EL AMOR ES UN GLOBO QUE SUBE (Marco Aurelio Rodríguez, Subterranis Editorial, febrero 2024) es más que una treintena de cuentos cuyo tema motor es el amor. Es un encuentro y un entendimiento que toda materia busca, lo que sigue al sol y a otras estrellas, y va, por sobre todo, a la idealización y a la destreza sutil de los hombres, o es tal vez la pulsión de algo, ternura y crueldad. “Cuando niño apenas pude atrapar el universo en la palma de mi mano pero el agua se me fue”, sentencia el libro.
Y en la contraportada, rozamos ese vuelo:
“Se me había ocurrido un cuento de un chico y una chica que quieren hacer un pacto de amor y recurren a los globos medusa que vuelan con aire liviano y que llevan los deseos hasta el infinito para que se cumplan. Prenden fuego en su base para elevarse. El otro será un globo relleno de hidrógeno.
“Idealizan pensando que ambos llegarán más alto, pero en el camino el de hidrógeno, aire mucho más volátil y, por lo tanto, peligroso, se eleva con mayor velocidad y, luego de años (en que los jóvenes se casan, tienen hijos, se separan), el esperpento hinchado llega al techo donde iba el otro globo de amor a la deriva y, por el puro hecho de toparlo, se declara un incendio.
“Se quema la estratósfera, aparece algo así como el Apocalipsis que se extiende a los seres humanos, místicos o no. Y había que ver si se acababa solamente el tema de la pareja de bobos, o sucumbíamos todos”.
El amor tiene sus razones y formas. Parece algo personal, sensible y tal vez mucho de biografiado. Pero la altura que lleva ese globo y su destino, son insondables.
La levedad del amor florece en maravillosa sentencia. Fantásticas indagaciones de la materia del alma que se transforma en hermosura, ya desde los primeros textos. “Peces dorados”. O la exactitud poética de “Deseos y necesidades”: “Las islas instantáneas eran definitivamente el invento que hacía diferente al hombre dentro de su especie. (…) No tendrían más que rendirle cuentas a nadie, menos a Dios. El ser humano sería inmortal de ahora en adelante”.
Hay un encuentro (en el ensueño, en las palabras) donde confluyen saciedad y dolor, estas historias nos hacen divagar en deliciosa felicidad, en desoladora esperanza. No olvidaremos “Camelias”, que nos lleva a coincidencias de “Ulrica” y Borges, y esa cautivadora soledad del mundo, amor idealizado y que resplandece ese mismo vacío-incomodidad que evoca. “La alemana era hermosísima. Se tuvo que enamorar de ella y eso hacía las cosas más difíciles. Volaron y llegaron en un par de horas. Ella tenía un carácter impasible. A la noche no fueron a ninguna posada. Vamos a la cabaña dijo ella. Yo todo lo acepté como natural ―roía El Polaco―: que en un bosque hubiese una cabaña con fuego encendido, que la cena estuviera servida y el brindis fuera el de rigor, el vino cálido, que el baño con las sales nos hundiera en soñolencias, que lloviera y fuera el final de todos los mundos, que hiciéramos el amor sin sentirnos, sin anunciar que nos necesitáramos ni nos estorbáramos, que ella se volviera a dormir con la cara hacia los árboles y al lago”.
Estos cuentos nos hacen soñar y nos hacen dolernos y agitar nuestra manera de ser cuerpos. La suavidad y el peso del amor no nos dejarán impunes. Como cuando leemos “Los conejos después que se matan se inflan” y todavía no se estigma ese horror que dulcemente buscamos:
“Me gusta caminar todas las noches por el Parque y llegar a casa cuando mi esposa está durmiendo, desnudarme junto a ella y sentirla, sin despertarla. De hecho la veo más en mis deseos con los ojos cerrados que con los ojos abiertos.
“Lo que me ata a ella es la palidez sumisa de su piel. Si me preguntan de qué color tiene los ojos, hasta podría equivocarme.
“Un día no la veré más, quizás caminaré demasiado y lo que es habitual ―la casa, los árboles, los hijos que soñamos tener― ya no será lo mismo. Habrá amanecido; la noche habrá quedado demasiado lejos. Y ella se habrá ido a trabajar y no sabrá siquiera si dormí junto a su cuerpo, si tomé su cintura, si habré huido primero que ella.
“Cuando camino pienso qué será de nosotros más adelante, cuando no se pueda regresar el tiempo”.
Temerosa inocencia. Qué ilusión más humana.
Hay una soledad en toda forma que nos une. Amor, literatura, existencia. Hay un juego que nos hace ser, mejor que el sueño. Es más que amor lo que se escribe, y ver qué pasa. EL AMOR ES UN GLOBO QUE SUBE es un libro que nos hace llegar y al mismo tiempo nos abandonamos en el destino que somos, sufrimos, somos también momentos.
No hay pudor, no hay engaño en aquello que se pide con la calma y con la poesía de estos cuentos.
Un libro que conmueve y mueve las emociones más rotundas. Palabras que estallan en alguna zona del ser y que curvan la línea de la vida.
* Punto de Venta del Libro: LASTARRIA 225 (Codilibros).
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Marco Aurelio Rodríguez, Subterranis Editorial, febrero 2024