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En la novela "Río Loa, Estación de los sueños" , el poeta surrealista chileno vuelve a visitar el pueblo
nortino en el que nació.
Ludwig Zeller regresa a su infancia
Por Constanza Rojas V.
El Mercurio, Lunes lunes 21 de diciembre de 2009
Él no lo ha visto con sus propios ojos, pero sus hijos han viajado al lugar y dicen que el pueblo desapareció. "Al igual que como sucedió con las salitreras, llega un momento en que se decide arrasar con Río Loa. Ahora no existe, así que la única manera de que sobreviviera era escribir esta novela", dice el poeta chileno Ludwig Zeller (1927), quien hace más de 30 años que no vive en el país, pero es llamado "el último surrealista chileno".
El rescate de su pueblo natal, y de toda la infancia contenida en él, dio como resultado "Río Loa, Estación de los sueños", libro que fue publicado por primera vez en México en 1996. Tiene traducción al inglés y al francés, pero nunca había sido editado en Chile. Ahora, Editorial Universidad de Talca se encarga de romper esta ausencia.
"La novela trata sobre la infancia en el desierto, pero como era muy aburrido estar contando como un niño las cosas, preferí hacer que el demonio me ayude". Así es como nace el "Maestro", personaje que lo guía en este viaje que comienza con la excusa de un congreso de escritores. De su mano, y de la de Helena, que para el escritor es la idea del amor, llega al pueblo que nació en el desierto de Atacama motivado por la mina de Chuquicamata. Su padre fue contratado para impulsar la fábrica de dinamita que abriría la tierra para crearla. "Él hizo el pueblo para contratar gente y que viviera ahí. Es bastante increíble", cuenta.
Y Río Loa en la novela está tal como Zeller lo dejó. Cuenta con las mismas calles, y sus hermanos conservan lo que el poeta llama "la edad ideal". Y este paisaje, con su escuela, una profesora, una fila de casas, una plaza y 600 habitantes, es narrado en la clave surrealista de Zeller. Donde todo tiene un tono onírico: las cosas que parecen naturales de pronto se ven interrumpidas por un elemento extraño. Como una cabeza que de pronto se convierte en coliflor. "Uno recuerda algunas personas y le resulta maravilloso pensar en ellas. Pero en la vida corriente es distinto: no se puede recuperar a una persona que falleció hace años o que conoció hace 20. ¿Pero, por qué no ver la posibilidad de estas cosas? Y esa posibilidad la da el surrealismo, ya que explora los sueños. Por lo demás, una cosa es lo que hicieron los maestros del surrealismo, y otra es lo que uno puede continuar, un paso más adelante. El surrealismo no está absolutamente limitado. Se puede hacer una escritura más libre".
Y a través de este recurso es como Ludwig Zeller recupera su pasado y memoria. "A cierta hora, por ejemplo, no nos dejaban salir de la casa y sólo podíamos mirar el desierto desde el balcón. Porque a lo lejos uno veía cosas como una mariposa enorme y quería cogerla. Pero no hay mariposas ahí, es todo una ilusión, un espejismo por el calor. Nos dejaban ahí para no salir a atrapar lo imposible", recuerda. "Tengo una visión quizá demasiado bella del lugar, pero es que el desierto produce fascinación".