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Maha Vial, poeta:
"Digo lo que un montón de viejas neuróticas no pudo decir"


Por Yanko González Cangas
Publicado en Crónicas del Far West. N° 2 , Valdivia, primavera 1995


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Poeta, actriz, barman, tiene a su haber dos libros publicados: "La Cuerda Floja" (1985) y "Sexilio" (1994); ha sido incluida en prestigiadas antologías y obtenido diversos premios. Es la femme fatal de la poesía del sur de Chile. Controvertida, Maha ha ganado eco, ya sea por su desenfadado verbo poético o por sus apariciones públicas. Maldita de cepa, continúa una tradición explorada por no pocos poetas chilenos: el vitalismo a ultranza, la acción, la "yo poeta" encarnada en la verdad vital.

Nos encontramos varias veces en la barra del Tragabar, lugar donde trabaja. Ella se sostiene al timón de los tequilas y los vodkas. Agita manos, saborea, se neurotiza. Todo un buque se contornea en sus dedos flacos que paren Margaritas y Matadores.

Ya en su casa, se sienta en un sillón con hilos que cuelgan como algas y toma café abrazando la taza cual bola de cristal. Algo como un turbante rodea su pelo cansado de tinturas diversas: un cobre opaco, un castaño movedizo, unos rayos pálidos. Se menea, se cambia de ropa y brinca atropelladoramente de un tema a otro: propone, se retrae, cae agolpada por la angustia y lagrimea. Va por un cigarro. Va por otro y también por una cerveza. Un equipo de música pick up toca a Janis Joplin. Desde los rincones brotan libros de Antonin Artaud, Dylan Thomas y otros desangrados por la vida. Me da bastante tiempo para anotar esto. Tiempo suficiente, también, para releer al borde de su gata enferma este poema de SEXILIO, su último libro: "Soy la prostituta/ La voraz sirena ninfómana/ jugando con clitórica muñeca/ en las fronteras de la axila humana/ soy la perseguida por el pecado miliciano/ pecado jamás anunciado por palabra divina/ voy como grafiti erótico/ sin cuerpo sin alma/ refugiando el cuerpo/ refugiando el alma/ buscando en míseras esquinas/ las rasgadas caricias de un burdel/ soy la prostituta/ es el cartel que reza mi espalda/ prostituta escribieron con el ardor/ del fuego robado a los dioses/ prostituta en el pellejo/ de mi espalda/ YO DIGO: "SOY LA AMANTE"/ YO DIGO: "SOY EL AMOR"

Ante el gesto de pregunta, lanza su lengua al vacío:
—Quisiera decir que cocino, que el pollo a la manzana me queda muy bien. ¿Qué más? Que paso la aspiradora, que también me quedo dormida en la cama, que no siempre estoy sexuando. Que no soy infiel como se piensa y no ando con una máscara.

Me levanto y tomo desayuno, para mí lo fundamental es tomar desayuno. PERO OJO, EN LA CAMA, EN LA CAMA, aunque yo misma me lo sirva. Dejo la bandejita, me pongo a leer y dormir un poco más. De allí puedo ordenar la casa. Generalmente ordeno, soy media histérica con el orden. Para que el poeta Mario Contreras se sienta bien: en el orden se me nota que soy hija de milico. (El atribuye todos mis escritos a que mi viejo es militar). Bueno de allí a almorzar. Escribo como a las tres o cuatro de la tarde. Todos los días escribo algo, que puede tener que ver con el trabajo que estoy haciendo o no. O a veces, me pongo a dibujar, me encanta dibujar; escucho música y bailo. Disfruto bailar y cuando estoy bailando pueden salir muchas cosas, empiezo a hacer coreografías... O sea, una loca... Una loca en su propio manicomio. Hago mis cosas, me pinto, me pongo una pañoleta, veo con qué ropa voy a ir al bar. Me encanta la ropa. Hay algo de creación en el vestuario que se está perdiendo. ¿Que por qué me visto así?, pero por qué no. ¿Que por qué abordo a la gente así?, pero de qué otra manera la voy a abordar, por qué le voy a decir a la gente "disculpe tendría usted el favor de mirarme". Cuando era adolescente siempre recibía ese tipo de criticas de mis amigas: "nooo cómo le vas a decir a un hombre que estás enamorada de él, no le digas, hazte la interesante". No, no tenía ganas, como no tenía tiempo, así que le decía al tipo que me gustaba.

Tengo una enorme ansiedad, una avidez por atrapar el lenguaje, pero no es una búsqueda lingüística meramente formal, sino de contenidos. Utilizo las palabras que realmente cumplan su objetivo. No quiero mentiras en el texto literario, porque allí debe ser todo verdad, incluso la mentira. Entonces hay que tocarle el pescuezo al lenguaje, bajarle los velos, realizar un rito de purificación a partir de él. Lo único real que tiene un poeta es el lenguaje y con él debe vivir de la forma más auténtica posible. Yo trato que mi relación con la palabra sea la palabra, que su rostro sea fiel a su alma. Para ello utilizo neologismos, imágenes descarnadas, barbarismos; en fin, la idea es encontrar la verdad.

Pero no hago una carrera literaria; tal vez la debería hacer: lograr más contactos, estar bien con la crítica, mandar mis libros donde exactamente tengo que mandarlos... Yo nunca he mandado un libro, NUNCA. Los libros los distribuye Mackandal (Pedro Jara, su pareja).

No sé exactamente para qué, para quién o por qué escribo. Todo ello no lo tengo muy claro o bien nunca me lo he cuestionado seriamente. Sólo sé que estoy diciendo lo que un montón de viejas neuróticas no pudo decir (carcajadas)... Y en este país hay muchas mujeres que no tuvieron la oportunidad de sentir el placer, de sentir el dolor, de decir el dolor.

Mi relación con la literatura es, en primera instancia, espontánea, natural, aunque no por ello carente de conflictos. Toda la enseñanza básica estuve casi muda, porque tenía problemas de dislalia, entonces me metía para adentro y escribía mucho. Luego fue una elección con más compromiso. Era necesario escribir, dedicarme a la escritura como el medio de establecer contactos que de otra forma no se establecerían... Bien, con el teatro también se da, por cierto, esta relación de contactos expresivos, pero el teatro requiere un espacio colectivo. Su voz es posible sólo en la medida en que los cuerpos se encuentran en un mismo espacio e instante. La poesía nace de un mundo más íntimo, más profundo en lo orgánico. Su origen se traba entre la emoción y la conciencia, a solas.

Entre mis fuentes están Bukowski, el Marqués de Sade, Walt Whitman. Yo creo que Walt Whitman me hizo no sentirme sola cuando empecé. Cuando chica escribía mucho sobre la naturaleza, pero a medida que fui creciendo descubrí el cuerpo con todas sus ebulliciones. Walt Whitman me ayudó a comprender que había algo en esta vida que era rico sentir: la carne. Tenemos temor a tocarnos, a hacernos cariño.

Creo que soy terriblemente sensual, no en el término comercial del ser sensual; es la cosa de los sentidos, los ojos grandes, las orejas, qué sé yo, el tacto, ocupar los sentidos, impregnarse, sea algo maldito o bendito. Eso me hace adentrarme un poco más. Ahora te digo que cuando hay angustia, se sufre con todo, con la carne, con todo. Si yo también la he sentido... (risas). Sonó como teleserie: "Yo también he sufrido, joven" (más risas).

A veces tengo la sensación de ser epidérmica. Un día estuve releyendo a Dylan Thomas y me pareció que había algo que estaba como clavándose en el tiempo. Y me pareció que la poesía era eso, como detenerse un poco. Y me pareció también que yo no lo lograría. Le escribí a un amigo y le dije, soy epidérmica, Dylan Thomas es tan profundo. No sé, las circunstancias que hacen tu vida te llevan a sentir las cosas con más fuerza, casi al límite, igual que cuando gozas, cuando sufres. Yo he pasado por temporadas de angustia horrorosas.

Me duelen muchas cosas. En general, me duele la falta de libertad. Fundamentalmente la falta de libertad para hacer cosas simples, para poder dirigir tu vida. Me doy cuenta que hay un montón de cosas que me limitan. El hecho de tener que saludar a alguien o ir obligadamente a un lugar, tener que soportar ciertos acontecimientos que están ocurriendo, no sé, estructurar la vida como se estructura, pagar la luz, el agua. Hay algo de rebaño en todo esto que a mi me hace sentir que no está bien. La contaminación no tiene que ver con algo ecológico, o un ataque de bronquios, la contaminación tiene que ver con esas normas que te entrega todo el sistema para poder ser.

"Ey yo no te he visto", dicen. Pero dónde me quieren ver, haciendo qué show; me quieren ver en televisión, ganando mucha plata, que tenga auto, que tenga casa. Pero esa güevada es como si yo fuera otra cosa, como si yo fuera funcionaria pública, no escritora. Por qué el objetivo va a ser el mismo: tener una casa, dar una conferencia de vez en cuando, hablar algunas cosas que pueden ser irreverentes para que digan: "¡oh!, está bien, puta que está bien". Eso no me interesa, yo no soy una intelectual.

Cambiaría tantas cosas, para empezar cambiaría esta decoración (mira alrededor). Me gustaría reunirme más seguido con los amigos que amo, los veo demasiado poco. Tengo tan poco tiempo para decirles que los amo, que si me pasa cualquier cosa no olviden nunca que yo los amé. Me gustaría salir en pelota a la calle y que todo el mundo saliera en pelota como si nada. Que todos pudieran jugar. Me gustaría mejorar más mis relaciones humanas, mi contacto con los demás. A veces siento que yo soy la única que estoy haciendo este trabajo con la gente. Es fatigoso ver la manera en que el otro se queda parado ahí: es fatigoso ir, preguntarle cómo está y mirarlo y te digan que bien: y no es así, es mentira. Me gustaría hacer algo para que la gente saque sus cosas. Me gustaría eso, que los demás también se acerquen a mi.

La verdad es que a mi me preocupa la vida, la forma cómo llevamos la vida. No la sana, por cierto, a pesar de las sublimaciones teóricas respecto a ella. Me fastidia cómo ahuyentamos el placer de la vida y la acercamos al dolor, a la muerte. Cotidianamente sofisticamos el dolor de vivir e involucramos al sexo. Hacemos pedazos la posibilidad de un goce comunicativo y lo transformamos en un asunto de transgresiones oscuras e inmorales. El otro punto es la metáfora sexo, que me permite exponer la capacidad del hombre por encerrarse, de clausurar los espacios de libertad. Me impresiona ver cómo el hombre ama su imagen doliente, cómo la eleva y la convierte en símbolo.

Mientras ella habla, doy vuelta la página y leo de su libro Sexilio:


"nos quieren manchar de
excremento/ nos quieren sifilizar
nos quieren hacer bailar en el vacío/
nos quieren sangrar la bandera
sexológica/ nos quieren sifilizar
nos quieren encerrar en sus
urinarios logísticos
nos gritan nos gritan corruptos de mierda/
nos quieren sifilizar
nos mandan emisarios de otras lenguas/
nos hablan del paraíso descoitizado/
nos quieren sifilizar
nos quieren nos quieren nos quieren sifilizar
amor mío nos quieren amor mío matar."


No podemos dar vuelta la cabeza para otro lado y hacernos los desentendidos: tenemos una carne y vivimos con la carne. Yo no puedo decir que soy puramente espíritu, no puedo... No hay un ser enteramente espiritual, eso es una mentira. A mí el espíritu me aflora por la carne y la carne me aflora por el espíritu. Hay una serie de reglamentos para que esta pasión esté como condensada, qué sé yo, que el sexo es para la reproducción, que el sexo es para el amor y por el amor, que el sexo está condicionado por otras cosas, que no tiene una pureza sana, que el sexo siempre está ligado a actos violentos, a una serie de cosas deshonestas...

Está bien, mis textos están apuntando claramente a una cosa sexual, pero se insiste en ello sobre todo porque SOY MUJER, me entiendes. Hay mucha gente que dice "BIEN, OYE, ME GUSTO, TIENE CORAJE EL TEXTO". Pero se insiste en eso y la gente le busca causas, qué sé yo, sicológicas —fundamentalmente—, porque aunque no te digan nada es como que quisieran decir: "ALGO TIENE", hay una distorsión, porque no puede ser que una mujer ande hablando de sexuar así como así, libremente... ¿Me entiendes o no? Entonces se insiste en preguntarme eso y yo insisto en no responder bien y no respondo bien.

Tengo los problemas de cualquier mujer que escriba así, porque a un hombre nadie lo va a acosar, nadie lo va a agredir, nadie le va a decir que es un enfermo, un traumado, o este texto lo escribiste para mi, vamos a fornicar. Una vez un tipo me agredió, me tiró en la acera y empezó a sobarse encima mío, porque YO quería tener algo con él. Oye, pero cuándo te dije yo, cuándo te hice alguna pestañita, cuándo te dije que yo tengo ganas de estar contigo, porque cuando yo tengo ganas de estar con un hombre se lo digo. Oye nunca, qué te pasa. Pero... y lo que escribes... y lo que escribo, me entiendes, Y LO QUE ESCRIBO. Miller y Bukowski sufrieron agresiones de ese tipo, les dijeron güevás. Al bar te juro que han llegado directamente a decirme güevás relacionadas con el texto, sí, te empiezan a buscar. Oye si, quieren que les cuente historias truculentas: me violaron diez huevones. Ya, ahí tienen historias truculentas.

Retomo la lectura:

"(Entonces rodamos por las
escaleras/ caemos por el abismo
galáctico de la libidinosis y no existe
dolor fuera del dolor y Dios está
aquí/ ¡ah dulce sabor seminal!/
¡ah dulce olor vaginal!/ Dios está
tiene que estar y no sembrará su
rostro en los áridos genicios
cadavéricos/ Dios tiene)
Somos la Creación del Fuego
SOMOS LA SANTISIMA
SEXUALIDAD"


Cierro el libro. Un beso. Me marcho silbando un pasodoble, mientras unas manos se agitan en el dintel de la puerta. Una gata brinca hacia el sillón.


 

 

 



 

 

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