Proyecto Patrimonio - 
        2010 | index | Marina Arrate  | Autores |
        
          
          Pilar Errázuriz. Filigranas  Feministas. Memoria, Arte, Psicoanálisis.
          Editorial Libros de la Elipse, Santiago, Chile,  2006
        El  Sublime Frenesí. Poesía y Pulsión de Muerte(1)
        Por Marina Arrate 
        
        Quisiera en esta  presentación entablar un diálogo con el capítulo “Fantasma, Divino Tesoro.  Poesía y Pulsión de Muerte” del libro Filigranas Feministas. Psicoanálisis,  Memoria, Arte, de la psicoanalista Pilar Errázuriz (2).
        En carta a  Fliess del 31 de Mayo de 1897, Freud alude a la poesía como fruto de la  ensoñación histérica; sin embargo, me resulta más sorprendente el rescate que  hace de unas palabras de Shakespeare en Sueño de una Noche de Verano: la poesía  como el Sublime Frenesí.  
        Escribe Freud a su amigo; “el mecanismo de la creación  literaria es el mismo que el de las fantasías histéricas. Goethe en su Werther  combinó algo que había experimentado (su amor por Lotte Kastner) con algo que  había oído (el destino del joven Jerusalem que se había suicidado).  Probablemente haya jugado con la idea de matarse y encontró en ella un punto de  contacto para su identificación con Jerusalem al que dota de sus propios  motivos derivados de su enamoramiento. Por medio de esta fantasía se protege a  si mismo contra las consecuencias de su vivencia.
         Asi Shakespeare tuvo razón cuando equiparó la poesía a la  locura (el sublime frenesí).” The fine frenzy. (3) 
            
            Hasta aquí la cita, el comentario que hace Freud a su amigo  Fliess. Lo interesante de ella es que nombrando al Goethe de Werther, allí en  los comienzos del romanticismo alemán, incluye quizás sin saberlo las fuentes  amorosas y tanáticas de la obra de la arte, su amor por la joven y el deseo de  aniquilarse, y su desplazamiento en la construcción de la obra de arte. Aún no  había Freud concebido el concepto de Pulsión de Muerte, que como es sabido y  como menciona Pilar Errázuriz, aparece a la luz en 1920 en el capítulo Más Allá  del Principio del Placer.
        Bien podemos especular que en ese comentario epistolar se  deja ver ya la interrelación de la pulsión amorosa y la tanática en la creación  literaria, y si bien la ensoñación histérica a la cual da tanto mayor importancia  en su carta y que desarrollará más ampliamente en el artículo “El Poeta y los  Sueños”, de acuerdo con Pilar podemos plantear que esta ensoñación histérica no  sería más que la pantalla donde se proyecta la lucha entre Eros y Tánatos,  cuando acontece la escritura.  
        Muy bien da cuenta este capítulo de Pilar Errázuriz del modo  en que Eros y Tánatos se entretejen. En un notable esfuerzo por quitarle, como  ella dice, a la biología su porción incognoscible y fatal, sigue el recorrido,  la ruta, que ambas fuerzas recorren en un proceso mucho más dialéctico que  binarista. Un tejido construido para suplir la falta convertida en fantasma.  Fantasma que nos recorre ya cuando enamorados/as, ya cuanto asediados/as  por la idea de un peligro de muerte. Goethe escribiendo  su Werther. (Werther es una novela  que  relata el enamoramiento fatal del protagonista, Werther; fatal  por cuanto la historia de amor  culmina con el suicidio del personaje).
        Qué mejor ejemplo que cuando estamos enamorados/as, pues  ¿qué puede ser más “peligroso” que percatarnos que el supremo bien nos viene de  un otro que no somos nosotros? ¿De un cuerpo que bien puede hurtársenos pues  está en todo su derecho? Un abismo se abre para ser inundados por la pulsión de  muerte y una angustia sobrenatural nos sobrecoge. 
        La escritura, producto de la sublimación, y recurso al que  el artista acude para no sucumbir a la angustia de muerte. No puedo evitar  glosar a Pilar Errázuriz  por lo  didáctico de su descripción. Retoma Pilar a Freud en “El Yo y el Ello” para  explicar el modo en que la sublimación se lleva a efecto: el Yo se apodera por  identificación de los objetos que ha de abandonar y “se ofrece al Ello para de  este modo compensar la pérdida experimentada”. La líbido objetal sexual se  transforma en líbido narcisista para proponerle un nuevo fin” (4). Es decir,  Goethe renuncia a su amada y renuncia a sus deseos de muerte, y a la energía  que ha vuelto al sujeto, a Goethe siguiendo el ejemplo que nos ofrece el mismo  Freud, se le propone un nuevo fin, la escritura. 
        Cito a Pilar: “adviene entonces, calladamente, un avance de  Tánatos. El Otro, causante también de la dimensión deseante, se compadece del  sujeto y le concede la palabra, le concede el lenguaje, le concede el pensar” y  más adelante  “Sin embargo, hacer suyo el  objeto amado como centro de la melancolía no resuelve el conflicto fundante” y  más adelante “Tánatos volvería al sujeto al vestíbulo melancólico, prólogo de  una posible sublimación y de la apropiación de la palabra” (5).
        Citando a Kristeva, Pilar Errázuriz se pregunta. “se ha  recalcado suficientemente el vínculo entre el arte  y la melancolía como para no plantear  brutalmente la pregunta: ¿Cómo lo hacen quienes no sucumben a ella? La  respuesta de Kristeva es que resexualizan las palabras, los colores, los  sonidos. Pero me gusta más la respuesta de Pilar Errázuriz. Cito: “Lo erótico  de la fantasmática convocada en la sublimación poética consiste, a mi modo de  ver, en sostener la tensión deseante desde el lugar del desamparo. Sólo el desamparo  – deseo exacerbado a partir del rechazo del otro – su ausencia, permite a Eros  reproducir su búsqueda de desencuentro. Puesto que el deseo está marcado por la  falta y está abocado al desencuentro, sólo recurriéndose a una supuesta  identidad retratada en el fantasma de la impotencia se dará cuenta de la  erotización en el deslizamiento por los significantes.(6)”
        Volviendo a nuestro ejemplo, ¿cómo lo  habría hecho Goethe para no sucumbir a la melancolía? Expuesto al fracaso de su  amor por Lotte Kasner e invadido por fantasías suicidas, la escritura le  permite reproducir la tensión deseante desde el lugar del desamparo, cuestión  que le permite a Eros reproducir su búsqueda de desencuentro. Toda la letra, la  escritura, el pensamiento se erotizan nuevamente, permitiendo  - en el mejor de los casos -  una elaboración de la compulsión a la  repetición, es decir, una repetición restitutiva, como escribe Pilar Errázuriz.
        Son  innumerables los testimonios de autores que logran “salvarse” por la vía de la  escritura. Recordé en el momento en que escribía esta presentación, el libro  Opio, Diario de una Desintoxicación, de Jean Cocteau. (7)
           
          Mauricio Wacquez,  gran novelista chileno, escribe un prólogo  muy interesante a esta obra, que él mismo tradujo. “No podemos – escribe  Mauricio Wacquez – entender al Cocteau crucial de Opio sin referirnos al hecho  también crucial…de su encuentro con Raymond   Radiguet, su fugaz y apasionada relación, y la muerte fulminante de  Radiguet el 13 de Diciembre de 1923.”(8) Esta muerte, de un tifus absurdo  comentará Wacquez, deja a Cocteau sumido en una grave depresión y en las manos  del opio.
           
          Dice Wacquez:  “Orfeo en 1925, y Los Niños Terribles en 1929, la primera insuficiente, la  segunda exitosa, constituyen la verdadera “curación” de Cocteau. Opio es contemporáneo  de la segunda. Ya que si el análisis psicológico no existe en Opio es  precisamente porque la obra de arte fair l’affaire, es el mejor psicoanálisis,  la única realidad capaz de ahuyentar los fantasmas que devoraban al poeta”. “Siempre  me ha sorprendido el carácter catártico de la poesía”, comenta Wacquez. Cuando  al final de Opio, Cocteau habla de que está curado: “Curado me siento vacío,  pobre, asqueado, enfermo. Floto”, siente de verdad una liberación. Pero no está  vacío porque haya vuelto del infierno, porque esté desintoxicado o haya escrito  Opio. Está “vacío” porque en tres semanas del mes de marzo de 1929, durante su  curación escribió “Los Niños Terribles”, el gran espasmo que le permitió  sentirse definitivamente “curado”. Así, lo primero – o lo último – que piensa  es en su próxima obra. “Mi próxima obra será una película”. En seis años de  infierno, como un Orfeo que sale del espejo después de buscar reiteradamente a  su amor, el poeta ha logrado el olvido en la memoria de la poesía.” (9) Hasta  aquí Wacquez pensando en Opio de Cocteau.
        çParece como si hubiera leído a Pilar. La cito: “Por fin, con  el deslizar del ojo, de la pluma, de la lengua, de significante en  significante, el sujeto puede – por un momento – abandonar la condena – cadena  perpetua de mirarse en el espejo del otro, en los ojos del Otro, para jugar a  la caligrafía del objeto de amor, del objeto “a”. (10)
        Pero, ¿qué pasará con los/as poetas que no resisten, que  sucumben a la melancolía? No puedo dejar de mencionar a Alejandra Pizarnik, una  de mis poetas favoritas. Hay muchos otros/as. Silvia Plath, Virginia Wolf, los  chilenos Alfonso Alcalde, Pablo de Rokha y muchos otros. 
        Alejandra  Pizarnik muere el 9 de Octubre de 1972. Escribe en su Diario el 9 de Septiembre  de 1971, es decir 11 meses antes de su muerte. Ya ha intentado suicidarse  varias veces. “Las palabras son más terribles de lo que me sospechaba. Mi  necesidad de ternura es una larga caravana./ En cuanto al escribir, sé que  escribo bien y esto es todo. Pero no me sirve para que me quieran.” (11) 
        Escribe Pilar  sobre el suicidio: “Sólo la indiferencia y la muerte del deseo darían cuenta de  un Tánatos activo” y más adelante “El suicidio vendría entonces a darle el  triunfo a Tánatos sobre el objeto, sobre el deseo del otro acerca del displacer  del sujeto, ya no encontraría el otro un reservorio para su deseo de rechazo”  (12). Es decir, ya no hay un otro con el cual tejer el deseo frustrado de amor.  O dicho de otro modo, el yo abandona la batalla. “Las palabras no sirven para  que me quieran”, dice Alejandra Pizarnik. Eros se retira de las palabras, la  ilusión de amor desaparece y la poeta no resiste.
        Al final de su  artículo, Pilar Errázuriz escribe: “Es sólo desde el desamparo desde donde el  sujeto podrá permitirse acariciar la sombra del objeto mientras este corre  hacia el horizonte, y se empeñará en la búsqueda de un significante que no  revelará más que lo mismo: es decir, la falta, la nada”. (13)
        Sospecho que  Alejandra Pizarnik no fue capaz de resistir esta verdad que le debe haber parecido  insoportable, ella que siempre iba en busca de un jardín. Cito de sus varios  versos con el tema, uno póstumo:
        
          
            “en la noche  del corazón
              En el centro de  la idea negra
            Ningún hombre  es visible
              Nadie está en  algún jardín” (14)
          
        
        Otra es la  experiencia de Olga Orozco, gran amiga de la poeta y que escribe en su homenaje  un poema llamado “Pavana para una infanta difunta”, donde afirma:
        
          
            “Pero otra vez  te digo
              Ahora que el  silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
              En el fondo de  todo hay un jardín.
              Ahí está tu  jardín
              Talita cumi”  (15)
          
        
        El sentido de  las palabras arameas con que termina el poema – cuyo sentido es “Muchacha, a ti  te digo, levántate”, y que son las palabras con que Cristo ordena a la hija de  Jairo que resucite, en Marcos V 41 – 42, (16) puede representar en el caso de  Orozco el supremo esfuerzo, a nivel de la fe, por sostener a Eros por sobre un  avance tan rotundo de Tánatos.
        Para terminar,  quisiera relatar en qué contexto aparece el Sublime Frenesí al que alude Freud  en su carta a Fliess.   En Sueño de una  Noche de Verano, dos parejas se quedan dormidas y en el sueño, un duende  maldadoso esparce en sus ojos un polvo hecho de variadas hierbas que los  confunde de tal modo que al despertar se han enamorado de la pareja contraria;  lo mismo hace con un hada que al despertar se enamora de un  aldeano disfrazado de burro y así, se van  sucediendo en la obra una serie de equivocaciones de orden cómico. Es en esta  pieza jocosa, perteneciente a las primeras obras de Shakespeare, cuando  componía para divertir a sus amigos, donde Freud rescata la comparación que  hace Shakespeare de la poesía y la locura, el sublime frenesí.
        “El ojo del  poeta, en su delirio, va del cielo a la tierra y vuelve al cielo” (17)
        
        * * * 
         NOTAS
        (1) Este texto fue leído en  la presentación del libro Filigranas Feministas. Psicoanálisis, Memoria,  Arte, de Pilar Errázuriz, en la   Sala de Conferencias del Decanato de la Facultad de Filosofía y  Humanidades de la   Universidad de Chile el día 9 de Junio de 2006 a las 19.00  hras.
          (2) Errázuriz, Pilar. Filigranas  Feministas. Memoria, Arte, Psicoanálisis, Editorial Libros de la Elipse, Santiago, Chile,  2006.
            (3) Freud, Sigmund: Obras  Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, España, 1996, p. 1574. En nota a  pié de página, se señala  que las  palabras “sublime frenesí” se encuentran en inglés en el original y  corresponden a “fine frenzy”. En Sueño de una Noche de Verano, acto V, esc. 1:  “The poet’s eye, in a fine frenzy rolling”
              (4) Errázuriz, Pilar: op.  cit. p. 91.         
              (5) Errázuriz, Pilar: op.  cit. p  92.
              (6) Errázuriz, Pilar: op  cit. p. 95.
              (
              7) Cocteau, Jean: Opio.  Prólogo de Mauricio Wacquez. Editorial Sudamericana, Santiago, Chile, 2002.
              (8)   Cocteau, Jean; op. cit. p. 8.
              (9)   Cocteau, Jean: op. cit. p. 15.
              (10) Errázuriz, Pilar: Op.  Cit, p. 92
              (11) Pizarnik, Alejandra: Diarios.  Ed. Lumen, Barcelona, España, 2003. p.502
              (12) Errázuriz, Pilar: Op  cit., p.90
              (13) Errázuriz, Pilar: Op.  Cit, p. 95
              (
14) Pizarnik, Alejandra: Poesía  Completa, Ed. Lumen, Barcelona, España, 2ª edición, 2001, p. 445.
(15) Orozco, Olga: Páginas  de Olga Orozco. Seleccionadas por su autora.Con Estudio Preliminar de Ana  Becciu. Ed. Celtia, Buenos Aires, Argentina, 1984, p. 48
(16) Orozco, Olga: Op. Cit,  en Prólogo de Ana Becciu, p. 48
(17) Shakespeare, William; Sueño de una Noche de Verano, Traducida por Idea  Vilariño, Ed. Losada, Buenos Aires, Argentina, 4ª edición, 1995, p. 152.
        * * * 
        Bibliografía:
        - Cocteau, Jean: Opio.  Prólogo de Mauricio Wacquez. Editorial Sudamericana, Santiago, Chile, 2002.
        - Errázuriz, Pilar. Filigranas  Feministas. Memoria, Arte, Psicoanálisis, Editorial Libros de la Elipse, Santiago, Chile,  2006
        - Freud, Sigmund: Obras  Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, España, 1996.
        - Orozco, Olga: Páginas de  Olga Orozco. Seleccionadas por su autora. Con Estudio Preliminar de Ana  Becciu. Ed. Celtia, Buenos Aires, Argentina, 1984,
        - Pizarnik, Alejandra: Diarios.  Ed. Lumen, Barcelona, España, 2003. p.502
        - Pizarnik, Alejandra: Poesía  Completa, Ed. Lumen, Barcelona, España, 2ª edición, 2001, p. 445.
        - Shakespeare, William; Sueño  de una Noche de Verano, Traducida por Idea Vilariño, Ed. Losada, Buenos  Aires, Argentina, 4ª edición, 1995.