Sr. Sigmund Freud, he leído en la prensa que un ruco de un campamento de emergencia era usado como motel y me he atrevido a escribirle.
Los hombres y los animales ―entre efluvios de opio usted ha dicho― no se diferencian mucho. Pero sí, yo quisiera “enternecer” con mi herejía.
Yo estudiaba en una universidad muy de espíritu que, para clamar de ello, contaba con un santo, una capilla, un arzobispo y una gruta en la curva de una pista de arcilla.
Esa casita de la Madre ―¡Virgen Santa!― era visitada por hijos traslúcidos que se apegaban para producir chispas. Yo creo en los cuerpos y usted, que es escritor confederado y que incluso dio la explicación de una mujer desnuda, me comprenderá lo que digo.
Yo le rezaba a Romualdito, que estaba en simas lejanas y de vez en cuando conocía alguna chica pero todas eran cristianas, o sea, infieles pero fieles a la eucaristía. Me encontraban depravado.
Todavía soy lo que soy y quisiera pedirle consejo para reírme un rato, de mí mismo, de usted.
A más explicaciones. Cuando voy a cumplir mi reclusión diurna ―usted leerá: “a su trabajo”― y paso por una casa de estudios superiores ―¡Guaaau! ¡Toda casa tiene madre, virgencita, incluso las de pisos altos!― y en lugar de la gruta veo una “escultura”, es decir, un desecho que representa la ratería y la cola de un cetáceo incrustado en el cemento, me digo ―y le subrayo:
¡Quisiera meterme en esa ruca y dejar mis deposiciones, mis efluvios y su pipa (simbolismo psicoanalítico de fracasos, de injurias, lo mismo el dedo del medio), Sigmund! ¿Usted estaría dispuesto a todo eso?
MARCO AURELIO RODRÍGUEZ
Autor de SERMONES Y PRÉDICAS DEL CRISTO DE PETORCA
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com ¡DIOSITO SANTO, ESCUCHA MIS QUEJIDOS DE BESTIA!
(Carta de un Consultorio Sentimental o Alguna de esas Cosas que se Tranzan por ahí).
Por Marco Aurelio Rodríguez