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“EL CUERPO NO MIENTE”
Presentación del libro: Lucila, Marca Registrada, de Alonsa Arispupá, ex Paulo San Páris. Editorial Bordelibre,
La Serena 2014. 84 páginas.

Por Paula Ceballos Huerta


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Las palabras que rondan en esta presentación son: Identidad y muerte. ¿Qué es lo que se mata cuando se sigue vivo? El libro está firmado por Alonsa Arispupá, sin embargo hay otro nombre: Paulo Sán Paris. El paratexto inicial que acusa “la muerte en todos los tiempos” está firmado por el autor. Podríamos decir entonces que: ¿Arispupá mató a San Páris?

Sea como fuere, entramos en un juego poético donde la autoría-autoridad se desvanece o por lo menos se desajusta provocando inquietud. La tradición canónica insiste en la importancia del nombre. Pero al parecer aquí se renuncia al nombre, aligerando la carga densa de la identidad originaria. Un esencialismo que destina y que el autor se atreve a abandonar. Con esa misma pulsión escritural resuelve construir a Lucila. Quién es Lucila, quiénes somos. Podríamos tardar la vida en responder una pregunta tan ambiciosa. Sin embargo, aquí el hablante responde al hecho de que somos producto de significados y representaciones; Lucila es diosa, poeta, poema, nombre, color, voz, artefacto.

La ausencia del patronímico es una constante en el libro. Aparecen nombres sueltos, sin origen, sin destino, lo que confirma, según esta lectura, el quiebre de un yo centrado. La fuga de sí mismo; de un sujeto uno. Alba, Hugos, Franciscos, Alejandros, Maximilianos, Nicolases, Carlos, Danieles. Son nombres que transitan de noche por la cuneta, las catedrales, plazas, parques, comisarías, puertos, esquinas o llegan del “Mapocho al Elqui”. 

Sin duda, el libro habita el pulso de la calle.

Leemos en el Recado Quinto: “según mis padres el verbo morir me lo tragué desde niño. Cuando era niña y me tentaban los caballos, los soldados el verso hecho entre la higuera y el cactus. El repecho me llamaba la materia movediza de mi sexo. (…) el coqueteo forzadamente masculino de mi menstrualidad. (…) Y yo la llamaría Lucila/ Y yo la llamaría Hugo”.

Los textos siguientes continúan en el horizonte de la ambigüedad. De ese modo lo advertimos en el Recado Décimo: “Porque he dicho tantas veces mal mi nombre”. En el Décimo Primero se lee: “quiero ser Paula, pero también me llamo Paulo”. En el Décimo Segundo: “tengo mi carnet de identidad vencido”. En el Décimo Tercero: “y tendré natalicios cada noche. Cada noche celebraciones. Cada noche un niño muerto. Cada noche sexo con alguien conocidamente desconocido, y le escupiré en su billetera una letrina donde alguien entra desnudo a sacar mi nombre revuelto. Alguien hará bisexual mi forma de tenderme en la cuneta. Esos ojos también harán mi jaula dividida, y mi lado izquierdo verá cuantos tajos numerados tengo para llevar el cuerpo desnudo lejos del puente.” En el Décimo Sexto: “un guion ignorante no hará pasar a los actores aunque homosexuales cuelguen. Y todos corrijamos su libreto”. En el Décimo Séptimo: “maravilla llamarse Lucila y no lucir de Paulo”. 

El libro de Arispupá-Sán Paris es un cuerpo sexualizado, donde el texto aparece a ratos como una extensión paria, metaforizada en frases como: “Polvo tieso”, “palma hueca”, “la orientación seca del faro”, “sigo con el remo lastimado”. También las calles, los valles, son testigos de esa  subjetividad que se deshace y se rehace en el deseo, impidiendo la amnesia de la libido: “y tuve violación, y tuve fornicio, y tuve tu nombre entre mis piernas”.

Si seguimos explorando en el lenguaje del libro nos encontramos con el significante puro. Leemos en el Recado Décimo Octavo: “tropilampo sacudiense, comi la forpa el naspa, cascayu  onitropen jitan la mafa ultramafa, quiehu golan oie forpa qui si reposta kuniewe, soy la mare poma que hafla on li lergu oropilampo”. La liberación de la psiquis interrumpe las coincidencias, repara en el gesto, desarma la lógica, dejando que Todas las identidades posibles afloren por desborde.   

Por otra parte, si indagáramos en otras interpretaciones, llegaríamos probablemente a una respuesta política, pues el hablante mantiene un discurso que remarca la marginalidad como efecto de un abandono o negación de esa “tierra prometida que nos fue olvidada”. Esta actitud se radicaliza al final, en Recado de los Tránsitos, donde abiertamente se grita por igualdad.   

Lucila, marca registrada, es un libro que lleva en sí mismo otras lecturas. La primera que nos aborda es el monumento mistraliano, pero más adentro encontramos a Diamela Eltit, a Elvira Hernández, a Paula Ilabaca, por ahí se lee a Huidobro y, seguramente hay otros-otras más que rondan y mascullan en ese aliento. La mixtura que produce los roces de estas lecturas guarda ese sabor de tiempo, de genealogía, de historia literaria, una historia, por cierto, que se viene haciendo en Chile de manera visible hace por lo menos treinta años. Y que hoy reconocemos en la pluralidad de voces que alientan la salida y que invitan a arrancarse y volcarse mil veces sobre sí mismo. 

     La Serena, noviembre 2014





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“EL CUERPO NO MIENTE”
Presentación del libro: Lucila, Marca Registrada, de Alonsa Arispupá, ex Paulo San Páris.
Editorial Bordelibre, La Serena 2014. 84 páginas.
Por Paula Ceballos Huerta