Espero que la sombra me separe del día
y que fuera del
tiempo, bajo un cielo sin techo
la noche me acoja donde mejor sé
morir.
Si
mi destino está sobre la tierra, entre los hombres,
preciso será
aceptar en mí aquello que me definío,
puesto que no quiero ser
otro que yo mismo.
Mi
nombre, mi rostro, todo aquello que no me pertenece
lo doy como
forraje al público insaciable,
mi verdad la comparto con los
míos.
No
vivo en la superficie, mi morada está más profunda
el
malentendido no viene de mí:
nada tengo que ocultar si no sé
adónde voy,
sé con quién voy.
Mi
parte del trabajo es asumir mi libertad
lo digo a fin que más
tarde nadie se asombre:
lucharé hasta que me reconozcan
vivo.
Mi
patria está sin nombre, sin tachas
hay una verdad en la
subversión
que nos devolverá nuestra pureza
escarnecida.
Y
si debiera equivocarme, eso nada cambiaría
Hacer reventar los
sistemas es el único juego aceptable,
el movimiento es la única
manera de permanecer vivos.
Mi
amor lo doy al hombre o a la mujer
quien me acompañará en este
periplo incierto
donde velan la angustía y la soledad.
Y no
cerraré los ojos, ni los bajaré.