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HISTORIA DE UNA CANCIÓN DE ADIÓS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA, MUY LLENA DE AUSENCIAS PERO MUY HERMOSA, O CUANDO TE ESCAPAS DE UN AMOR Y TE DEJAN SIN TI (TEXTO PARA SENTIMENTALES Y SOLITARIOS, Y QUE NO HABLA DE POLÍTICA)

Por Marco Aurelio Rodríguez



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La voz del ser humano, como la de las avecillas, es capaz de estremecer, más que por la palabra o la abstracción que nos mutila, por la música. El sonido instrumental, cuando hace vibrar al alma y nos saca de casa, está bien. Pero yo me refiero al ser que canta, a la hondura de eso que dicen es su corazón que atemoriza y trina. Por eso también hay que tener la experiencia de estar vivo frente a ese cuerpo que se desliza a tu ser, que melancoliza, avecilla ―no existir.

Luis Aguilé es quien canta la canción “Ven a mi casa esta Navidad”. Dicen que es una canción de felicidad. Porque invita al que no está para que se sienta en la fiesta de los otros. Al menos eso dice el estribillo. Por eso y muchas cosas más, / ven a mi casa esta Navidad. Pero es una canción que comprende de ausencias. Tú que estás lejos de tus amigos, / de tu tierra y de tu hogar, / y tienes pena, pena en el alma, / porque no dejas de pensar. // Tú que esta noche no puedes / dejar de recordar, / quiero que sepas, que aquí en mi mesa, /para ti tengo un lugar. Es la canción que me entristece, porque sé quién soy.

Una vez nos contaba Alberto Cortez, cuando lo vimos en vivo y no en muerto, que Armando Manzanero le recomendó cambiar destinatario de canciones como “Cuando un amigo se va”. Siempre dirígelas a una mujer y dales un sesgo positivo, le dijo, se venden más. Pero él defendió sus sentimientos, su honestidad vital. Y, sin embargo, las canciones, cuando son de verdad, van más allá de un descimiento personal.

Luis Aguilé tiene otra canción más seductora aún, con ideas rebasadas de sentimentalismo de amor; pero la cosa es al revés. “Cuando salí de Cuba” (¡escuchadla, por Dios!) fue compuesta en Madrid en dieciocho minutos, Cuando salí de Cuba dejé mi vida, dejé mi amor / Cuando salí de Cuba dejé enterrado mi corazón, y se ha convertido en un rito nostálgico para todos aquellos que han tenido no solamente que salir de la Isla, sino de los despatriados en general. Pero nació de una pulsión sentimental personal y no, como la gente quisiera, de un dolor de la patria desgajada.

“Y que los que se creen prisioneros / se vayan lejos con su melodía: / siempre los ricos fueron extranjeros. /Que se vayan a Miami con sus tías!”, mutilaba Neruda en esos tiempos. Mas, sabemos, nixonicidas, réprobos de diestra y siniestra, hacen dejar el corazón a la intemperie ―no hay hogar que vaya con uno.

Aguilé, que era un ídolo juvenil en Cuba al momento de llegar la “Revolución”, sufre las sanciones de no poder retirar su patrimonio. Él mismo cuenta la anécdota de haberse encontrado con el Che Guevara en un ascensor (argentino como Aguilé; uno de sesgo cubano, el otro de cantar afrancesado), quien lo autorizó a tomar una pequeña cantidad, una décima parte de lo que le correspondía. Y partió, así como otros a quienes les roban la patria. Pero ―y ojo― “Cuando salí de Cuba” es una canción de amor, una de las más estremecedoras que uno pueda vivir. Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí / Allí me está esperando, me está aguardando / que vuelva allí.

Un amor doloroso y ausente ―como todos.

Su memoria y su todo eran de una cubana, claro, la letra de esta canción era para ella, según lo que le confidenció a Manuel Román, un amigo suyo: “Se trataba de una mujer que, antes de que yo la conociera, había tenido relaciones con Fidel Castro”.

Los que han sufrido el exilio no quieren saber esta historia que lleva a un desdoro revolucionario y egoísta y prefieren seguir con su nostalgia del mundo excluido y lloran y no saben que el amor es el mismo. Mañana no debieran tener más patria que aquello que se aguarda.

“Castro tuvo muchas novias ―dijo alguna vez un músico que trabajó por esos lados―, la mayoría de ellas tan efímeras que duraron en sus brazos lo que dura el tema ‘Cuando me fui de Cuba’, apenas tres minutos”.

Luis Aguilé también tiene otra canción, fiestera, que dice: “Es una lata el trabajar”.

 

 

 

 



 

 

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Por Marco Aurelio Rodríguez