
          
          PRESENTACIÓN  DE TATUAJE  (1) DE MARINA ARRATE:
          TRAYECTORIA  DE LA POETA Y  ALGUNAS DISQUISICIONES DE LA   POESÍA
        Marta  Contreras B.
Universidad  de Concepción. Acta Literaria No 18. 1993.
         
        Bocaccio decía hablando del Dante que la  poesía es como la teología en tanto que perdura y en tanto que muestra y  oculta. Así mismo decía, citando a Gregorio, que la poesía hace que las  palabras parezcan adquirir mayor eficacia, siendo compuestas conforme a leyes  de ritmo y medida para que con ellas se experimente cierta dulzura que aleje el  disgusto y el cansancio. La poesía según él, en un mismo discurso, “abre el  texto y el misterio subyacente en él, y de esa manera con uno instruye a los  sabios, y con el otro consuela a los simples, y con forma manifiesta nutre a  los infantiles, y con forma velada, mantiene a aquél en secreto, por lo cual  tiene en suspenso a las mentes de los sublimes conocedores” (2).
          
  Oscar Hahn  dice que la poesía sirve para mantenernos en la vida. Así lo atestigua una  mujer que sufrió el ataque de su hermano por lo cual perdió la movilidad de  todo su cuerpo excepto la de la cabeza. Leer poesía fue lo que la mantuvo  conectada con el deseo de vivir (3).
  
  Audre  Lorde, escritora negra norteamericana, dice que la poesía no es un lujo sino  que la respuesta a la demanda de la frase siento  luego puedo ser libre. Así, la poesía acuña el lenguaje para dar forma a la  demanda revolucionaria de la implementación de esa libertad (4). También los  surrealistas piensan que la libertad es el objetivo de la actividad poética.  Elicura Chihuailaf, poeta mapuche, escribe:
        
          
            La  poesía no sirve para nada, me dicen
              Y en el bosque los árboles se  acarician
              con sus raíces azules y agitan sus ramas
              el aire, saludando con pájaros la Cruz del Sur
              La poesía es el hondo susurro  de los asesinados
              el  rumor de las hojas en el otoño, la tristeza
              por el muchacho que  conserva la lengua,
              pero ha perdido el alma
              La poesía, la Poesía, es un gesto, el  paisaje
              tus  ojos y mis ojos muchacha, oídos corazón
              la misma música. Y no digo más, porque
              nadie encontrará la llave que nadie ha perdido
              Y poesía es el canto de mis  antepasados
              el  día de invierno que arde y apaga
              esta melancolía tan personal (5).
          
        
        Y para Gustavo Adolfo Becquer “poesía eres tú”.
        Nos reunimos para hablar de la poesía y  para escuchar poesía. Ese es un hábito de nuestra cultura chilena. Nos gusta  dejarnos encantar por las magias verbales de los poetas así como Harun al  Rachid cuando insomne mandaba llamar al poeta de su corte para que lo  entretuviera. Abu-Nouas era capaz de escribir un poema sobre la belleza de la  esposa del califa, Sett-Zobeida saliendo del baño, pretendiendo no haberla  visto y sus palabras eran las que el califa hubiera deseado escribir el mismo  que sí podía decir que la había visto.
          
          La poesía consuela, salva, miente, libera.  Las palabras poéticas tienen la virtud de construir unos universos nada de  ajenos a los universos humanos pero a la vez diversos. La poesía escribe la  historia humana a su manera. Las poetas, los poetas, plasman mundos de palabras  y recogen los hallazgos de los otros y otras para construir sus propios  universos.
          
  ¿Qué parte de la historia poético-humana  escribe Marina Arrate? ¿Por qué nos congregamos a celebrarla, leerla y  reconocerla?
  
          Cuando leí este último poemario de Marina.  Lo leí a ratos. Lo guardé a ratos. Tanta fuerza y tanta belleza encontré en sus  páginas que sentí temor. Temor de que fuera sólo una ilusión deseosa de mi  corazón, o que fuera un momento pasajero de su lírica. Pero no, un día me senté  a leer todo el texto. Y me dejé invadir por unas líneas tan hermosas que  compiten con las más bien amadas de Neruda o Góngora. Escuchen esto por  ejemplo:
        
          “carmín  ardiendo en el hueco de las hiedras. Carampangue carmesí de satinada sangre  tersando la piel de raso. La piel que roza, riza y ora.”
        
        Todo  el libro Tatuaje está escrito con  esta minuciosidad religiosa.
          
  Así podemos  descubrir aliteraciones, paronomasias, anáforas, paralelismos, isocolon, separadamente  o en conjunto. Leamos.
        
          
            “Bali Kali sumergida, 
              ila latente terra,
              terra  nostra,
              terra varia y  calostro,
              calaíta y calandria,
              que  te ama, dice, que te adora, dice”.
          
        
        Tatuaje expone una serie de imágenes que  en secuencia van desde el poema “Tatuaje” hasta el poema “La Danzadora”. En esta  serie el principio unificador es el cuerpo hecho visible a través de la marca.  La marca es multicultural y es dolorosa y gozosa a la vez. Este poema de la  marca en el cuerpo –la escritura- tiene el poder de ofrecer una síntesis desde  una conciencia cuya inserción en la historia consiste en hacerse cargo de  muchas escrituras anteriores. El tatuaje es un acto ritualizado primero en la  cultura humana y después se relega a personajes inferiores como prostitutas,  marineros, soldados, criminales, etc. Se recupera una memoria olvidada de la  cultura humana racional para insertar un pasado incomprendido, tal vez olvidado  o embarazoso.
          
  El  recorrido a través del libro lo hace la figura hablante femenina que ha  afirmado la validez de su área de realidad (una Beatriz que no necesita  Virgilio) para un recorrido que no es vertical (como en el “Primer Sueño” de  Sor Juana) sino que es horizontal. Este recorrido horizontal es un recorrido a  través y con el cuerpo: “Satén”, “Sed”, “La Muerte”, “El Beso”, “Los Grandes Animales”, “La Danzadora” abren en su  despliegue la cuestión del amor y la muerte, del cuerpo y sus movimientos para  un desenlace que es una declaración de vida. Una vida iluminada.
        
          
            “Barboteo el gesto de toda  adoración:
              me  inclino.
              De todo  rastro bebo,
              a todo sol me expongo
            Un  ángel ilumina la atmósfera”.
          
        
        En  1986 escribí esta reflexión a propósito del primer poemario de Marina, Este lujo de ser “El sujeto que se  configura en el texto de Marina Arrate es propiamente femenino. No hay ningún  intento de eludir esa identidad desde el punto de hablada. Además, este sujeto  femenino de la escritura, se propone un objeto que es un sujeto mujer o que es  un sujeto hombre desde un ojo femenino. Pero entonces, estamos otra vez frente  al problema de esclarecer qué sea este sujeto femenino que se afirma como tal  en la escritura.
          
  La  atracción que ejerce el lenguaje poético sobre el lector no reside en la  naturaleza del sujeto. Pero el hecho es que leemos preferentemente discursos  masculinos; cuando se trata de un discurso femenino el lector debe superar un  rechazo inicial, su prejuicio frente a un sujeto desacostumbrado, marcado por  la inexperiencia, por la impericia. De modo que el sujeto femenino de la poesía  debe superar la prueba de capacidad, de eficiencia en la configuración de un  universo suficientemente atractivo para nuestra inmersión, que resista el  diálogo de las múltiples voces poéticas que pueblan el espacio poetizado  actual” (6).
        Cuán de  otra manera percibo hoy la escritura de Marina Arrate. No en vano han pasado  siete años desde ese primer libro que vi nacer a este tercero que se fue a  nacer al centro.
          
  En ese  mismo comentario yo decía:
        
          “Esa  prueba es superada por la escritura de Marina Arrate en la afirmación poderosa  de una identidad poética femenina. Nada hay en su discurso que niegue o rehúya  la marca femenina del discurso. Más aún, el objeto del sujeto es una cierta  corporalidad femenina percibida inicialmente en el libro por el hábito del  maquillaje. La mujer se hace objeto de su contemplación en el acto de pintarse  los ojos. Pero ella no se apropia, no se identifica en esa gestualidad  ancestral, a la cual más bien asiste como si fuera otra”.
        
        “Pintura de ojos”, primer poema del libro,  abre el ritual privado de la consagración de una gestualidad remota que en el  dibujo de la imagen despliega el cuerpo de la mujer como una superficie  sensorial para el placer. El sujeto de la escritura observa el cuerpo de la  mujer, su rostro y lo imprime con un detallismo que constata el cuerpo ajeno,  remoto. El poema pone palabras a la relación de un sujeto con su cuerpo  marcado, heredero de trazos ciegos que la inducen a su propia contemplación  extática. El cuerpo se hace visible en el trazo. Este poema escribe la imagen  fílmica de Elisa en Elisa, vida mía de Saura donde la mujer recorre  la figura de su propia imagen en el espejo que se la devuelve a través del  maquillaje, que le quita transparencia en la búsqueda de una identidad que pasa  por el ritual artístico escrito en su propio rostro.  
        Cuando ella publicó Máscara negra en 1990 escribí:
        
          “Texto  poético que pone en escena un cuerpo de mujer cuyo escenario es un espacio  ritual. El ritual es una escena transformadora por la cual la sujeto adquiere  diferentes materializaciones. La energía transformadora de la representación  poética, de las imágenes instaladas en el escenario de la página convierten la  poesía en magia donde la poeta oficia de maga para una alquimia verbal donde  los constructos simbólicos que circulan en el mercado adquieren un nuevo  estatuto” (7).
        
        Se ingresa en el espacio de la mujer desde  fuera y desde dentro a la vez produciendo la imagen de un cuerpo gozoso y  monumental cuyo destino se sintetiza en los dos siguiente versos:
        
          
            “La mujer ha salido al  escenario.
              Es suya la palabra”.
          
        
        La  literatura se diversifica para incluir una nueva especie de humano cuyo cuerpo  diferencial ha sido o ha estado tachado. Ha sido leído desde un lugar que lo  habla en tercera persona desde un sujeto masculino. Ella la mujer es ahora yo la mujer y al formularse esa frase se diseña un área diferencial desde la cual  el discurso de lo humano se invalida debiendo repensar su marco de eficacia y  presupuestos para estar a la altura del problema de decir algo válido para la  otra mitad de la humanidad desprendiéndose del concepto de femineidad que ha servido  para localizar en el escenario familiar (social) los roles de hombres y  mujeres.
          
  El cuerpo  femenino “natural” despierta a una conciencia que lo descubre desde otro lugar:  la razón poética contemplativa del propio cuerpo espectacular en diferentes escenarios.  El cuerpo animado habla. Se queda el discurso del logos sin tierra natural a la  cual acogerse como refugio mudo ya que esa tierra está animada de voz. Nueva  necesidad del discurso sobre el “hombre”. Entretanto la tierra propiamente tal  se transforma amenazadoramente a consecuencia de la que ha sido objeto por su  categorización y explotación. “La liberación de la naturaleza será abolir su  propia fabricación” (8).
  
  Si se  libera la naturaleza femenina en el texto de Arrate es para llamar la atención sobre  el carácter artificial de esa construcción-mutilación, deformación-, es decir,  abolir su propia fabricación.
  
  Los  elementos de la “escena femenina” se usan como mediaciones para un discurso que  recoge la mutilación y la ofrece a la mirada y amor del otro.
        
          
            “Y todo nada más que un  espectáculo
              para que vieras a esta deformada
              y la  amaras
              con terror y piedad”.
          
        
        Los dos  primeros textos de Arrate los he definido como un poemario contemporáneo donde  se propone una corporalidad de primer plano ritualizada en los actos íntimos  del maquillaje y el vestido cuya culminación es orgásmica y que está centrada  en el cuerpo de la mujer. La perspectiva es desde la mujer que goza su  hermosura y sensualidad desdeñando el tabú y poniendo palabras a universos  prohibidos.
         Ahora no  veo el trabajo poético de este último libro de Marina en relación con lo  prohibido sino que con el misterio. Yo no he tocado los poemas que constituyen  el texto central del poemario porque deseo que Uds. los escuchen con su propia  lectura, pero diré que ellos tienen que ver según mi lectura con los misterios  del cuerpo, de la muerte y del amor. Su belleza conmueve y están vivos. Se me  ha dicho que hay un cierto rasgo de violencia en ellos. Pero a mi me parece  sobre todo que hay artificio creador y fuerza. Está situado este texto en el  reino de la poesía, hecho de palabras, dice más de lo que dice y miente un poco  para decir la verdad de una emoción ante la belleza y el misterio. Agrega otro  universo cerrado, completo, terso a la experiencia de diferentes tipos de  lectores como los que enumeraba Bocaccio. Esta poesía es una celebración  minuciosa del cuerpo, de sus marcas, de interacciones llevadas hasta su  explosión final que podríamos llamar el estado de estar en la luz.
        25 de junio de 1993
        
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        NOTAS
          (1).-         Marina Arrate: Tatuaje Santiago:  Ediciones del Mirador, 1992. 
           (2) Bocaccio Vida del  Dante, s/e.
           (3) Oscar Hahn: “Para qué sirve la poesía” en Revista de  Libros de El Mercurio 20 de junio de  1993
          (4)  “For women, then, poetry is not  a luxury. It is a vital necessity of our existence. Is forms the cuality the  light within wich we predicate our hopes and dreams toward survival and change,  first made into language, then into idea, then into more tangible action.  Poetry is the way help give name to the nameless so it can be thought. The  farhest horizons of our hopes and fears are cobbed by our poems, carved from  the rock experiences of our daily lives… The white fathers told us: think,  therefore I’ am. Black mother within each of us –the poet- whispers in our  dreams: I feel, therefore I can be free. Poetry coins the language to express  and charter this revolutionary demand, the implementation of that freedom”. Audre  Lorde, Sister Outsider, New York: The  Crossing press, 1984.  
           (5) Elicura Chihuailaf, El  invierno, su imagen y otros poemas azules, Temuco: Ediciones Literatura  Alternativa, 1991.
           (6) Marta Contreras: “Este  lujo de ser de Marina Arrate”, Diario El  Sur 1987.
           (7) Marta Contreras: “Escritura femenina Máscara negra de Marina Arrate”, Acta literaria Nº 16 1991.
           (8) Teodoro Adorno: Mínima  Moralia, London, New York: Verso Editions, 1989.