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Las Leyes de La Herencia
Leonardo Videla. Das Kapital, Santiago, 2015. 120 páginas
Por Rodrigo Pinto
Revista Sábado de El Mercurio. Sábado, 05 de diciembre de 2015
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"En literatura", escribió Simenon, "todo es siempre autobiográfico, incluso la imaginación", recuerda María Negroni en Pequeño mundo ilustrado. La cita viene al caso porque este libro es un conjunto de relatos que oscila entre ambos polos, la autobiografía sin máscaras y la fantasía pura, como la historia del escriba que no sabe por qué traza cifras en tablillas e ignora también "cuántas vidas pagarán para hacer realidad esa escritura". Episodios fechados en años concretos alternan con historias que no se sabe bien de dónde emanan; para el caso, da lo mismo. Lo interesante es cómo Videla (autor, hasta ahora, de poesía y de una interesante novela, Campo de tiro) varía los registros narrativos y que, de algún modo, no cesa de interrogar a la escritura y al porqué de escribir. Puede ser, por ejemplo, una forma de humillar al otro más eficiente que el bullying escolar. O un destino del que se quiere huir. O un trabajo, el trabajo de imitar un estilo "flatulento", de frases cortas, sin oraciones subordinadas, sin gerundios, que finalmente se escapa de las páginas de un libro destinado a una campaña senatorial a las señas publicitarias, a los letreros, hasta terminar contaminando toda la realidad. Una realidad flatulenta (el cuento, "Fantasmas", es una parodia inmisericorde de un personaje de la política criolla).
La escritura puede ser asimismo un instrumento de seducción, por supuesto. Desde el Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand, que está claro. Pero igual puede ser un gigantesco equívoco y un motivo de sospechas familiares sobre las cartas que el tío que vive en Italia le manda a su sobrina. ¿Y si, para demostrar que no hay equívoco, el autor de las cartas decide escribir cuentos con un título de fantasía: "Las leyes de la herencia", donde alternará "fragmentos autobiográficos con relatos improbables, de ciencia ficción o policiales o góticos"? La escritura, en fin, también puede ser una eficiente manera de ocultar la realidad a través de un enorme sistema de noticias, una serie de mentiras cuya sucesión termina por revelar dolorosas verdades o puede algo infinitamente peor, un modo de opresión, una dictadura en regla, con sesiones obligatorias de lectura, una policía del libro, una cultivada clausura de los espacios de libertad. Leer a Videla desde este ángulo resulta bastante más provechoso que seguir el entrecortado hilo autobiográfico; los cuentos valen mucho más por su autonomía narrativa que por su posible anclaje en la realidad. "La visita", donde los olores corporales y el hedor de las aguas estancadas de Venecia son protagonistas, es la mejor muestra de ello.