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APUNTES PARA EL LIBRO IMÁGENES EN EL OJO LLAMEANTE
DE LUDWIG ZELLER

Por Mariana Orantes
Publicado en revista AVISPERO, N°4, México, noviembre de 2012


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La mitad de nuestra vida está en los sueños
Ludwig Zeller, Mirages


El poeta debe mostrar en su poesía un particular punto de vista de las cosas que le rodean o que, a lo largo de los años, lo han obsesionado. Dos poetas que miren el mismo paisaje, no escribirán un poema igual. Así, en la poesía de Ludwig Zeller podemos encontrar motivos a los que regresa y que él trata de forma única y precisa, en la cual refleja un trabajo desde el inconsciente, un viaje largo como el desierto.

Antes que nada, me gustaría nombrar algunos temas sobre los que trabaja Zeller. Tal vez al nombrarlos puedan arrojar luz, cuando los toque de manera más particular para hablar del libro. Primero, el amor. La construcción del amor recreado en el cuerpo de la mujer. Segundo, la otredad. El desdoblamiento del poeta y su proyección sobre objetos y personajes que son él mismo y a la vez, un otro que se aleja. Tercero, el error y lo que está mal en el mundo. Aquello que viene a perseguirnos desde la humanidad y en nuestra propia humanidad. Con estas breves menciones, podemos entrar en el libro.


A la mitad de la vida

El poeta polaco Tadeusz Rósewicz en su poema “A la mitad de la vida”, habla sobre el momento en que debe detenerse y comenzar a recrear su pasado; lo que ve, lo que ahora le parece importante rescatar. De la misma forma, en el libro Imágenes del ojo llameante, el poeta se detiene en medio de su vida para ver de qué manera ha sido el viaje y cómo puede continuarlo: “Juntando mis pedazos a mitad del camino/ Me interrogo ¿qué fue de nuestra vida?” Conforme pasan los poemas, las preguntas se abren sin obtener una respuesta en la justa medida, porque cada pregunta trae otra y sólo hay cosas inciertas a las cuales aferrarse. Habla entonces del amor; cuestiona también el tiempo, el sufrimiento, lo que ha encontrado, lo que ha perdido. A veces desde él y a veces desde la otredad. Al leer con detenimiento los poemas, se entiende que no sólo cuestiona su vida, sino que cuestiona y realiza una constante búsqueda de Dios en las cosas cotidianas: el ojo llameante, la zarza que arde, Moisés en el desierto, el árbol de la vida. El poeta se convierte en profeta de un mundo visto y recreado por los sueños.

El recorrido comienza a ser más profundo y las inquietudes también. En el libro hay momentos donde lo sensual no puede desprenderse de lo violento, porque lo violento tiene algo de sensual y la carga erótica siempre tiene una carga violenta; el acto sexual es violento. Para mantener el tono, Zeller equilibra lo violento y lo sensual, y también el deseo pleno y el deseo oculto, la perversidad: “El filo amante te irá partiendo/ En dos. ¡Suplicarás en vano! Me detendré para escuchar/ El fósforo que recorre tu espalda, esos viejos papiros del insulto”. Después entra en el terreno de lo sagrado para terminar con la imagen de lo que no podemos asir con las manos.


El error del mundo

En las obras de Shakespeare se habla de que el mundo es como una rueda que gira perfecta hasta que un elemento caótico altera su curso. Entonces la rueda aplasta a quienes han caído en el caos. Sólo cuando el caos sea eliminado, la rueda seguirá su curso natural de nuevo. En el poema Extracción de la piedra de la locura, Ludwig Zeller recrea el cuadro con un recurso literario (ekphrásis) que consiste en describir una pintura y mostrar elementos novedosos que sugieran la interpretación del tema, personaje o motivos mediante una reflexión literaria. En este caso, retoma la locura, la forma en que trastoca el mundo y lo hace trizas. Apunta: “Puede Bosch decir ¡así va el mundo!” Lo que el poeta afirma entonces es que los elementos caóticos no son extraños; la locura no es algo ajeno al cerebro, como una piedra que se pueda extraer. La locura es algo inaprensible. Mediante el error, se conduce el mundo. Tratará el mismo tema en otros poemas, de los cuales resalto “Hay un error al fondo de ese vaso” donde todos los motivos que mencioné anteriormente se tocan: el amor, el revés, el desdoblamiento, lo sagrado, la maldad. Y la idea de que, en los sueños (esa otra mitad), la crueldad no existe.


La ciudad encantada

Se ha dicho que los pacientes con algún trastorno mental severo tienden a utilizar en sus dibujos de manera predominante el color azul, el rojo y el morado. Dicen que esto se debe a que identifican una parte de sí mismos con el azul y otra parte con el rojo, partes divididas, siempre separadas, pero que de alguna forma se combinan: el morado. No recuerdo en dónde lo leí, pero me pareció interesante y creo que esa manera de desdoblarse y re-unirse es posible en la literatura. Algunos se proyectan sobre personajes duales o crean dos personajes que en realidad son uno mismo. Por ejemplo, Alejandra Pizarnik tiene un texto donde el narrador se identifica con una niña, quien al mismo tiempo es la reina y ambos personajes sostienen una conversación. Los críticos literarios han propuesto que el lado escindido del mismo Macbeth es Lady Macbeth. Y podemos encontrar esta forma de desdoblamiento en los poemas del libro de Ludwig Zeller. Por ejemplo, en el poema de Hay un error en el fondo de ese vaso la voz que se escucha y el fondo del vaso son de quien escucha la voz. Pertenecen a uno mismo. Imagen propia del inconsciente al que se puede acceder mediante los sueños, la mitad de nuestra vida. A veces el otro se queda en los sueños, como sucede en el poema Conté mi sueño riendo donde la voz lírica se encuentra dividida en dos lugares. En el poema Yo, el niño anciano que llegó al fondo con sólo leer el título apreciamos el desdoblamiento: un personaje (yo) que es un niño y a la vez un anciano que tocan el fondo, el abismo entero de sí mismo.

Y es a través del desdoblamiento que el poeta entra en el territorio de los sueños y lo recrea; lo convierte en el lugar que habitan los deseos, los anhelos, las cosas olvidadas. También están ahí los amigos muertos y sólo ahí es posible platicar con ellos. En el espacio onírico se abandona el mundo real y los ojos pueden abrirse sin miedo. También ahí está la infancia: “Esa ciudad encantada que recorrí en los sueños/ La que busco en los mapas y no existe, la que arrugó el olvido”.

Si dos poetas miran un mismo paisaje, no escribirán un poema igual. Si un poeta mira dos paisajes dentro de sí mismo, escribirá poemas sobre los sueños. Por eso, la última pregunta de Imágenes en el ojo llameante es la más necesaria: “La muñeca que escondes, ¿habla en sueños?”

 


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Mariana Orantes (Ciudad de México, 1987). Poeta, becaria del fonca.



 

 


 



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Apuntes para el libro "Imágenes en el ojo llameante" de Ludwig Zeller.
Por Mariana Orantes.
Publicado en revista Avispero, México, N°4, noviembre de 2012.