Cuando viví “El show de los muertos” me puse a pensar: es demasiado lento el cuerpo. Y me vi girar, caí rendido PERO SOBRE UNA SILLA.
Cuántas veces tendré que morir ―pensó mi pensamiento― para ser siempre yo.
El dueño del show ―mientras cantaba canciones su cráneo― se hizo conscripto para jugar, vieran su fantasma escapar de su cerviz. Fue a pasearme, cadáver, en silla de ruedas; me vi muy pálido a consecuencia de los gritos y del baile. Y, ya la música acabó, Charly García juntó todas las pertenencias que la madre le dio para asentar su espectro en la silla de su cuerpo, y casi muere; él cayó y quiso seguir, seguir cayendo, PERO YO OCUPÉ LA SILLA y él quedó dando explicaciones después de la chapuza: maníaco-depresivo con personalidad esquizoide, pero buen nadador: recomiéndase carrera marítima o placebo amniótico de alcohol.
Luego la música, aparentemente ridícula ―pero no es siquiera grotesca―, incinera a Groucho Marx. Lo que tengo son serias dudas de la vida antes de la muerte, decía la letra, la letra, y para que se oyera más fuerte, llevé sus despojos al Mount Sinai Memorial Park, el cementerio judío más grande de California, Y YO OCUPÉ SU LUGAR. Pero lo devolvieron y la música siguió. Tengo serias dudas de su modo de bailar.
Humor risk, démosla por perdida. Jamás olvido una cara, pero en su caso, estaré encantado de hacer una excepción. ¡Monsieur Verdoux!, ¡cambiemos de canal!
Quedábamos dos, más Charles Chaplin, que también siguió cayendo. Lo sacamos, con Grotesco, del cementerio de Corsier-sur-Vevey, Suiza, donde estábamos bailando. Oona dijo que no a la pantomima: Charles habría encontrado todo muy ridículo. Lo dejamos en un campo de trigo y nosotros seguimos AVARICIOSOS ―FRÍOS― BAJO LOS CAMPOS DE SOL.
Hot and Cold, del ya fallecido Jermaine Steward (“estimula mi cerebro”), versión Katy Perry, que baila sobre las flores. “Y tú piensas mucho, siempre hablas misteriosamente”. “Debería saber que no eres bueno para mí”. “Porque eres caliente, luego frío”.
Bailar y festejar toda la noche.
Con la cara igual que mimos. Danzamos. Pinturas de colores ocres, sombras en los cuerpos a punto de escapar. Las flores son más rojas cuando no las pensamos.
Sería un buen gag (no la mordaza; la broma) que, cuando la música apague sus luciérnagas o, mejor, los sonidos de esas luces, su cuerpo fulja oscuridad (blanco y negro) sobre nosotros como por sobre una silla.
Sería mejor ―más gracioso este baile― caer fuera de tumba.
¡Carnaval caníbal, movámonos con gusana soltura! ¡A TOCARSE EL CUERPO COMO LO HACE UNA SILLA, QUE ALGUIEN OCUPE SU LUGAR!
¿¡Queréis seguir... Queréis parar...!? ¡Tened cuidado que os boto al mar!
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com ¿HAS JUGADO A LAS SILLAS MUSICALES?
Por Marco Aurelio Rodríguez