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ELOGIO DE LA NORESTINA
Por Marina Arrate
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Cuando hacía clases de Psicoanálisis, Género y Literatura, siempre instalaba La Hora de la Estrella de Clarice Lispector (1) en la bibliografía, como obligatorio objeto de estudio. Siempre me encontraba con la adhesión maravillada de algunas estudiantes, y yo me decía a mi misma: a ellas también les habla. Sin embargo, es probable que los instrumentos analíticos no fueran los más adecuados para dar cuenta ni de la maravilla que generaba en ellas ni de mi propio asombro. Tenía una deuda conmigo misma.
Y voy a ir al grano.
Lo que me cautiva es el personaje de la norestina.
Pero, ¿cómo hablar de la norestina, sin destruirla? Hete aquí pues su primera cualidad: es frágil. Y, por supuesto, ella no sabe que es frágil. Es más, es una invención del escritor de esta novela de cordel (2). Lacrimógena, según las propias palabras del escritor, que es a su vez, la autora travestida. Esta compleja estructura que se dio Lispector para alcanzar a su delicado y asombroso personaje, la norestina, podría entregarnos desde ya algunas pistas: ¿es la invención de un invento? ¿O el sueño de un sueño?
Cuando soñamos que soñamos, la interpretación psicoanalítica nos señala la presencia en la conciencia de algo muy reprimido, de otro modo dicho, doblemente reprimido. Pero, como no voy a seguir este camino de análisis, lo dejaré aquí señalado como una pista no desarrollada.
Vuelvo a la pregunta: ¿Cómo hablar de la norestina, si Lispector hubo de escribir una novela para dar cuenta de ella? Este personaje ultrafemenino, producto de la fantasía melancólica del narrador que es el protagonista de la novela de Lispector.
Sería fácil decir: ella es un producto sociológico de las emigraciones del noreste de Brasil a la urbe de Sao Paulo, por ejemplo, y que lo es, pero no daríamos con ella. La mente práctica, representada por el novio y la amiga secretaria que se queda finalmente con este novio, la desprecia y la desecha finalmente. En un instante. Pero es precisamente ese instante fugaz, anodino, sin significado, intrascendente, banal, el que se hace carne en este personaje de la norestina. ¿Sería propio de los estoicos el recorrido de todas las alternativas que ofrece un camino, camino que para los aristotélicos se despacha con un solo signo simple, la recta entre dos puntos?
La fustigada y obsesiva escritura de Lispector, de una conciencia que busca el instante, en la totalidad de sus novelas, aquí vuelve a hacerse presente. El novelista torturado por su soledad y por alcanzar el más breve de los instantes. No sería de extrañar el amor de Lispector por la música clásica y que en este libro ocupa la primera página como declaración de amor y de dolor, de admiración, éxtasis y desesperación.
El alter ego de Lispector, el escritor en la novela que narra la historia de Macabea, la norestina, nos arroja algunos pequeños indicios más: está enamorado de ella. Y habría sido imposible no estarlo.
De algún modo, pensaba ayer en la noche, antes de quedarme dormida, ella es un misterio develado, que continúa siendo un misterio. Por eso, su carácter cataclísmico. Si es que hacemos caso de algunas de las noticias de su biógrafa (3), que habría estado escribiendo este libro en su lecho de enferma, cuando ya sabía que tenía un cáncer terminal.
En ese estado, irrumpe en su conciencia este personaje estúpido y bello, desamparado, marginal, sin lugar en la superficie de la tierra.
Bibliografía y notas:
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Lispector, Clarice: La Hora de la Estrella. 1977, Ediciones Siruela, 1989, Madrid, España.
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Novela de cordel era una modalidad de pequeña novela que se colgaba de los cordeles en los kioskos. Podía ser ya una novela por entregas, o una novela enteramente. Procedente de la España medioeval, afincó en Brasil con gran éxito. Según los estudiosos, sus temas podían ser sociales –de ahí su tremendo éxito – o amorosos. Esta entrega de Lispector contempla ambas aristas, de modo “lacrimógeno”, con ironía.
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Batella Gotlib, Nádia: Clarice: Una Vida que se cuenta, Adriana Hidalgo editora, 1ª edición, 2007, Buenos Aires, Argentina.