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Mujer y escritura en “Obra Reunida”, el libro de poesía de Marina Arrate
Por Eugenia Brito
El Desconcierto, 21.07.2017
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Fascismo y espectáculo, máscaras en series provenientes tanto del Imperio como del speculum femenino en su sombrío espejeo y reverso del poder, son los contextos del trabajo literario de Marina Arrate.
La poderosa poesía de Marina Arrate (Osorno, 1957) emerge durante los años ‘80, proponiendo un cambio de escena ya desde su primer libro Este lujo de Ser (1986), con una pregunta nueva: ¿quién es la mujer que surge desde el umbral de la letra latinoamericana, siempre subyugada por los modelos dominantes? ¿Cómo existir en un territorio marcado por un doble insilio: colonización y mestizaje, por una parte y, por otra, la violencia que aloja en sí el signo cultural que nombra a la mujer como subordinada, invisibilizada por género y etnia? Su poesía de manera sutil alegoriza la problemática de la existencia en el territorio frágil de la nación, tomada primero por la dictadura y luego construida con el diseño neoliberal del mercado post pinochetista.
Fascismo y espectáculo, máscaras en series provenientes tanto del Imperio como del speculum femenino en su sombrío espejeo y reverso del poder, son los contextos de su trabajo literario.
Marina Arrate también ocupa el fragmentarismo y se adueña del neobarroco que se instala en el país gracias a la lectura de Góngora y Quevedo, y la relectura de Lezama Lima para más adelante concluir con Sarduy y Arenas. Pero muchos otros y desde diferentes campos ingresan a pluralizarse en este tramado orgánico y sensitivo que es su poesía. Tampoco se puede ignorar el trabajo de traducción que la poeta hace de esas referencias cruzándolas con sentidos y fragmentos de habla de la cultura sudamericana.
Máscara Negra (Stgo. Eds. Lar, 1990) es su segundo texto, en el que se articula la gran doble de la mujer, ese doble que encarna el proceso de ser. Siguiendo la estética de su primer libro, Marina Arrate organiza en cinco poemas (tomas) la radiología del proceso o rito mediante el cual la “máscara”, el “disfraz” articula los pasos, los hilos de sentido, que actualiza el difícil acceso de la mujer al mundo simbólico. Y con él, su ingreso a la cultura, al lenguaje.
Y ser mujer viene a ser una compleja excavación de estados alternativos o paralelos entre una historia y una ficción, que se organiza de acuerdo a un sutil juego de disfraces, de revestimientos barrocos que proponen articulaciones y desvíos de la mirada como centro de una galería de espejos maquillados y deseosos en el sentido de que revelan su desencanto y rebeldía Lo que motiva, en el filo del vacío a hacer nacer a la gran Otra de sí, esa mujer que la Mistral enterrara en cierta manera en su famoso poema: “La Otra”.
Pero es la “otra” de una conciencia obsesiva y penetrante, la raíz de una articulación del ser que, enceguecido frente al espectáculo de luces y guiones representados como espectáculo ante su conciencia, retrocede para buscar su propia palpitante necesidad. Y sin matar o sacrificar a esa necesidad de la otra, sin matar la pulsión que la conforma, da testimonio de ella, le reconoce sentido, le otorga un estatuto de legitimidad a esa esquirla de habla y por ello dice: “en consecuencia / he decidido escribirla”.
Ese lugar es también un espacio que se va conquistando, lo que ocurre en Este Lujo de Ser, como se aprecia en la enumeración de sitios y de objetos por donde transcurre la intimidad de la vida y el poetizar. En Máscara Negra es la sexualidad femenina, tomada como “maquillaje”, por la subjetividad poética. En Tatuaje, (1992) es el ritual erótico, entre el vértigo y la nada, por un lado, y también la fiesta, el éxtasis, el goce siempre acompañado por el dolor, la pulsión canibalística y el deseo de vida, en los umbrales de la desaparición del yo en el otro y del otro en un yo. Historia y memoria, rito y la razón normalizadora.
Sobre el texto blanco de la cultura eurocéntrica, los caracteres tipográficos del significante arratiano abren un paréntesis, para instalar la sexualidad femenina, próxima al terror y a la dominación, por lo tanto, subalterna y forzada a administrar un guión dominante, que ella reescribe mediante el trabajo literario que intenta socavar y reorientar una cultura represiva y estereotipada. A su vez, lo femenino se vuelve pronto una categoría móvil que instala sus pliegues reversos en las figuras de otros seres, habitantes de la periferia, cuya única salida es la vía poética: transformar sus vidas en obras de arte, con gestos y poemas, que permiten con su seducción y erotismo; con su inteligencia y sagacidad, abrir zonas síquicas de libertad y democracia.
Lectura necesaria y épica que se congrega en la Antología que recorre toda la obra artística de esta importante poeta chilena contemporánea, publicada como Obra Reunida, por Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017.