Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Leonardo Videla | Autores |

 

 


 

 

 

 

Sobre “Hormigas Rojas”, de Pergentino José
Editorial Almadía, México, 2012. 102 páginas

Por Leonardo Videla

 

 

 

 

.. .. .. .. . ..  

Hacer un libro es conjurar contra el lector. En tal sentido, todo libro es o debiera ser un thriller, y es en este mismo sentido que, con Piglia, podríamos decir que todo lector debiera ser un Dupin. Al menos en cuanto concierne a libros que, como “Hormigas Rojas”, se presentan como una colección de relatos en prosa, este pacto de lectura —anterior a cualquier pacto de ficción, posiblemente fallido o traicionado a medio camino— pasa necesariamente por los ejemplos prestigiosos de “La Carta Robada” y “La muerte y la brújula”. De ahí en adelante estamos autorizados —o quizás: moralmente obligados— a sospechar. Tal es, de hecho, el humor con que he pretendido leer el libro de Pergentino. En un intento por coger la hebra con la cual desenredar la trama del complot, he sospechado, primero, sobre la ejecución del estilo, sobre las antinomias representadas, sobre el montaje de los relatos, sobre los referentes y abrevaderos literatosos, y sobre todas esos cosas de las que parece de buen gusto hablar a la hora  de hacer una presentación.  La suspicacia, claro está, es fértil, y paso a dar un resumen de mis hallazgos.

Por ejemplo, el estilo. Casi siempre llano y preciso, el fraseo de “Hormigas Rojas” no pretende acrobacias, con lo que quiero decir que en ningún momento el libro busca ser más audaz de lo necesario. Austero en sus recursos, cada oración está unívocamente determinada por una idea cabal, lo que, si bien se agradece —tanto libro virtuoso y vacío que circula entre nosotros—, a ratos da la impresión de una paralización de la acción, de un anclamiento en un presente persistente que revoca la duración.

En tal sentido, el estilo es solidario con otra de las dimensiones que listé más arriba, vale decir, las estrategias de representación que el autor pone en obra en este libro. Una estrategia que, como ya adelanté, se vale de oposiciones diádicas. En “Hormigas rojas” siempre hay una naturaleza en trance de ser devastada, y siempre hay un niño o niña que se pierde o se perdió; y en oposición simétrica a estas pérdidas, está el patrón de los cafetales y una fuerza oscura, tal vez una enfermedad, que encarnan el principio de negación. La naturaleza es, alternativamente, benigna y deleitable (como el bosque de bambú de “La habitación de los gusanos”) o bien ominosa y putrescente (como en “El corazón de los pájaros”). Ante tal panorama de antinomias, entonces, no es esperable que la acción desemboque en una resolución. Más aún, pareciera ser que Pergentino se esfuerza en defraudar cualquier principio de progresión. Es así que un relato que parece fundar los cimientos para una ficción política (un pueblo bajo una tiranía teocrática) refluye hacia una meditación sobre las dolencias auditivas de una anciana. O aquel otro relato, que inicia con la exposición en primera persona de las manías de un pintor y que acaba en una divagación en torno a las oscuras relaciones de un hermano del narrador con una célula terrorista, vagamente islámica. Ambos relatos —“Los Rezos” el primero, el segundo “Rastros de Bambú”— , titulados según el frágil elemento que circula por cada uno de ellos y que intenta ligar internamente sus argumentos, son, a mi ver, los mejor logrados de esta colección, y al igual que el resto de los relatos, éstos se niegan a la clausura o a un remache metafórico. Por otro lado, y dado que Pergentino no echa mano de las pulsiones metapoéticas tan extendidas en la literatura contemporánea, tampoco hay un reflujo de los textos sobre sí mismos. Todo se presenta ya armado, como si los dados, negro sobre blanco, hubieran sido lanzados desde un principio, y esto, por supuesto, niega cualquier salida hacia un drama medianamente moderno.

En este punto parece de rigor decir un par de cosas referidas al montaje. Al leer estamos obligados a sospechar, dije un poco antes, pero esto no significa leer en clave esotérica. Por eso, no puedo compartir la opinión deslizada hace poco por Carlos Labbé, para quien “Hormigas Rojas” sería “una novela con una fragmentaria estructura enigmática que sólo se revela en los últimos tres episodios breves: no es un conjunto de cuentos.”. Descontando el hecho de que aquí no vale el principio de tercero excluido —no ser un conjunto de cuentos no implica necesariamente ser una novela—, no creo que la mera recurrencia o regularidad de elementos estructurales en este conjunto narrativo permitan adscribirlo al género novelesco. Lo que, repito, no significa que “Hormigas Rojas” sea un conjunto de cuentos. No es ni lo uno ni lo otro. Es por eso que hasta ahora he hablado de relatos en prosa de manera genérica, en un intento honesto de utilizar una denominación tan amplia como sea necesaria a la hora de buscarles congéneres.

Pues ése es el fin de la sospecha lectora, supongo: saber con quién está conspirando el escritor. Si bien es cierto que en “Hormigas Rojas” hay indudables resonancias de los cuentos de  Kafka y de Rulfo, al menos en lo referido al tesitura de la voz narradora, en estos textos prima una necesidad de representación mimética de una esencia, o sea, la necesidad de un cierto realismo mágico que, ya sabemos, es una aporia de antemano. Esa esencia que se quiere representar es difícil de definir, es  —ahora sí— enigmática, pero tengo serias sospechas —nuevamente— de que tiene que ver con un retrato ecologicista del ser humano en medio de la naturaleza. De inmediato salta a mientes la obra de Miguel Ángel Asturias quien, hace ya varias décadas, indagó en una análoga relación hombre-selva. Pero atención: Asturias indagó ese complejo bajo la acción arrasadora del mercado capitalista, sin esquivar la responsabilidad de darle el nombre justo a las cosas. Cabe preguntarse, entonces, y aquí cito “Hormigas Rojas”, ¿por qué, si ya existe ese referente a las espaldas de Pergentino, es necesario hurtarle el cuerpo a los nombres? ¿Por qué inventar nombres de pueblos y no ubicarlos con el compás sobre el mapa? ¿Por qué, después de leer a Pergentino, queda la sensación de que sólo se ha hablado de jefes y subalternos sin llegar a indicarlos con el dedo?

Aquí, como en casi todo, tengo mis sospechas. Pero espero que sea Pergentino quien nos las aclare en su lectura. 



 


 

Proyecto Patrimonio— Año 2013 
A Página Principal
| A Archivo Leonardo Videla | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Sobre “Hormigas Rojas”, de Pergentino José.
Editorial Almadía, México, 2012. 102 páginas.
Por Leonardo Videla