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Romper la ley
Las leyes de la Herencia. Leonardo Videla. Narrativa.
Das Kapital. 2015

Por Jaime Pinos
http://www.jaimepinos.blogspot.cl/






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En su libertad extrema está el secreto de este libro certero, cálido y provocador, escribe Alejandro Zambra en la breve contratapa de este libro. Estoy de acuerdo. Si la ley es aquello que no puede o no debe transgredirse, este libro ensaya formas de libertad que podrían leerse desde planos bien diversos. Estos breves apuntes van a eso. Al ejercicio de libertad que propone este libro.

Las leyes de la Herencia habla, entre otras cosas, de la escritura. De esa experiencia extraña para estos tiempos pero a la que muchos, aún sabiendo perfectamente de su inutilidad, le han dedicado la vida entera. Sin embargo, la escritura es aquí, más que un tópico, una experiencia que se expresa en la propia factura de este texto. En su tentativa por vulnerar las convenciones de lo que se entiende por narrativa, un libro de relatos en este caso. Su estructura, sus materiales y estrategias de construcción, responden más bien a una tesitura poética. Lo importante aquí no es un argumento ni unos personajes. Sino más bien, la creación de un ámbito metafórico que se articula en el montaje de escenas muy disímiles en cuanto a tiempo y lugar.

En un juego de espejos, meta literatura diríamos, el libro incluye varias referencias a sí mismo. La existencia de un conjunto de relatos titulado Las leyes de la Herencia es referida en varios pasajes de este libro. Escribe Videla en el texto Camila, mi sobrina de 14, me cuenta desde Chile que ganó un concurso de cuentos: Les pondré un título de fantasía: “Las leyes de la Herencia”, por ejemplo. Alternaré, tratando de recobrar de ese modo higiénico, fragmentos autobiográficos con relatos improbables, de ciencia ficción o policiales o góticos. Un título de fantasía. Alternancia de relatos improbables. Videla ofrece al lector una clave respecto de su libro. Lo que el lector encontrará en estas páginas es un relato que, lejos de cualquier linealidad, se despliega a la manera de un collage. Que exige al lector un ojo más cercano al cine que a la narrativa decimonónica. Que pide al lector la astucia del desmontaje.

Un último apunte respecto a la forma de este libro, en el entendido de que la forma, tal como escribió Robert Creeley, es una extensión del contenido. Escribe Videla en el texto Días de 2012. Las leyes de la Herencia: Pues si bien es cierto que en “Las leyes de la Herencia” el factor esencial no es ni la periodicidad ni la recurrencia, hay una regularidad y simetría que solidarizan con la coralidad y la vinculación orgánica de las partes. Ni la periodicidad ni la recurrencia. Si la coralidad de que habla este fragmento se verifica con fuerza en este libro es, en mi opinión, respecto a su trabajo con el tiempo. O mejor, en la manera como hilvana temporalidades lejanas dibujando un único arco que reúne e integra estos relatos.

Aquí, la escena de un escriba en el antiguo templo de Tebas puede convivir con otra escena datada en el reciente año 2013. La regularidad y la simetría responden a una comprensión compleja y abierta de la literatura. A la exploración de sus posibilidades de poner en relación aquello que parece distante o inconciliable. Una comprensión del tiempo que encuentro también en estos versos de otro libro de Videla, el poema se llama La economía de los muertos: cuando seamos maestros, me digo en estos días agobiantes de calor, gobernaremos a nuestro antojo las reglas del tiempo// Pero sólo si el tiempo se recupera con habilidad/ encontraremos que las dos partes coinciden al final del Verano. A eso juega este libro. A desarrollar la difícil habilidad de recuperar el tiempo. De metaforizar su trama intrincada e inabarcable.

Pero de qué habla este libro. Cuál es la ley y cuál es la herencia.

Desde cierto ángulo, este libro intenta un relato personal, subjetivo, de la historia de este país luego de los largos años de la dictadura cívico militar. Llamemos a esta época postdictadura, ya completamente refutada por los hechos una supuesta transición a la democracia. Transición a la plutocracia, más bien, si atendemos al poder omnímodo del dinero en todas las dimensiones de su vida cotidiana y civil. Termino con algunas notas breves sobre este aspecto.

La dictadura como educación sentimental. Videla, como tantos, como yo mismo, es parte de la generación que creció dentro de la dictadura. Que aprendió y escribió sus primeras letras, la rudeza de unas canciones punk en el caso de este libro, en esos años de violencia y miedo, o en los años inmediatamente posteriores. La escritura es nuevamente la metáfora de esa marca que los niños o los adolescentes que fuimos llevamos a fuego y que aún escuece como una cicatriz que no quiere cerrar del todo. Escribe Videla en el texto Días de 1993: Hasta entonces, para mí la poesía era algo que se decía entre dientes, de preferencia mirándose las puntas gastadas de los zapatos escolares, y cuyo único resultado era que al otro día, cuando llegara el momento de pasar lista, a las infaltables ecolalias se sumarían otras rimas que pondrían en entredicho mi valor como postulante a macho latinoamericano. No sólo la poesía se decía entre dientes en aquélla época. Los años de plomo. Tampoco en los que siguieron, los años de la decepción. El bulling al poeta cachorro puede leerse como la expresión plausible de una sociedad que funcionó por años y sigue funcionando, día a día, sobre el principio del abuso y la humillación. Que nos transmitió, como socialización primaria, el peso de esa herencia.

Pero estamos en 2001 y ésta es una época donde la “carrera” importa cada vez menos. Una época donde lo que empieza a cobrar valor es la capacidad de ver oportunidades en los entuertos. // Pero estamos en el 2010 y ésta es una época donde cruzar los dedos no sirve de nada. Ésta es una época donde el dinero atrae al dinero. Donde la violencia llama a la violencia. Monto dos fragmentos del texto Días de 2008 que describen muy bien lo que podríamos llamar el espíritu de la época. La lenta mutación antropológica, como diría Pasolini, que ha convertido a este país en un lugar ya casi inhabitable. Que ha consolidado una forma de vida basada en su colonización, ya casi absoluta, por la saturación programada de las imágenes vacías y los rituales del consumo.

Una libertad extrema, decía Zambra. En efecto, este libro es un ejercicio personal y literario que busca descifrar ciertas claves de un tiempo sombrío, el nuestro. A ese trabajo de comprensión apuesta sus letras Las leyes de la Herencia. Una comprensión personal y política, subjetiva y generacional, que aún se encuentra en proceso. Una comprensión imprescindible para romper la ley. Para aliviarnos, aunque sea un poco, de la herencia negra que llevamos sobre los hombros.

 

Valparaíso. Diciembre de 2015.



 



 

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