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De juegos y perros
James Salter, " Juego y distracción", Leonardo Sanhueza "La edad del perro"
Por Marco Antonio de la Parra
http://opinion.lasegunda.com/
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A James Salter llegó la hora de leerlo. Un autor importantísimo en la narrativa norteamericana al que había sido esquivo el mundo hispano parlante. Conoció, sin fortuna, ediciones previas de su obra, hasta que hoy lo toma Salamandra y publica sus cuentos, sus novelas y su prodigiosa autobiografía Quemar los días. Entre sus varios títulos destaca Juego y distracción; la tercera de sus novelas, magistral relato amoroso que demuestra como una buena pluma consigue salvarse de todos los lugares comunes en el campo de lo erótico donde se puede ser intenso y delicado a la vez.
La historia de dos amantes, un universitario norteamericano viajando por Europa y una chica francesa de provincia, que viven el auge y apogeo de la relación con un final que dobla la mano con la fatalidad del destino inexorable.
Relatada por un narrador testigo sorprenderá a quien ve más allá de la mera historia, su estilo de frases cortas, imágenes lanzadas en una especie de impresionismo, sucesión de hechos más que información, con un astuto y eficaz manejo del diálogo y una de las más limpias prosas que conozco sin la escuálida y a veces seca manera de alguien como ciertos momentos de Raymond Carver o Peter Stamm o el Peter Handke de La mujer zurda. Bella novela corta, Juego y distracción nos enamora de sus protagonistas para asestarnos el golpe final tras un viaje por la sensualidad que se agradece por fino, directo y sin embargo siempre discreto.
Al otro que hay que leer es a nuestro Leonardo Sanhueza. De arranque como poeta y notable poeta (inolvidable y galardonado su Colonos) esta vez se lanza a la narrativa con La edad del perro, un texto sobre las aventuras y desventuras de un chico entre los 9 y 10 años en Temuco, en tiempos que corresponden a la vida del autor, los años 80 con tan cruel telón de fondo y una mirada para nada maniquea ni lánguida.
Directo, hermoso, algo cruel a ratos, La edad del perro se convierte en una novela breve que se agradece, lejana a la prosa poética que se pudo temer, con una sensibilidad aguzada y melancólica donde es muy difícil no engancharse con sus personajes colocados desde la mirada de un narrador niño que se mueve telescópicamente al narrador adulto yendo del presente al pretérito en un manejo de los tiempos verbales propio de un malabarista.
La oscuridad de los tiempos que relatan es iluminada por la ternura y la emoción que imprime el narrador a todos los personajes de su familia, cual más pintoresco que el otro consiguiendo un final de boca encantador, de esos libros que da pena que se terminen y hacen que 200 páginas se tornen muy breves ante el dominio estilístico del autor.
Un título que, seguro, estará en lo mejor de la cosecha 2014. Para leer con un nudo en la garganta y el corazón en la mano.