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Al fondo de Zeller se escucha el mar

Por Eduardo Bravo Pezoa
México, julio de 2019
Publicado en revista Medio Rural, 5 de marzo de 2020


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El mundo cultural chileno le perdió la pista a Ludwig Zeller y a Susana Wald desde que emigraron del país en 1970. Lo que sigue es una crónica acerca de la muerte del llamado “último surrealista” y del traslado de su acervo a Talca, la ciudad de La Mandrágora.

1.-Aeropuerto Benito Juárez, 07:00 h.  Comencé a leer las crónicas de Mark Fisher, K-Punk. Fisher murió a los 49 y se le atribuye haber creado la Unidad de Investigaciones sobre Cultura Cibernética. Sus críticas de libros, películas y televisión, reunidas en este volumen, se arman en base a lo que llama “conexiones entre campos remotos”, que funcionan algo así como un vuelo de viernes a sábado para ver a dos surrealistas chilenos viviendo en Huayapam, Oaxaca de Juárez.

Te embarcas en Santiago y te despiertas en México, y el avión aterriza suavemente en medio de un temporal bíblico que anega el aeropuerto desde dentro, inunda las tiendas, del techo cae agua, de las casas de cambio cae agua, como una especie de aviso húmedo como la escultura gigante de Tláloc caminando por la Avenida Reforma. El dios del agua está sentado sobre la Avenida Reforma. México está sentado sobre el agua.

Amanece tan oscuro en el DF que el brillo de las enormes pantallas led se amplifica bajo el aguacero. Me parece el Time Square latinoamericano. Me parece ver la pirámide azteca de Tyrrell bajo la lluvia contaminada de CDMX, sede del capitalismo real visceralista.


2.-Espejismos en el desierto, Colonia Roma. 08:30 h.  Ludwig Zeller nació el 1 de febrero de 1927 en Río Loa, Calama, coincidente con un diluvio sobre el desierto. “Crecí viendo aparecer barcos en los espejismos”, dijo el poeta en una entrevista. De allí salieron los collages, esos recortes que coleccionó obsesivamente de revistas y grabados de fines del siglo XIX que se transforman en artefactos, libros visuales con animales imposibles y personas en serie que transforman la realidad. Hijo de un ingeniero alemán contratado para fabricar dinamita en las minas de cobre, tradujo a los románticos alemanes y trabó contacto con los surrealistas de La Mandrágora. Su poesía visual fue expuesta este año en el Museo de Bellas Artes de Santiago junto a Huidobro, Nicanor Parra, Braulio Arenas, Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni y Raúl Zurita. Es autor de collages, caligramas, de mirages y de algunos los libros únicos, como los realizados con su mujer, Susana Wald.

De las vanguardias que nacieron a principios del Siglo XX, el Surrealismo ha sido, probablemente, la única vigente hasta hoy. Como un espectro cobra forma en la publicidad, en el cine, en las entelequias discursivas de la televisión. Y no puede ser de otra manera, porque nos pasamos gran parte de la vida inmersos en el inconsciente, donde están las claves, en la profundidad de nosotros mismos. En su oscuridad vertiginosa aparecen los símbolos que los surrealistas han aprovechado para incomodar a la realidad, con un sueño sin término, siempre con el deseo de que suceda algo extraordinario para todos. Y son una paradoja: ¿cómo puede un movimiento estar oculto y ser visible al mismo tiempo? En lo onírico como relato, en lo insólito y extraordinario como estructura poética vital, en lo erótico e imaginativo hasta el absurdo. Y en el horror. “Cuando todo parecía en sombras, me dormí (…) Me acomodé entre esas mantas de vicuña que no sentía desde la infancia y me sumergí en el interior de mi mismo” (Zeller, Río Loa, estación de los sueños).


3.-Replicantes en el DF. La segunda película es tan buena como la primera. Deckard-Ford y Gosling, el Agente K, la nueva Rachel, la bella ilusión de Joy (Ana de Armas encerrada en un pendrive). El amor cabe en una memoria portátil de 200 Gb. De eso y otros asuntos hablaríamos en el pueblo de Huayapam, con el curador de arte chileno Pedro Montes y el poeta Guillermo García, quienes también han venido a ver a los Zeller-Wald.

El poeta aún vivía al sur de todo esto. Al fondo de México vive Ludwig Zeller y no es el último de nada; no es el último surrealista, como lo han bautizado, porque el movimiento persiste y sigue vivo con Susana Wald, con David Lynch, con el grupo Derrame y todos los que vendrán.


4.-La médium en La Condesa, 17:00 h. Dentro de 24 horas viajaré a Oaxaca para traer a Talca el archivo de Ludwig Zeller y de Susana Wald.

En los días que pasaré con ellos asistiré a la muerte del poeta que diez años antes había viajado al Maule a presentar su libro Preguntas a la médium y otros poemas. Y que luego había regresado junto a Susana, en 2013, para los festejar los 75 años de La Mandrágora.

“En 2013, Ludwig hizo su último caligrama”, me dice su hija Beatriz. El archivo que llegará al Centro de Documentación Patrimonial de la Universidad de Talca contiene esos caligramas, fotografías, cuadernos de apuntes y decenas de cartas escritas por surrealistas como el talquino Enrique Gómez, por Lawrence Ferlinguetti, el poeta beat y Ted Joans, el músico beat.

De Octavio Paz hay solo una amarga carta de dos páginas, fechada en el DF, el 25 de agosto de 1975. “Ludwig como editor no quiso publicar a Octavio Paz”, cuentan Susana y Beatriz. “Lo que pasa es que Octavio Paz encontró en México un editor para su libro Petrificada Petrificante porque como Ludwig no le respondió desde Canadá, Paz lo retiró y Ludwig se enojó”. Hubo un quiebre de comunicación entre ellos. Después le mandó otro libro a Zeller, que resultó muy famoso: Nocturno de San Idelfonso.

“¡Y era todo nuevo!”, comenta Susana. Y todos miramos hacia la caja que dice Octavio Paz, con cartas y pruebas de imprenta que se repiten por cada rincón y donde aparece una nota de Zeller que dice “Carta de Paz cambiando de poema”. El archivo es brutal, setecientos kilos de correspondencia, pinturas, video en formatos Betacam, VHS, S-VHS, 3/4. Discos y casetes, con sueños y más cartas; correspondencia de Philip West (pintor surrealista británico) de Edouar Jaguer, crítico y poeta francés, muerto en 2006 y del grupo Phases, herederos de Cobra; también de los chilenos Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva, a quienes Zeller publicó en su editorial Oasis de Ontario Canadá.


5.-Bailarín y poeta, 10:00 h.  Tengo una semana para clasificar y embalar esta laguna negra de papeles y obra gráfica que apenas muestra sus bordes y jamás su profundidad. Es un pozo oscuro y brillante: nictálope, requiere lentes de visión nocturna.

Zeller comenzó su trabajo de editor en Chile, en sociedad con Enrique Gómez Correa, precisamente publicando al brillante y oscuro mandragórico Jorge Cáceres, que murió a los 25, que fue bailarín y poeta, que sedujo en París a Bretón y del que no se sabe mucho. Tras asumir la dirección de la Galería de Artes Plásticas del Ministerio de Educación en Santiago, entre 1952 y 1968, Ludwig Zeller conoció a Susana Wald, amor libre, sociedad de artistas, factoría creativa. Ellos provocaron desde ese momento varias veces a la escena chilena. Entre 1968 y 1970 se sucederán años de lisergia y experimentación con LSD, arte, música y sueños dirigidos. Acá aparecen Lola Hoffman, Claudio Naranjo, Rolando Toro. “De los sueños dirigidos nacen los caligramas”, dijo Zeller en Talca. Roser Bru, Roberto Matta y Nemesio Antúnez entran en La Casa de la Luna, ese café del activismo surrealista santiaguino. Hace poco Roser Bru se preguntaba: “¿Y qué fue de Zeller?”. El mundo chileno le perdió la pista. Lo olvidó antes de tiempo. Al contrario, en México se le respeta como una fuerza tectónica. Lo comprobé tras su muerte ocurrida el 1 de agosto de 2019, a los 92 años.


6.-Radio Nopal, 22:00 h.   Juan M es conductor del programa Payola, que pensó llamar Ciudad Trueno en honor a Talca y al suplemento que editamos con el poeta Mario Verdugo en los noventa. El programa lo escuchas online por radio Nopal, emisora alternativa del capitalismo musical tardío. Juan M, invitó el primer desayuno en el mercado Medellín, zona verde del DF: café de olla, jugo de naranja y chilaquiles; huevos estrellados, mole negro. En la selva del DF el agua cae en goterones gruesos. Por las calles verdes de la Condesa a la Colonia Roma, por la emboscadura del parque México, por la bella decadencia de estos barrios y su magnífica humedad. En la noche de ese día largo, Juan M desfilará frente a la casa donde Alfonso Cuarón filmó su niñez y con ello los recuerdos de todos nosotros, en blanco y negro. Juan M, Kaco, imitaría una de las escenas de la película, con exactitud de movimientos. A un par de cuadras, en el cine Tonalá, el mezcal 400 conejos me parece excelente. En Oaxaca, no lejos de la casa del poeta Zeller, en la sierra, entre los jaguares y los palenques que producen el mejor mezcal de México, el agave me parecería aun mejor.


7.-Oaxaca de Juárez. Sur de México. 12:00 h.  Mexicanos dormitando junto a otros mexicanos, todos despiertos, pero soñando, alertas. En el centro histórico de la jungla: perros sueltos obligan a no tener miedo al miedo; armarse con paraguas negros que sirven de espada contra el aguacero y los perros. Son talismanes del valor por dentro para que el perro sepa con quién se va a meter. Hay que enfrentar el miedo a los colmillos y al pelo erizado del mastín alfa que se levanta para que los demás lo sigan.

En el bello centro hispano indígena de Oaxaca, donde hay veinte iglesias gigantescas, suenan las orquestas ensayando la Guelagetza y los petardos explotan fuera de control haciendo que todo sea un susto alegre, pero susto al fin. Está a punto de comenzar la gran fiesta que viene del zapoteco “guendalizza” y que significa “cooperar”.

De eso me entero cuando Susana Wald me va a buscar al aeropuerto de Oaxaca. Hace un calor de jungla y Susana maneja con rapidez un pequeño Opel Corsa verde olivo. Vidrios abajo nos metemos por las calles negras de Oaxaca porque la autopista está cortada por manifestaciones que ignoro. Susana se disculpa por eso. Está preocupada por la reciente operación de Ludwig, me dice que el poeta está enfermo y que todos ven cómo va cayendo rápidamente a un pozo sin fondo, pero nadie quiere aceptar ni apostar sobre su muerte, aunque el escenario se prepara. En la casa del poeta, en San Andrés de Huayapam, nos esperan Guillermo García y Pedro Montes.


8.-El cuerpo alquímico: Huayapam, 16:00 horas.  A los 20 años cuando traducía a Hördelin y a los románticos alemanes, Ludwig Zeller trabó amistad con La Mandrágora. Pero no con el intratable Teófilo, ni con Arenas, solo con Enrique Gómez Correa con quien tuvo una cercanía que seguiría hasta la muerte del poeta talquino en 1994. Por eso la cercanía con Talca, por eso las cientos de cartas de Gómez Correa con poemas y correcciones a los libros que editaban juntos y que merecen un estudio profundo.

El poeta me mira con las cejas repletas como si tuviera pájaros en lugar de pelos. Beatriz Hausner Wald interrumpe esa mirada de cariño con un ofrecimiento que Zeller no puede ignorar: ¿Papá, le leo…? Ludwig se acomoda con un dedo esos lentes grandes de marco metálico dorado, le dice que si, y es bello el silencio de sus ojos que se inundan por el gesto de la hija leyéndole al padre y me sumerjo a escuchar. Lee en voz alta los poemas del poeta polaco Milosz. Medio día, luz del norte. Zeller habla, pregunta, interroga con fuerza. Opina, se pierde en un poema y regresa. No hay descanso. Todo lo que miro es de una energía fabulosa: trozos de caligramas, cabezas de faisanes con revólver, ilustraciones de fines del siglo XIX especialmente seleccionadas, coleccionadas por él, tijera, pegamento, poema. Una araña, dos arañas. Agustín, que les ayuda con los lienzos, con los marcos, que los cuida a Ludwig y a Susana, atrapa a la araña y pide que le abra para dejarla suavemente sobre el pasto verde. La araña es tan grande que la vemos entrar en el bosque.


9.-Callejón de la Luna en el oasis de Oaxaca. 10:00 h. Susana besa a Zeller. Es un beso corto, sutil, elegante, lleno de amor. Se despiden constantemente mientras estoy acá. Es una escena que vi repetirse varias veces. La casa que comparten habla, se expresa. Cuando llegan de Canadá en los noventa se instalan, colonizan, a 7 kilómetros de Oaxaca transforman el entorno cultural de la ciudad, son referentes de calidad en una escena cultural abundante, un poco hostil al comienzo. “Esta casa tiene vida”, me dice Susana. “Estoy convencida de que hay algo que pasa por acá, una fuerza muy buena”. Y la muestra es que hay un vergel donde antes había un descampado, sin árboles, un sitio sin vida que ahora la tiene.


10.-La prensa mexicana y el silencio chileno.  Poco se dijo acá, mucho allá. El funeral del poeta fue un eco mediático enorme y poderoso en México, hubo columnas en los principales diarios, saludos del gobierno y de los artistas; en Chile el recuerdo fue frío: “De ese país que lentamente se alza en las paredes/Secas del día y las semanas salen a recibirme las escamas/Me incorporo entre llagas, pregunto por amigos/Que no existen, que son polvo molido por la lluvia,/Me pesa cada trozo, cada porción del alma que recuerdo.” (Zeller, 2013, Talca. Prohibido los sueños prohibidos)


11.- El archivo.- Adiós Ludwig, bienvenido a Talca. Tal vez será uno de los fondos del surrealismo más importantes de Latinoamérica. En Talca se reunirán los papeles de Zeller y Wald, no por azar, con la biblioteca de Enrique Gómez Correa donada por Walkiria a la Universidad de Talca y que estaba oculta al ojo ojo lector desde que el terremoto de 2010 agrietó de muerta a la flamante nueva biblioteca inaugurada-demolida por el monstruo tectónico.

El poeta ha muerto, pero seguirá junto a sus 50 libros de poesía, collages y revistas, sus cartas y creaciones siempre en colaboración con otros. “Si Octavio Paz representa el signo ascendente del surrealismo, Zeller coloniza el lado oscuro de la luna en la órbita surrealista” propone historiadora del surrealismo literario Anna Balakian. Es la visión onírica de un surrealismo avanzado. Su poema “El faisán blanco” ha sido traducido a 51 idiomas. Basta con ello de curriculum vitae.

El grueso del archivo es audiovisual, sonoro, plástico, abre oportunidades únicas para investigadores del surrealismo frente a los 100 años que se vienen 2024. El acervo puede dividirse en tres grandes etapas creativas producidas por Ludwig Zeller y Susana Wald: Revistas Casa de la Luna (Santiago, 1968-1969), El huevo filosófico y Editorial Oasis Publications (Canadá, 1980-1993) y El Vaso comunicante (México, 1998-2019).


12.-La última entrevista al poeta.11.00 am.

—Zeller me pregunta: “¿Qué van a hacer con estas cajas?”.
“Llevarlas a Talca y mostrárselas al mundo”, le contesto.

Replico. ¿En qué está trabajando Ludwig?
Quizás deba ver algunas cosas que corresponden a mi infancia. Que emergen del recuerdo. Estoy en los recuerdos de mi infancia, poetizando los recuerdos de mi infancia…

—¿Qué le interesa en este momento?
Me interesa mucho el mundo que me rodea. Estoy muy metido en eso… y estoy muy contento.

—¿Y usted también se dedica a la poesía?
Es Zeller quien pregunta y quedo contra las cuerdas en el espacio donde él trabaja, silencioso, con luz del norte y una biblioteca surrealista impresionante, aunque el poeta inmediatamente me corrige: “es una pequeña colección”. El piso de abajo lo ocupa él y el segundo es territorio de Susana. “Hacer poesía, es lo mejor que puede hacer uno, y mirar el mundo, mirarlo…”.



 

 

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Al fondo de Zeller se escucha el mar
Por Eduardo Bravo Pezoa
México, julio de 2019
Publicado en revista Medio Rural, 5 de marzo de 2020