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ENTREVISTA A LA POETA MARINA ARRATE

Por Pilar Errázuriz V.
Revista Nomadías número 9. Primer semestre del año 2009.

- Hola como estás, que bueno que nos dieras la posibilidad de esta entrevista.
- Yo encantada

- Hace mucho que llevo reflexionando acerca de las mujeres que se han situado como sujeto de la enunciación y que “han tomado la palabra” y me interesan mucho tus vivencias en ese lugar. Dime ¿Quién habla cuando tomas la palabra? ¿quien toma el micrófono?
- Qué bueno que me hagas esa pregunta, pues es un tema que me apasiona y sobre el que llevo mucho tiempo pensando. Lo más honesto es decir que no tengo idea, pero más interesante es que te cuente las cosas que pienso de repente. Cuando escribí ese artículo llamado “El Brazo y la Cabellera”, en que reflexionaba sobre la poesía escrita por mujeres en Chile, partía con ese poema de Stella Díaz Varín llamado La Casa, que tiene esa partida regia “Dejaban mi cabellera colgando …etc. Yo decía ahí que se trataba de una mujer muerta y al final del artículo sostenía que una mujer muerta recorría como un fantasma la literatura de las mujeres en Chile. Después esta idea se fue ampliando a algo que ya es sabido, es decir como la estructura patriarcal necesita del silenciamiento de la voz de la mujer,  la muerte de una mujer. Esa leyenda por ejemplo, de la construcción de los castillos medioevales sobre el cadáver de una vírgen. Entonces, a veces pienso que es esa voz la que aparece, es esa voz la que se toma el micrófono.
  
- ¿Qué fantasmas rondan?
-  Esta voz muerta que se levanta, que necesita hablar y que se encarna en algunas protagonistas de las novelas de algunas mujeres o que aparece tomándose el micrófono en algunas poetas. Pienso por ejemplo en Soledad Fariña en El Primer Libro, Pienso en la cuchepa de Carta de Viaje de Elvira Hernández, pienso en los palacios de nieve de Eugenia Brito,  Pienso, casi como un paradigma, en La Hora de la Estrella de Lispector. El esfuerzo increíble de Lispector por dotar de palabra a la protagonista de esa novela, y que es además el tema de muchas de sus novelas. Pienso, sin duda, en L. Iluminada de Lumpérica de Diamela Eltit. En la irreverencia de Marosa di Giorgio. En la irreverencia de todas ellas. En el tremendo esfuerzo de todas ellas por dar con la voz, con el personaje.

- ¿Con quién o con qué estás interlocutando?
- Desde ese punto de vista, no puedo dejar de recordar las palabras de Virginia Woolf en el Diario de una Escritora, editado por el marido, ojo, ella escribe: “Al final, escribo para mi misma, ¿para quién si no?”. Las recojo, porque se trata de poder dar con esa voz en una intimidad y un recogimiento que son muy profundos. Es con esa voz con la que converso. Y con las voces de otras escritoras que han dado con ella.

- Dice Leon Bloy, que un o una gran poeta lleva consigo un “signo incontestable” que es la inconsciencia profética. Bloy la define como la facultad de expresar  palabras inauditas, cuyo contenido el/la poeta ignora. Tu obra siempre me ha parecido ilustrar este comentario, especialmente Uranio y tu último texto El Libro del Componedor. ¿Cómo vives tú la experiencia poética?
- Todo esto es bastante angustioso, finalmente. Y al mismo tiempo, muy gozoso. La mezcla de las dos cosas hace que la experiencia sea a veces cataclísmica.  Hay muchas ocasiones en que la postergo, la evito, la rodeo. En realidad, hay que tener mucho cuidado con la poesía, si estás muy cerca te mata y si estás lejos, te mueres. Y pienso que si esta emoción no está en juego, pues es que la voz no se ha manifestado. Digo más claramente, que una poeta habita en mí.  Que yo soy objeto de la poesía y de esa poeta. Y que el gran arrojo consiste en permitir que esa voz hable desde mi misma y que yo la haya escuchado, le haya dado el micrófono. Que yo haya prestado mi voz a esa voz.

Desde ese punto de vista, me gusta el concepto de Bloy,  es bonito. La aparición de esas palabras inauditas, de esa voz que finalmente no se sabe de donde viene, calza en ese sentido con lo que te he estado contando. Ahora, la insconciencia profética se manifiesta algunas veces en la poesía, y hay ejemplos de eso. Lobos y Ovejas de Silva Acevedo, por ejemplo, se ha leído muchas veces en esa clave. O como los poetas han “adivinado” su propia muerte. O quizás también la han preparado. Aquí aparece el insconciente. Ahora, me gustaría precisar. Yo pienso que la voz usa el insconciente del o la poeta, pero no es el insconciente propiamente tal.

- Precisamente porque creo que el inconsciente es el gran artífice de la creación poética y que impulsa la "inconsciencia profética", me gustaría que me cuentes cómo se relaciona este fluir del pensamiento con el uso de la técnica para el logro estético.
- Bueno, te decía que yo no homologaría insconciente con la voz poética, diría más bien y lo vuelvo a decir, que la voz hace uso del insconciente del pobre, la pobre sujeto que la porta.

Dirimir donde se diferencian uno de la otra ya me parece imposible, en verdad, pero lo que si me parece crucial es que el/la poeta debe ajustar su técnica a esa voz. Siempre me interesó ese problema y me sigue interesando. En la medida que pasan los años y me siento poseedora de un buen acervo de instrumentos, el problema aún persiste. Cada vez que la voz aparece exige un nuevo formato. Entonces, cuando una poeta escoge una técnica, siempre pienso por qué escogió esa, por qué escogió, por ejemplo, un poema breve, por qué usó puntuación, porqué el poema es largo y no lo dividió o al revés, por qué lo dividió. En general, me asombra que los/las poetas no tengan una respuesta muy clara en relación a este punto. La mayoría de las veces es simplemente porque es la técnica que manejan, porque les sale así, 

- La filósofa feminista Celia Amorós se refiere a la capacidad que tenemos de resignificar la realidad desde una perspectiva emancipatoria ¿Te parece que las mujeres poetas actuales practican esa pirueta? ¿Cuáles a tu entender lo hacen más atrevidamente?
- Bueno, mencioné algunas poetas que me parecen muy interesantes, y podría decir que todas ellas resignifican el mundo. De modo especial, agregaría a Marosa di Giorgio, ella crea un mundo completo que aún está por descubrirse,  y Alejandra Pizarnik que no flaquea en seguir su voz aunque la lleve al infierno. Y de las poetas chilenas actuales pienso en Paula Ilabaca, en Marcela Saldaño.

- ¿Podrías comentar acerca del lugar social que tiene en la actualidad y en nuestras latitudes una poeta mujer?
- Pienso en verdad que es inexistente.

- El psicoanalista Pichón Rivière asegura que el proceso creador consiste en transformar lo siniestro en maravilloso. De ese modo, me parece que escribir poesía es una suerte de alquimia, de cocina mágica con palabras e imágenes que debe tener un costo innegable. ¿Nos podrías contar cómo es el trayecto a través de la creación de una obra?  ¿Cuáles son los avatares?  ¿Se vive una suerte de goce? ¿se convive con el conflicto?  ¿y con el dolor? ¿se transforma de algún modo el dolor?
- Seguro que si. También se dice que el poema es un lugar privilegiado de construcción de sentido, esto me lo sopló Diamela Eltit, hace tiempo atrás, conversando. Este logro de síntesis que es el poema, y que linda con lo maravilloso como mencionas tú, es un esfuerzo de todas las partes de la psique del/la poeta al servicio de la voz. Todo el problema de hacer calzar la voz con la voz, la técnica al servicio de la voz, la tremenda conmoción que ocurre cuando la voz se manifiesta, el goce que comporta estar en esa cocina fabulosa, y el miedo y la tristeza, y el asombro, Y sí, algo has aprendido cuando terminas un trabajo, algo se ha transformado, algo se ha sellado.

- Si hacemos un cocktail de resignificación, inconsciencia profética y alquimia para definir el proceso creador ¿Cuál es el balance en términos de resultados para la construcción de la subjetividad?
- Cuando ya están escritos los poemas, quedan ellos como estatuas hieráticas sosteniendo el mundo. Ellos definen los puntos cardinales, los límites a lo desconocido, sellan las puertas del abismo.

- Por último,  me imagino que sigues escribiendo ahora. 
- Siempre estoy en algo. Ahora, ya está editado El Libro del Componedor, el lanzamiento está a punto de ocurrir. Tengo un libro en corrección y otro en mi mente, que ronda en torno al agua, que ya estoy escribiendo. Hace poco escribí un poema largo en memoria de Gonzalo Millán, Se llama El Tratado del Nadador y espero poder publicarlo luego,  tú lo conoces, y que a propósito de lo último que hablábamos aparece al final del proceso del duelo.

- Muchas gracias Marina, Nomadías Feministas está encantada de tenerte en sus páginas. Hasta pronto.
- Muchas gracias a ti, muchas gracias a la Revista Nomadías.

 

 

 

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