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Ramón López Velarde y Chile

Por
Marco Antonio Campos


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La Casa del Escritor de Chile nació como una sugerencia de Pablo Neruda, se concretó el 7 de noviembre de 1961 y se inauguró dos días después. El presidente Jorge Alessandri donó la bella casa, que aún se alza en Almirante Simpson # 7, en el barrio de Providencia, y la alcaldía de Santiago, a través de su titular Ramón Álvarez Goldsek, puso (dispuso) el dinero para comprar el mobiliario. Entonces sólo había una biblioteca y una sala de conferencias. La casa tenía un garaje “repleto de desechos”. Escritores chilenos hablaron con el entonces embajador mexicano Gustavo Ortiz Hernán, quien consiguió los fondos, y el garaje de la casa se volvió casi dos años después el Refugio “Ramón López Velarde”, para que fuera una suerte de área de solaz y descanso. Según alude el embajador en su escrito más nacionalista que lopezvelardeano, el Refugio tomó el nombre del zacatecano también por sugerencia de Neruda. Se inauguró el 17 de septiembre de 1963. Si nos asomamos a la WEB vemos buena parte de lo que es ahora el Refugio, con un mobiliario de seis mesas, tres pinturas y dos faroles de hierro, el cual es una suerte de taberna donde, como me dice el poeta chileno Manuel Silva, sólo se bebe vino, y principalmente vino tinto, siendo uno de los motivos, porque cuando a Pablo de Rokha le preguntaban en el Refugio si quería tinto o blanco, respondía: “Te dije vino, huevón”.

Para celebrar la inauguración del Refugio se publicó en las prensas de la Editorial Universitaria la plaquette Presencia de Ramón López Velarde en Chile.  El libro, se dice al principio, es “una edición del Fondo del Plan Chileno-Mexicano de Cooperación Fraternal 1960-1964”. El libro contiene tres prólogos y una selección de poemas de López Velarde: uno, de Guillermo Atías, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile; otro, del embajador Ortiz Hernán, y el último, de Pablo Neruda. También de Neruda es la selección de textos. Para la edición se tiraron 5,000 ejemplares y la cuidó –la descuidó- el poeta brasileño Thiago de Mello, amigo de Neruda. La edición tiene al menos 16 erratas, algunas graves, que se trató de resarcir con un Postludio Tipográfico, donde se señalaban. Podría darse una atenuante: la edición fue un bomberazo; se hizo en una semana: del 10 al 17 de septiembre. Quizá acaeció esto porque Neruda se retrasó en la escritura de su ensayo que está fechado en agosto.

La honda admiración de Neruda por López Velarde nació en Ciudad de México cuando fue cónsul general de Chile en nuestro país: de agosto de 1940 a agosto de 1943. Su ensayo introductorio es precioso pero contiene una deliciosa mentira, que se vuelve en sí misma varias, y que a un lopezvelardeano hacen sonreír o de plano reír. Neruda cuenta que habitó en la casa que fue de López Velarde y aun se dio el lujo de describirla. Cuenta que se instaló en la vieja villa lopezvelardeana de Coyoacán, “a orillas del Distrito Federal”. Muy bien, salvo que López Velarde no tuvo jamás una villa, ni vivió en Coyoacán, ni Coyoacán está a orillas del Distrito Federal.

Pero lo que es más delicioso es la descripción. Cuenta que al llegar lo primero que hizo fue remozarla, y después, con imaginación impune, detalla: “La casa fantasmal conservaba aún un retazo del antiguo parque, colosales palmeras y ahuehuetes, una piscina barroca, cuyas trizaduras no permitían más agua que la de la luna, y por todas partes estatuas de náyades del año 1910. Vagando por el jardín se las hallaba en sitios inesperados, mirando desde adentro de un quiosco que las enredaderas sobrecubrían, o, simplemente, como si fueran con elegante paso hacia la vieja piscina sin agua, a tomar el sol sobre sus rocas de mampostería”.

Es decir Neruda quiso vivir en una casa donde RLV hubiera anhelado vivir y no donde el zacatecano vivió. Neruda sabía muy bien que la casa no era de López Velarde. ¿Por qué Neruda inventó la fábula? Estoy por creer que era una manera de divertirse –de tomar el pelo- al lector, incluso a gran número de mexicanos.

Como se sabe, cuando a principios de 1914 RLV llega desde SLP para radicar definitivamente en Ciudad de México, alquila una de las viviendas de la casa de Jalisco 71 (actualmente Álvaro Obregón) y los siete años de vida que le restan morará allí en compañía de su madre y una hermana. Vivirá siempre en una pobreza con decoro y ni en sueños guajiros se habría visto rodeado de “colosales palmeras y ahuehuetes”, ni mucho menos tener una “piscina barroca” para nadar. En algunos momentos inclusive la familia López Velarde parece haber vivido a la buena de Dios. Lo curiosamente simpático es que se han tragado la píldora buen número de biógrafos y críticos que han repetido la fábula chilena.

Más allá es un precioso y original ensayo. En él Neruda califica a RLV como “el más provinciano de los poetas” y anota que en poesía destila un “líquido erotismo” que circula “como soterrado, envuelto por el largo verano, por la castidad dirigida al pecado”. Al final Neruda dictamina y justifica: “En la gran trilogía del modernismo es RLV el arcángel final, el que pone el punto sin coma”. Los otros dos son Rubén Darío y Julio Herrera y Reissig. Para Neruda, los dos primeros abren los caminos de la revolución de la poesía en lengua española y quien la culmina es el joven jerezano Si se me permite esta intuición yo creo que RLV con muy poco se hubiera sentido tan cerca como de las tres o cuatro cuartillas que Neruda escribió sobre él.

Respecto a la selección, Neruda escogió cuatro poemas en verso, un corrido y cuatro poemas en prosa. Los poemas en verso los tomó de Zozobra y El son del corazón y los de prosa de El minutero. De los primeros, abre con “La suave Patria”, y sigue con “Jerezanas”, “El retorno maléfico” y “Mi corazón se amerita en la sombra”, y cierra con un disparate: el “Corrido de la muerte de Emiliano Zapata”. Los poemas son altamente representativos de la lírica, pero Neruda ¿de dónde diablos sacó que el corrido era de López Velarde? Cualquier lector mínimo de López Velarde no puede sino soltar la risa. Vamos por partes. ¿Neruda ignoraba que el autor de ese corrido era Armando List Arzubide, hermano de Germán, el poeta estridentista? ¿No se dio cuenta que el corrido, además de lo mal medido, se prodiga en hipérboles y en falsedades? ¿No sabía Neruda –algo esencial- que López Velarde era furibundamente antizapatista, y que denostó contra él en varios artículos que publicó de julio de 1912 a enero de 1913 en el periódico católico La Nación, y lo sobrenombró Atila y el Tamerlán del sur y pidió más de una vez que los bandoleros zapatistas fueran aniquilados? Sin embargo López Velarde aborreció muy pronto la violencia, y en algún momento escribió impecablemente que todas las facciones revolucionarias “se disputaban la supremacía de la crueldad”, y en abril de 1921, cuando redactó “La suave Patria”, no pensaba sino en contraponer a la “patria escalofriante” una patria femenina en la que sobresalía la provincia quieta y colorida. Neruda no podía engañarse. Tengo para mí que al elegir ese corrido quiso volver a alguien tan entrañable para él, más afín a su ideología, un intelectual y un poeta revolucionario…, pero también volverle a tomar el pelo a los lectores.

Si nos atenemos a la elección de los poemas en verso, Neruda buscó resaltar de RLV su “purísimo patriotismo”, su fervor por el pequeño pueblo donde nació y vivió hasta los diez años -el cual figuradamente representaba la Provincia- y su “líquido erotismo”. En cuanto a la elección de los poemas en prosa (“La cigüeña”, “Noviembre”, el fragmento de la “Oración fúnebre” (dedicada al pintor Saturnino Herrán) y “Mi pecado”, me parece que identificó inconscientemente en ellos, algo de la atmósfera y el lenguaje de Anillos, El habitante y su esperanza y las dos primeras Residencia en la tierra.

Más allá de las invenciones o falsedades divertidas, lo que conmueve es la admiración esencial que Neruda tuvo por López Velarde. Los dos son Poetas con mayúscula, los dos son intensamente telúricos y su poesía destila un “líquido erotismo”, y los dos, de una manera diversa, son los poetas nacionales de sus países. Si alguien apadrinó y dio difusión a López Velarde en Chile fue Neruda. Aún ahora, cincuenta y tantos años más tarde, sigue grabado el nombre del poeta mexicano en el Refugio de la Casa del Escritor, y quisiéramos que siguiera allí, y a lo mejor, como decía Guillermo Atías en 1963 el Refugio chileno “estará presente en toda la vida literaria del futuro”. 




 

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