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“Es la calidad literaria y no las fronteras geográficas lo que a la larga importará”

Entrevista al Escritor ecuatoriano Miguel Antonio Chávez

Por Augusto Rodríguez


Miguel Antonio Chávez (Guayaquil, Ecuador,1979) Gestor Cultural y Magister en Diplomacia. Finalista del Premio Juan Rulfo 2007 de Radio Francia Internacional. Autor de Círculo vicioso para principiantes (2005), de la obra teatral La kriptonita del Sinaí (I Mención Premio Nacional de Dramaturgia 2009) y la novela La maniobra de Heimlich (Altazor Editores. Lima, 2010). Co-antologador de las compilaciones de cuento Historias bajo el árbol (2008) y Amigas del Yeti (2009). Antologado en El futuro no es nuestro (versión web. piedepagina.com, 2008), Poesía/Cuento 1998-2008 (Sic Editores/ Embajada del Ecuador en Perú, 2009), Asamblea portátil (Casatomada. Lima, 2009), 22 Escarabajos: antología hispánica del cuento Beatle (Páginas de Espuma. Madrid, 2009), Todos los juguetes (Dinediciones. Quito, 2011), Ecuador de feria (Planeta. Bogotá, 2011), entre otras. En 2011, recibió un reconocimiento a la colaboración cultural binacional por parte del Consulado de Perú en Guayaquil y la Universidad Inca Garcilaso de la Vega (Lima). Miembro fundador del colectivo literario Buseta de papel.

- Miguel Antonio, ¿Cuándo y por qué empiezas a escribir? ¿Qué escritores son tus referentes o tus autores de cabecera?
- Empezaré por lo de los autores. Estos han ido variando por épocas, pero puedo mencionar unos cuantos: Augusto Monterroso, el Sábato ensayista, Cortázar, el Benedetti cuentista, Verne, Borges, Ambrose Bierce, Bradbury, Asimov, Woody Allen, Pablo Palacio, Carlos Béjar Portilla, Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño, César Aira, Mario Bellatin. Y seguro, en unos años, unos serán reemplazados por otros.

Desde niño supe que me encantaba contar historias. Primero con mis juguetes, con un obsesivo y hasta risible ritual diario que consistía en nunca empezar hasta tener pensado minuciosamente un “guión”. Luego, a través del dibujo, el cómic y los atlas (dibujaba mapas de países imaginarios, y de ahí, años después, vino mi gusto por la Diplomacia). Pero de los quince ya me lancé a escribir por el simple acto. El material publicable recién lo hallé a los veintirés años, más o menos.

-Has publicado un libro de cuentos y en el 2010 presentaste tu primera novela denominada La maniobra de Heimlich dentro de un gran proyecto-gira de novelas Latinoamericanas que publicó la editorial Altazor de Perú ¿Qué me puedes decir de este libro y sobre este proyecto-gira de novelas Latinoamericanas?
- Ante todo, debo decir que pasaron cinco años entre mi libro de cuentos, Círculo vicioso para principiantes y mi novela La maniobra de Heimlich. Era mi intención, en este segundo libro, hacer algo muy distinto al primero. “Heimlich” sale publicado en la editorial limeña Altazor gracias a Harold Alva y Willy del Pozo, que vieron un potencial en aquel manuscrito. Lo de la gira fue una feliz coyuntura, estar en el lugar y momento precisos. La jugada de ellos fue muy arriesgada y digna de sacarse el sombrero: editaron de golpe siete novelas, una de cada país distinto. Y la mía salió por Ecuador. La gira incluía varias ciudades peruanas y finalizaba en la FIL Lima 2010. Motivos laborales me impidieron estar en toda la travesía pero seguí de cerca por mails y blogs lo que hacían los otros seis autores, Oliverio Coelho, Claudia Apablaza, Ernesto Carlín, Juan Ramírez Biedermann, Pedro Peña y Jorge Enrique Lage. El lanzamiento en Lima fue a cargo del narrador peruano Carlos Calderón Fajardo. Todo un honor, sin duda. También estuvimos en la Casa de la Literatura Peruana y fuimos bien recibidos. Perú se portó increíble.

-Tu literatura se nutre de varios imaginarios, pero siempre existe el humor ¿qué me puedes decir sobre tu propia literatura?
- El verdadero humor desacraliza todo aquello que represente autoridad o poder. No en vano fray Jorge de Burgos, personaje de El nombre de la rosa de Umberto Eco, guardaba celosamente ese tomo sobre la risa que supuestamente escribió Aristóteles. Porque la risa desafiaba a Dios.

Para mí, el humor (y sus variaciones, el absurdo, la sátira, etc.) no es un recurso sino una actitud, una forma de encarar tanto el proceso creativo como su producto en sí. Y así, podemos ver autores tan disímiles como John Kennedy Toole, Augusto Monterroso o Douglas Adams. Muchos de mis amigos que (por suerte) no me han leído dicen que tengo un muy buen sentido del humor. Así que, al escribir, simplemente sale. El lector no es tonto, de otro modo, sentiría que lo engañan.

-Sé que también escribes teatro, por ejemplo obra La Kriptonita del Sinaí ganó una mención en un concurso nacional de teatro, ¿qué me puedes decir de esto?
- Me llamó la atención esa faceta, de narradores que formalmente no son conocidos como dramaturgos, desde Bradbury, Vargas Llosa hasta Don DeLillo (más allá de que no sean unos Harold Pinter, Dario Fo o Marco Antonio de la Parra). Y decidí experimentar. Ni siquiera fue por mi experiencia fallida de reprobar el primer año en una escuela de actuación, cuando tenía diecisiete, sino por la curiosidad de abordar este otro género de la narrativa que es la dramaturgia. Mi apuesta fue por el absurdo desde el mismo planteamiento de la historia: un negro cuyo sueño es convertirse, él solo, en el mejor imitador del grupo argentino Les Luthiers, mientras en el proceso es contactado por dos rabinos provenientes del espacio que van a revelarle su “verdadera misión”. La envié a concursar y quedó Primera Mención. Pero lo más importante: ¡cómo me divertí escribiéndola!

- Pienso que eres parte de la nueva generación de escritores y poetas ecuatorianos que su gran meta no es publicar en el Ecuador sino de traspasar los límites-paredes mentales y publicar en el extranjero para abrir nuevos diálogos y perspectivas a la literatura ecuatoriana al mundo, ¿qué piensas al respecto?
- Si en las épocas bíblicas se confinaba a los leprosos a vivir en guettos, fuera de las grandes ciudades, en Ecuador fue peor: nos creímos leprosos y nos auto aislamos. En París, dos ecuatorianos del siglo XIX son aún recordados y estudiados: Juan Montalvo y Pedro Vicente Maldonado. El uno, gran ensayista; el otro, científico. ¿Qué trascendió las fronteras en ese arco de tiempo de cien años? Ok, Jorge Icaza y su bestseller mundial Huasipungo. Ok, José de la Cuadra, el verdadero precursor del realismo mágico. Ok, Guayasamín, en la pintura. Pero, ¿y? (Claro, los ecuatorianos podríamos alzar la mano por Gangotena, Carrera Andrade o Adoum en poesía) ¿Qué pasó en medio? ¿Nos tragó un agujero negro?... Un chileno o un colombiano podrían tener árboles inmensos que hacen sombra, acá ni eso: “solo” tuvimos como el autor más grande del Boom a Marcelo Chiriboga, un ecuatoriano inventado por Carlos Fuentes y José Donoso.

¿Qué quiero decir con esto? En un mundo como el de hoy, declararse en una miope autarquía es por demás absurdo y castrante. Si pude publicar mi novela en Perú y no en Ecuador es porque me dieron la oportunidad afuera. Y si me lo volvieran a proponer, en ese u otro país extranjero, con gusto lo haría. Eso no me hace más o menos ecuatoriano. Es la calidad literaria y no las fronteras geográficas lo que a la larga importará.

- ¿Qué piensas de la joven narrativa ecuatoriana actual?
- “Joven narrativa ecuatoriana actual” es un término para efectos de estudios o de clasificación. Prefiero decir, más alegremente, que conozco a la gran mayoría de mis contemporáneos y unos cuantos de ellos son amigos míos y los admiro. Pese a que aún no los he leído a todos es increíble sentir que estamos en otra onda y, como dices tú, estamos más abiertos para abrir nuevos diálogos. Sin embargo, vale mencionar que ya hubo una generación (si le podemos llamar así) anterior que facilitó esta apertura.

Y ahí hay que reconocer a gente como: Fernando Iturburu, Mario Campaña, Fernando Nieto Cadena, Leonardo Valencia, Vladimiro Rivas o Bolívar Echeverría.

Ahora bien, volviendo a mis contemporáneos, algunos viven fuera, como Esteban Mayorga, María Balladares, Jorge Izquierdo, José Hidalgo o María Fernanda Ampuero. Otros aún siguen en el país, como Solange Rodríguez, Eduardo Varas, Juan Fernando Andrade, Eduardo Adams, María Fernanda Pasaguay, Juan Secaira, Silvia Stornaiolo. Al fin y al cabo, sean jóvenes, viejos, cojos o tuertos, lo importante es que algún día hagan noticia así como Antonio Valencia lo hace en el Manchester United, ¿no?

- Actualmente estas dando talleres de narrativa, ¿qué me puedes decir sobre esta faceta tuya?
- Empecé la docencia universitaria a los 22 años, a poco tiempo de haberme graduado de licenciado en Comunicación con mención Redacción Publicitaria. Luego, lo retomé hace dos años, con una curiosa materia llamada Retórica de la Publicidad, un frankenstein entre literatura y publicidad. Mis talleres literarios los empecé en 2009, descansé el 2010. Y ahora en 2011, empecé uno nuevo, que bauticé “Combustión espontánea”. Hay un grupo muy motivado. Y nos estamos divirtiendo.

- ¿En qué proyectos literarios estás?
- Tengo en cola dos novelas nuevas, pero en la práctica, solo una de ellas espero terminarla este año. También estoy escribiendo una nueva pieza teatral. Los detalles: secreto de Houdini. Lo único es que no espero terminar como él.


 

 

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