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LA VENGANZA DE LISÍSTRATA

Por Marco Aurelio Rodríguez

 

El papel de la mujer como intercesora colma de complacencia las estirpes. Las sabinas fueron raptadas por los romanos y cuando los hombres de su pueblo fueron a rescatarlas, ellas se interpusieron entre los dos ejércitos. De un lado estaban sus padres y hermanos y de otro sus raptores convertidos en maridos. Las sabinas aparecieron en medio de la batalla gritando: “¿Qué estáis haciendo? ¿Queréis que nos quedemos sin padres y sin maridos el mismo día? ¿Queréis que nuestros hijos vivan sin padres ni abuelos?” La obra de teatro más famosa del dramaturgo de la Grecia Clásica Aristófanes, Lisístrata, la que disuelve los ejércitos, referencia a la mujer de un soldado ateniense que, cansada de las continuas guerras fratricidas con otros pueblos helénicos, reúne a las mujeres de los diferentes bandos y les propone iniciar una huelga de tipo sexual para forzar de este modo a los hombres a que firmen la paz. Al final, y tras múltiples devaneos, los hombres exhaustos de llevar a cuestas la pesada carga de sus falos erectos, aceptan un acuerdo con los espartanos. Pero esta figuración (el de la imaginación al poder) no subsiste sólo en Grecia o en Roma. En nuestro tiempo los informativos nos solazan con historias como las siguientes: “Un grupo de mujeres ha iniciado una huelga sexual en Pereira, ciudad del oeste colombiano, para convencer a sus maridos de que abandonen la violencia. Volverán a hacer el amor sólo cuando los esposos y novios hagan la paz. Una pegajosa canción compuesta por las pacifistas de las piernas cruzadas ―como ya se las conoce― atiborra las estaciones de radio locales para persuadir a las demás mujeres de que envíen a sus parejas a dormir al sofá (26-09-2006)”. Algo similar ocurrió en Colombia a finales de los años 90. Y en un poblado turco aquejado por la sequía, algunas mujeres que se hartaron de que sus parejas dieran vueltas todo el día sin trabajar, emplearon igual táctica para obligarlos a restaurar el suministro de agua. O una noticia jocosa (y eficaz): La mujer de Schwarzenegger lo castiga con dos semanas de huelga de sexo por discurso ardiente a favor de Bush.

Recordemos el juramento inicial de la rebelión de Lisístrata:

Ninguna relación con mi esposo o mi amante,
Aunque venga a mí en condiciones lamentables
Permaneceré intocable en mi casa
Con mi más sutil seda azafranada.
Y haré que me desee,
No me entregaré
Y si él me obliga
Seré tan fría como el hielo y no me moveré,
No levantaré mis zapatillas hacia el techo
Ni me agacharé sobre mis cuatro extremidades, como la leona de la escultura,
Y si mantengo este juramento, permitidme beber de esta copa,
Si no, que mi propia copa se llene con agua.

Estamos al final de los tiempos y demostrado está que las ideologías devienen en coerción como también en marchitamiento sexual. Las chilenas treintañeras, y este ejemplo se extiende a otros países occidentales, están empezando a sufrir de “penuria sexual”. ¿Será que las feministas ―como alguien quiere sugerir― han ganado posiciones con un discurso agresivo contra el varón, desatando una guerra de los sexos donde los únicos que pierden son el deseo y los arrumacos…?

Siendo menos contemplativos, podemos culpar a los grandes valores paternalistas que implican el surgimiento de la ciencia y de la técnica moderna, y la conversión del sujeto en individuo. “El hombre no es un ‘cosmos’ sino un sujeto que calcula, mide y cuantifica la realidad para dominarla” ―señala Bernardo Nante, en El cuerpo como microcosmos―. “En definitiva, los saberes predominantes del hombre contemporáneo son utilitarios o suelen ponerse al servicio de lo útil, no necesariamente de lo bueno (…). Por lo tanto, el hombre contemporáneo suele concebir su propio cuerpo como un mero instrumento o como un objeto [mas no como un sujeto] de placer”.

Las culturas ágrafas (a la que pertenece Lisístrata), a diferencia nuestra, no se conciben disociadas de la materialidad del mundo, de la naturalidad de las cosas. El descubrimiento del cuerpo ―en cambio―, todo lo que destila la interiorización de la escritura (progreso, imperios, globalización), implica tener ahora conciencia de la guerra humana de los placeres, de la sensualidad, del envejecimiento y también, por supuesto, del dolor que ello conlleva.

 

 

 

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