que cargar con el mote de "teillieriano", a pesar de que su poesía tiene muchas más distancias que cercanías con la obra de Jorge Teillier.
Las nacientes Ediciones Moneda acaban de inaugurar su catálogo justamente con un libro que permite ver en retrospectiva los puntos más destacados de la obra de Ruiz. Se trata de la antología Horizonte vertical, que recorre en poco más de 120 páginas los ocho libros del autor e incluye cuatro poemas inéditos.
El volumen fue seleccionado por Carmen Avendaño, quien advierte en el prólogo que en estas páginas se hallan "los caminos del lenguaje que ha sabido encontrar Álvaro Ruiz, reiterar y aprender, sin imitarse a sí mismo", y que el "propósito de esta antología es equilibrar la balanza entre su aporte, que le suma anchura y profundidad al panorama literario nacional, y el reconocimiento hasta ahora recibido, para hacer llegar su obra al rango más amplio de lectores".
Paisajes poderosos.
Los poemas de Ruiz van y vienen entre realidades aparentemente opuestas. Mientras unos hablan de ciudades, de calles, del Banco Central o de la prostitución en Calama, otros se concentran en las montañas despobladas, en los ríos, en el cielo o incluso en territorios metafísicos o alucinados. Asimismo las grandes ciudades se entrelazan con el secano costero o peladeros desérticos, y el desencanto solitario de los cerros calurosos hace aparecer la figura de la Virgen de Andacollo y, con ella, imágenes de infancia, caminantes sedientos, música de bandas, bailes de chinos y un paisaje capaz "de hacer su entera voluntad / en el sagrado corazón de aquellos hombres de bien".
Ferrocarril óptico.
Ruiz parece derivar sin estaciones intermedias entre el realismo más palpable y la irrealidad llena de significados. El poema "Ferrocarriles", de su libro La virgen de los tajos (2001), conecta esa doble sensibilidad entre lo concreto y lo imaginado: "Es tan tenue esta cuerda que atraviesa los párpados / como el telégrafo atraviesa el olvido. // En el largo viaje de los metales rectilíneos / sólo los líquenes cubren los ojos. // Es el sonido de los puentes lo que atrás queda / como el árbol en la memoria del paisaje".
Shock químico.
Para Ruiz, la poesía nace de un destello inesperado que toca la realidad. Así lo expresa en su "Arte poética", publicada en Cola de gallo poemas (2010), cuyo comienzo es una suerte de declaración de principios: "La poesía es un shock químico / Hija de la mudez, los alimentos y los ojos / una alucinación que precede la idea del poema/ Un sueño / El resplandor original del relámpago / Luz incolora, primera y blanca". A veces ese destello alumbra zonas opacas, negras como una tumba, como ocurre con unos arrieros que avanzan "con cencerros, bestias y largos palos" hacia "la vieja casa de barro / donde cada muerto enciende una estrella / y donde cada estrella enciende su memoria".
Los cerros curvos
(Inédito)
Los cerros curvos
Amarillos ocres y redondeados
Levemente inclinados hacia el valle
De los sueños dorados
En el secano costero
Buscando la raíz azul que sana el hígado
Y el cerebro de sus filamentos gastados
Destruidos
Quemados por el sol interno de los excesos
Por el sol negro de la ansiedad y el deseo
Desenfrenado de poseer la curva
De esos mismos cerros
Levemente inclinados hacia el valle
De los sueños dorados.
