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La maniobra de Heimlich (2010) de Miguel Antonio Chávez (1979-)

Por Esteban Mayorga(*)

Siempre es sano para el encéfalo leer una novela difícil no por su prosa, que es una koiné diáfana, sino por su contenido secreto y provocador, cosa que parece que va a explotar el rato menos pensado. Saltarina y aparentemente rota es la senda por la cual circulan las tres partes de la primera novela de Chávez a la cual se le riegan, entre algunas fotos del hemiciclo de la rotonda de Guayaquil y dibujos de sombreros mexicanos, los intertextos publicitarios y literarios (incluido un poema del mismo autor publicado anteriormente) así como los tocantes al cine, la música y la televisión.

La novela es sobre un guayaquileño que viaja a Buenos Aires para asistir ingenuamente a un taller de creatividad publicitaria, pero una vez allí se da cuenta de que en su viaje “nada es casual” (170), porque el joven guayasense descubre allí el Secreto concerniente a Guayaquil, el cuento de Borges, que no les voy a contar para que vayan volando a comprar la novela editada en Perú por Altazor, editorial valiente que incluyó una gira del escritor por ese país así como una presentación en Buenos Aires (aunque entiendo que esta última fue organizada por el propio autor).

Mi lectura de la novela, acaso prejuiciada por lo del mercado, aquello del best-seller, eso del texto fácil y vacío, me recuerda a lo que dijo Adorno con respecto a “la inmediatez del mundo de la mercancía”. Si no soy tan mal lector indudablemente válida es una interpretación en la cual Chávez quiere arremeter precisamente contra esa maquinaria que todos los escritores satanizamos porque es mala para la literatura y tiene mucho poder, por lo cual vendría a ser algo así como el demonio; y este joven autor lo hace muy bien al utilizar una estructura fragmentada, pliegues lúdicos intertextuales, trampas y chistes finos para el lector formado, manuales del editor literario de hoy en día (genial), y buena prosa, entre muchas otras cosas:

“Eso sí, Mathilda no conocía de la existencia de la otra Mathilda, ni esta de la otra, ni esta de la siguiente; peor de mi extraña suerte que solo haber conocido Mathildas en una ciudad como esta, infame pañuelo o bola de estambre donde un extremo se junta a otro, donde en nombre del azar se cumplen las lógicas de los vórtices pueblerinos coincidentes, que tornan todo tan impredecible y predecible a la vez” (116).

Chávez narra con el clásico cinismo paródico, que ya se atisba en su libro de relatos Círculo vicioso para principiantes, lo que está alrededor, no lo importante; es decir las propagandas creativas y sus vaciedades burlándose del énfasis que se da en ellas a lo marginal y no a lo esencial, y deja significados velados solo asequibles por medio de una lectura profunda que remite a una serie de otros textos, entre ellos el principal siendo el cuento ya mencionado de Jorge Luis Borges. Hay que mencionar que la novela se pasea por los linderos y arrabales de la literatura fantástica saltándose a momentos el tiempo y el lugar, donde aparece de pronto al más estilo de los “Sueños” quevedianos nada más y nada menos que Ricardo Montalbán con su enano de la Isla de la fantasía; a la vez que juega con las múltiples interpretaciones de cara a la célebre reunión entre San Martín y Bolívar (¿hacia dónde es dirigida la mano de San Martín al estrechar la de Bolívar?).

Pero también es forzoso mencionar que el nivel de name-dropping es excesivo, e igual cosa sucede con la inclusión de hechos historiográficos nimios a lo Chuck Palahniuk (la epígrafe no es gratuita), a la vez que sorprende un poco que entre tanto nombre de publicitarios-escritores no se mencione a los brasileños de Noigandres —Décio Pignatari y su ya clásico poema “Beba Coca-Cola” por ejemplo— y la poesía concreta donde se explicita que el producto final no es lo importante sino el proceso y el concepto de su creación (algo que Chávez ejemplifica excelentemente). Pero esa a lo mejor no es la intención del autor y el resultado de la lectura es distinta para cada lector como ya sabemos; pero lo que es innegable es que esta novela le hace al lector su propia “maniobra de Heimlich” e intenta quitar los escombros que obstruyen la experimentación en la literatura ecuatoriana, experimentación por la cual Chávez deambula con absoluta libertad y firmeza. Recomendado.

 

* * *

(*) Esteban Mayorga (Quito, 1977). Es autor del libro de relatos Un cuento violento (premio Gallegos Lara 2008) y de la novelaVita Frunis (premio Pablo Palacio 2009). Participó en el III Congreso de narradores jóvenes organizado por Casa de América en 2010. Relatos suyos aparecen en antologías ecuatorianas y latinoamericanas. Actualmente se está doctorando en Boston College.


 

 

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