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ODIO Y DESEO
"Elogio del odio", de Marina Arrate. Editorial Garceta 2021, 56 páginas

[Premio Municipal de Literatura de Santiago, Poesía, 2022]

Por Diamela Eltit
Texto de presentación leído el 12 de agosto de 2021


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Marina Arrate cuenta con una obra marcada por una sutileza indesmentible. Una sutileza fundada en la decisión de formular imágenes alojadas en la suspensión de sentidos y en la evasión de formulaciones unívocas. Textos no concluyentes, sino abiertos a la multiplicidad. Su producción se inicia en los 80, esa década emblemática para un conjunto de poetas que produjeron sus libros en el contexto social más destructivo del siglo XX. Poetas mayoritariamente habitantes del llamado inxilio (o exilio interior) que, en condiciones de gran precariedad cultural, iniciaron sus producciones solo movilizados por la pasión por la poesía.

En ese contexto, no puedo dejar de mencionar aquí, que las poetas, al igual que la casi totalidad de la producción literaria de mujeres, experimentaron los efectos de la asimetría que asedia a su condición. Desde luego esa asimetría no radica en los textos, sino en la biología autoral. Ya está lo suficientemente pensado el campo de la poesía y cómo los poetas más historizados, De Rokha, Neruda, Huidobro y, a su manera, Parra, abrieron un territorio de disputas destinadas a proclamarse, cada uno de ellos, el primero y el único. Ya conocemos las dificultades de Gabriela Mistral en su tiempo y en su espacio para coincidir. Pero, más allá de las particularidades de las épocas, si se examina el "campo", como diría Pierre Bourdieu, se puede ver una disparidad porcentual alarmante que muestra cómo prolifera lo que el mismo autor denominó como "la dominación masculina" que sobrepasa a la letra misma.

En otro sentido, la irrupción ochentera portó diversas estéticas y diferentes objetos, pero, de una u otra manera, las poetas en su conjunto fueron acumuladas bajo el rótulo "mujeres" y allí se estableció un movimiento dual, por una parte discriminador (de orden biológico) y por otra redentor (de orden biológico), y hoy mismo, incluso podríamos aludir a la mujer escritora leída desde la hegemonía del mercado neoliberal provocado por la irrupción feminista. Un mercado que ha transformado las identidades en obsesiones clasificatorias para establecer así nichos de consumo, todos y cada uno acumulativo, sin diferencias ni menos reparando en las políticas de la letra.

Pero la literatura es letra y esa letra incide en otras y otras, porque la letra es un campo productivo social que abre zonas de debate en su propio interior. En ese sentido hay que pensar en el "cuerpo de la letra" como materialidad, despojándola de la biología de las y los autores y detenerse más que en órganos, en orgánicas de la sintaxis. Como he señalado anteriormente, la tarea política es des-clasificar la literatura, perforar el binarismo y producir una democratización de la escritura.

Desde 1986, con su libro  Este lujo de ser  hasta hoy, este preciso 2021, la poeta Marina Arrate ha continuado con su proyecto estético.  Elogio del Odio sigue su ruta, desde luego abriendo nuevos horizontes que se conforman y se diseminan mediante un conjunto de desplazamientos a través de espacios marcados por la otredad.

En este libro, Marina Arrate construye un texto nómada que busca mayoritariamente en el afuera de Occidente su propio paraje discursivo. Una poética del odio, o el odio como poética, opera como un signo de contención o como centro de lo relatable pero, a la vez, se dispone como sitio para la dispersión de los sentidos. El odio pertenece, habita, carcome, recorre la epidermis y cada uno de los surcos cerebrales irradiando todo el espacio corporal. Es extenso, sudanés, pero a la vez ese odio cabe en la palma de la mano. En la mano que moviliza la escritura.

El odio toma la forma de una mariposa y se convierte en belleza porque es una de las especies signadas por la magnificencia de sus colores, un insecto definido por los movimientos y la plenitud colorida de sus alas, una especie elegida por el coleccionismo para ser exhibido como lujo mediante el alfiler que lo consigna en el centro de los insectarios. La extraordinaria mariposa-odio del texto vuela hasta ser desplazada por el yatagán, arma histórica que ha atravesado los siglos hasta ser reconocida como joya por la calidad de su empuñadura y, a la vez, un mito envuelto en su halo de la letalidad. Una joya asombrosa que ha cruzado los siglos y que, en el texto, se presenta con los atuendos de la lucha.

Pero también recuerdo ahora mismo a un clásico de los textos de aventuras, el escritor italiano Emilio Salgari, que acompañó a numerosas generaciones en sus viajes mentales a través de la letra, con su héroe Sandokán, malasio, indio, vencedor de todas las batallas, provisto siempre de su arma joya. Esa misma arma, el yatagán-Sandokán, que ocupó Salgari para suicidarse mediante un hara kiri, a los cuarenta y nueve años. El yatagán no cesa.

El yatagán poético de Elogio del odio viaja por los nombres, se mueve entre Arizona y Alabama, entre Yemen y Sumatra y mucho más. Adopta identidades, cabalga indígena en las grupas. Se ausenta, espera desplegando la intensidad de su presencia.

La voz mítica que interroga, una voz que parece provenir de un tiempo iniciático, bíblico abre paso al cuerpo, al maquillaje, al simulacro y a la erótica. Cuerpo pintado por otro, pero y, esto es lo crucial, desde el deseo de la una. El recorrido erótico pauteado por los espacios deseantes de la que desea, no desde la que es deseada. La pintura como una superficie que recorre la uña mientras se vislumbra un derrumbe, la caída, la crisis que atraviesa al mundo, pero, a su vez, se releva el poder del deseo más allá o mucho más allá de la piel misma. O para decirlo de otra manera, del deseo como arma, como movimiento, como sede del libro y la letra que une cuerpo, desplazamientos históricos, destrucción, guerras solitarias, sentimientos asfixiantes. Y una escritura que no cesa de producir imágenes ubicadas en el centro de la perfección y de la belleza.

 


 

 

 


Muestra del libro

 

PINTAME LOS PIES

Píntame los pies
píntame las uñas de los pies
ahora que los tengo
extendidos
preciosos, nítidos
sin mácula

transparentes
esmaltados, todo
lo más precioso que
hayas visto
píntame los pies

y reza.

Ahora que todo cae
como una película
horrorosa
de ciencia ficción

por favor

píntame los pies,
las uñas de los pies
nácar
rojo
celeste
ultramarino
extraterrestre incluso

hoy,
como si nunca
hubieras visto
jamás
un pie
el dedo de un pie
la uña del dedo
de un pie

tan perfecto
tan hermoso
tan inocente
(como un niño
o una niña)

fragante
flagrante

mientras todo caía
como la película que somos
(podría nombrar varias)

mientras todo se deshacía
como una barca
de agua

pinta
píntame los pies
pinta

y la cutícula arrastra
y deja

que todo mi pie sea perfecto

mientras caen
las bellas ciudades
que alguna vez amé
incluso,
más allá de mí misma

píntame los pies
el derecho y el
izquierdo

y el ojo
y el alma
y el seno
izquierdo y
el derecho

como lo que somos,
cariátides
esfinges

mientras todo se destruye

sin compasión
sin tregua
sin destino
sin comienzo,
sin fin, por
favor

pinta
pinta
esta mínima
esquina de mi
dedo
izquierdo

el que yo más amaba
lo único
que realmente me importaba
(lo único que existía,
seamos claros)

pinta
píntame entero el rostro
embadurna si quieres
revuélvelo
y de esa masa

(ah, pero no existes,
lo había olvidado,
dios mío)
tú,
píntame
la uña, el pie,
el ceño, el sexo,
pinta, pinta
no pares de pintar
no te
detengas

(tú sabes, estamos
a punto de
morir, no te
detengas)


 

 



 

 

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