Av. 10 de Julio Huamachuco. Nona Fernández. Santiago, Uqbar editores: 2007. 264 páginas
Por Luis Valenzuela Prado
Taller de Letras N° 43: 199-234, 2008
Tal como la calle a la cual hace alusión esta novela se podría sostener que la misma, la novela, se torna ambiciosa al intentar ser una imagen de una novela con piezas extrañas entre sí, fragmentos diversos formando un todo nuevo. Esto, a partir de los guiños al contexto social a fines de la dictadura militar chilena en los 80; del diálogo directo sostenido con La pieza oscura de Enrique Lihn; del recorrido que muestra la ciudad; y de la estructuración de una narración laberíntica donde los personajes se cruzan y pierden una y otra vez en sus tragedias, fisuras, miedos, pasados y presentes. Tanto la ambición como la complejidad se ven reflejadas en la sentencia que sigue al epígrafe de la novela: “Trece cuadras y media destinadas a entregar un repuesto tan bueno como la pieza que se perdió” (9). Se anuncia la búsqueda literaria de ese repuesto para hacerlo calzar en la propuesta narrativa de Av. 10 de Julio Huamachuco.
La novela se centra en la figura de Juan y Greta. Él se está separando de Maite y ella de Max. En paralelo Juan recuerda y le escribe a Greta sobre esos días cuando planificaban y ejecutaban el plan de toma del liceo. A la vez, Greta recuerda el momento en que pierde a su hija, la Greta chica, cuando ésta iba al colegio en su transporte escolar. A ambos los une lo trágico, siendo Juan quien afirme: “Una tragedia como la mía no puede explicarse en dos minutos” (17). Pero también los une, e invade, Carmen Elgueta, una extraña vendedora de seguros que maneja la vida de sus clientes, en especial de Juan y Greta, por quienes tiene un llamativo interés: “Sólo quiero que recapacite en su manera de actuar” (39). Interés surgido desde la obstinación de Juan por no vender la casa donde vive y la obsesión de Greta por arreglar su furgón escolar con partes y repuestos de otros autos: “Los muertos viven. Mi furgón es una prueba de eso. He rearmado su esqueleto a punta de voluntad rastreando cada una de sus piezas como un buitre” (59). Así, la tragedia de Juan deviene en una posterior desaparición y en un arribo a un lugar donde van a parar otros desaparecidos, incluida la Greta chica, quienes dejan este mundo tras los accidentes que protagonizan a lo largo de la novela.
De este modo, la narración se va urdiendo e intercalando entre Juan y Greta, recurriendo a una narración, en primera persona, pero también apelativa a través de la carta y hacia el final del correo electrónico. La novela se divide en ocho partes con el hilo conductor ya señalado. En la primera, “Un pañuelo Rojo”, será Juan el encargado de narrar a partir de cartas escritas a Greta y de mini capítulos narrados desde la primera persona. Las partes II, IV y VII se titulan “La pieza Oscura” I, II y III respectivamente. Breves narraciones con voces que claman desde un espacio indefinido. En la quinta, “Kinderhaus”, comparten la narración Juan y Greta, justo cuando ésta comienza a habitar la casa de Juan. En la sexta parte, “La puerta en el suelo”, comienza el diálogo por correo electrónico entre Juan y Greta, él desde un lugar indefinido y ella desde casa de él. En la octava y última parte, “Grieta”, Grata cierra la novela. Si bien la estructura desarrollada permite transitar por los estados de los personajes, sin que esto se vuelva un mero artificio, tampoco hace notar totalmente la idea de fragmentos o piezas buscadas a lo largo de la calle ya mencionada. Vale decir, esta estructuración intercalada ayuda a dar fluidez a la narración, pero no a consolidar la imagen que intenta proyectar Av. 10 de Julio Huamachuco.
Además de la intercalación de narradores de igual forma se aprecia la de tiempos. Primero en el presente donde se muestra a Juan no queriendo vender su casa, luego desapareciendo y anteriormente revelando la mirada del mismo al recordar la toma del Liceo (la cual hace lleva al lector a la toma del Liceo Alessandri, tratada en el documental Actores secundarios), realizada en conjunto con algunos compañeros, dos de ellos desaparecidos, volviendo a verlos con el tiempo, en otro lugar al que Juan va a llegar, evidenciando el tercer tiempo. Al instalar estos saltos se da cuenta del inicio de un camino que deviene en el tiempo presente en el cual se desarrolla la novela. Es el pretexto para reunir nuevamente a Juan con Greta.
Tal como salta de un lugar a otro en la diéresis interna, un epígrafe inicial anuncia el diálogo que se sostendrá la novela con un texto externo. Se trata de La pieza oscura de Enrique Lihn. Independiente de los versos citados, otros pueden ser aplicados a momentos específicos de la novela. Por ejemplo, al revisar el poemario de Lihn se lee el siguiente verso “Por un momento reinó la confusión en el tiempo” (1963: 16). Sin aparecer explícito en la novela, esa confusión se aprecia cuando Juan bota sus relojes, su agenda y celulares. Renuncia a tener una referencia del tiempo que vive, para luego decir: “No sé cuánto tiempo llevo así. Podrían ser años o meses” (21). También se aprecia en los saltos temporales ya mencionados. Luego, cuando Juan deja la casa se puede conectar con el poema “Episodio”: “No me resolví nunca a abandonar la casa en el momento oportuno” (1963: 34). Tampoco en la novela se puede establecer si era o no el momento oportuno. Se recupera además la idea de cómo estar en el mundo, en el caso de Juan, perdido. En el poemario de Lihn en un bosque, en la novela, en la ciudad y en una suerte de Limbo: “¿Cómo llegué acá? […] Presiento un pozo ciego, un túnel negro que no conduce a ningún lugar” (55). Desde la poesía Lihn se potencian y sustentan momentos que desde la narrativa es complejo metaforizar. Se podría decir, un interesante tránsito de la poesía a la narrativa.
Otro punto relevante es la presencia de la ciudad. Ésta será un elemento central, manifestándose de dos formas. La primera, por medio de la Av. 10 de Julio Huamachuco; la segunda, por el derrumbe y construcción de edificios. En el primer caso, como se sostuvo al comienzo de esta reseña, la Av. 10 de Julio Huamachuco intenta ser la imagen que permite entender el sentido de la novela, ¿cuál es? Ya en 1996 Alberto Fuguet le había dedicado un mediocre pasaje a la calle Huamachuco en Tinta Roja, definiéndola como una calle “que se las da de avenida” (2001: 277). Ahora, Nona Fernández instala esta seudoavenida para ser la calle de los repuestos, de los fragmentos, de los pedazos de historias detrás de cada auto, los cuales bien podrían ser trozos de las historias de los personajes de la novela. Es la calle donde Greta escarba buscando los repuestos para hacer de su furgón un collage de otros autos: “El pobre es una especie de Frankestein, un engendro armado con un poco de todo” (84). Así, cuando está habitando la casa de Juan se pregunta: “¿Qué relación hay entre esto y mi furgón y mis largas tardes recolectando piezas en Diez de Julio?”. En el segundo caso, la presencia de lo citadino se da a partir del derrumbe de las casas —así también de los personajes—, en cuyos lugares se edifican nuevos edificios que vienen a derribar el espacio donde trascurren vidas como la de Juan, la cual también cae a pedazos —en este derrumbe se puede apreciar un guiño al documental de Ignacio Agüero, Aquí se construye—. Lobos es el hombre que agobia a Juan ofreciéndole comprarle la casa, la única en el sector. Juan, al ver este panorama sostiene: “Imagino que ocurrió una gran tragedia, una matanza, una peste negra que hizo desaparecer a la gente y dejó sólo las construcciones en pie […] Único habitante en ocho cuadras a la redonda, viviendo en una especie de isla en la nadie quiere estar” (27). De esta forma, la ciudad presenta rasgos que buscar identificar los perfiles de los personajes.
En conclusión, Nona Fernández busca con Av. 10 de Julio Huamachuco proyectar la imagen de la calle a partir de una estructuración de capítulos intercalando voces, luego tiempos y textos, para luego usar la plataforma de la ciudad como perfil de los personajes. El ejercicio literario funciona y entretiene, pero no llega a lucir.