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FOTOGRAFÍA DE BORIC SIN CORBATA

Por Marco Aurelio Rodríguez


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Tres generaciones han holgado, y el socio Genaro Prieto hacía notar la pertinencia de Caruso en la tarima. Caruso, “la primera celebridad de la historia. No es que fuera famoso: era más que famoso”, explica la historiadora del cine Giuliana Muscio. Era ―cuatro generaciones ha― más que un tenor vestido con los disfraces de sus actuaciones en las diecisiete temporadas en las que actuó en la Ópera Metropolitana de Nueva York, un inmigrante que se ve un tanto bajito y grueso. El hombre más fotografiado de su tiempo, algo así como un Presidente de la República para nosotros, fue uno de los primeros en ser retratado junto a su familia por la prensa curiosa por la vida que va más allá del sueño de fama o de vida, si la hubiera en vanidad, perdón, en cantidad.

Por eso cuando murió ―Caruso; bueno, Genaro Prieto también, pero él es el que habla, no sé si me entienden―, amigos del artista declararon estar dispuestos ―el modo presente se conservará en nuestra historia― a reabrir su ataúd cada tres años, y engalanar al tenor a la última moda “mientras el embalsamiento lo mantenga intacto”. “Este dandismo macabro ―sostiene Genaro Prieto― terminará definitivamente con su celebridad de artista”. ¿Qué piensa usted que, cada tanto, sopla el polvo de sus libros redivivos?

El cuerpo de Chaplin fue robado nueve semanas luego de haber lujosamente muerto, por un pequeño grupo de mecánicos polacos, pero no era un gag, una mordaza, un chiste, para esta escenografía. Se puede extorsionar al pueblo, pero no siempre habrá elegancia en el intento. Mutis. Corbatita de seda y frac de utilería.

“Para un hombre célebre esto es por sí una gran contrariedad. Agréguese a ello que Caruso no podrá elegir la tenida que habrá de usar durante los cuatro años [perdón: lapsus; durante los “tres años”], y quedará por completo al gusto y la voluntad de sus amigos vivos” (sigo “La elegancia macabra” de G.P.)

¿Qué querrán los hombres elegantes para vestir a su monarca de turno? Supe que, un par de semanas ya, fallecido en Vercelli, ciudad al norte de Italia, a los 91 años, el diseñador italiano Nino Cerruti seguía comentando que “Una tela es como un cuadro: de lejos puede parecer un solo color, pero de cerca descubres todas las tonalidades y texturas que la componen”. En la medida de que llegan otras vidas, otros maestros, se habla de “cambiar las reglas de la moda” sin pensar, al caso, que las modas son las despiadadas gobernantas. Un frac, una mortaja. Una casaca de estilo monárquico de los Luises, a pesar de la ascendencia inglesa del pater nostrum, claro, en el otro extremo estaba el roto chileno; O´Higgins frente a Manuel Rodríguez.

La bandera chilena sin corbata. ¡Más!: La bandera chilena va desnuda. Con una hoja de parra en medio… Perdón, ¿es una estrella?

Caruso, una avecilla de la novela de un amigo. Trinaba y de lejos se escuchaba un solo pito, pero de cerca descubrías todas las tonalidades y texturas de una música soberbia.

Pero aquí hablamos de alguien, no de cosas ni de estirpes de pajaritos ni de pajaritas al cuello. ¿Se acuerdan del rey desvestido?, ¿de quién se rio de su traje invisible? Yo estoy seguro que estos mismos niños jugarán desnudos, con paños finos desgarrados, empuñando una guadaña creyéndola el cetro del rey. Tal vez ostentarán corbata con chip y todo eso, nada más que una corbata, visibles ante sus súbditos que ríen. Y reabrirán las Alamedas para que los chilenos vayan a comprar sopaipillas fritas en la calle, con mostaza y ají rojo con pepas, y nadie diga nada, y nadie diga nada, como trinó Carlos Pezoa Véliz panteonero (algunos creen, claro, que fue poeta: las apariencias engañan).






 



 

 

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Fotografía de Boric sin corbata.
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