LA ANTIPOESÍA ES FARÁNDULA
Por Marco Aurelio Rodríguez
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Un antipoeta entrado en años, un poeta antimortal, no puede escribir sus memorias; debe habitar los artefactos rutinarios para contar cómo es la historia de su espíritu. La antipoesía ―como lo hizo La Vulgata, como lo hacen los whatsapp, como lo hacen los ladrones y la policía―, se inserta en lo cotidiano con las palabras al caso. Según nos advierte su primerísimo admirador el escritor Roberto Bolaño, Parra escribe “sobre las palabras condenadas a disgregarse, así como también la tribu está condenada a disgregarse”.
―Ahora viene la pornocultura y el pornoarte ―p(r)o(f)etiza Nicanor.
―¡El gusto de joderle la paciencia al público…! ―El autor de Los Detectives Salvajes ríe igual que personaje de alguna de sus novelas.
―Es que la antipoesía es la farándula, la idea de que el mundo se acabó y hay que gastar lo que queda ―sentencia el Poeta Imaginario, apurando un tecito metafísico.
Se entiende que Nicanor rehúya mostrarse (no da entrevistas) y tal vez el haberse presentado en el Centro Cultural Palacio de La Moneda años atrás (Exposición OBRAS PÚBLICAS DE NICANOR PARRA, 17 de agosto al 6 de octubre de 2006) obedezca a que dicha exhibición fue idea de su hija Colombina (y marido).
La confianza del poeta por su obra queda rotundamente demostrada por la fuerza de las palabras que se abren paso en los objetos.
—El problema es qué ostentar: ¿A un futbolista en un reality o en el programa del Kike? ¿Tumbas a cuerda en la carretera Norte-Sur un día de inundación y lluvias? ¿Un quitasol abandonado por los veraneantes, que el poeta instala en el balcón de su casa en Las Cruces y en cuya plataforma metálica firma “El Parraguas de Calder”, recordando al inventor de los móviles en los años 60? —Y, luego de una pausa:— ¿Todos los gobernantes de la historia de Chile colgados en fila?
—¡Falto yo —interviene Bachelet— cuando termine mi mandato!
—No sé de qué se escandalizan tanto —sin que lo llamen, se entromete un “artefacto” de Don Nica donde aparecen en fotografías paralelas la cantante Madonna desnuda haciendo autostop y un beso lésbico hollywoodense.
—La farándula —hasta el entrenador Jorge Garcés, con voz lustrosa pero desenfadada, vocifera— se sustenta en la siguiente frase: “a bailar, a bailar, que el mundo se va a acabar”. Esto opera en el inconsciente colectivo. Después del colapso ecológico y la amenaza nuclear, quieren farrearse lo que les resta por devastar. No les importan las generaciones venideras.
Es por ello que en las obras de Parra en vez de seres (al modo del pintor que se cansó de las personas y empezó a pintar caballos azules y, cuando se cansó de ellos, se puso a pintar cosas) utiliza objetos, “objetos que los demás botan a la basura, pero que él les vuelve a dar vida”.
—Pasan de ser objetos desechables a otros deseables —el hombre imaginario planea dejar el dolor, como si la vida fuera tan fácil. El que sea valiente que siga a Parra, lanza Bolaño tras aspirar su famélico cigarro.
Los objetos son libres. Las cosas, en verdad, deberían aprender a dar un beso en la mejilla, y no despedirse hasta el cansancio.
—Debemos promover y aplaudir la libertad —sermonea, seria, la Presidenta en la inauguración de la patria artística de Parra.
—El que sea valiente que siga a Bachelet —ironiza un twittero (infaltable).
—Cuando nuestro gran poeta termine su mandato, entonces, sólo entonces, iniciaremos “los juicios de residencia”.
Recuérdese que —le quitamos la palabra al autor de Artefactos— “durante la época colonial (1601-1810) no se podía criticar a un gobernante mientras durara su período. Pero cuando terminaba, se sometía a toda clase de crítica. Esos eran los juicios de residencia”.
