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El Destinatario Natural
Obras Completas de Marta Brunet, Zig-Zag, 1963

Por Emir Rodríguez Monegal
Publicado en El País, enero-junio de 1964



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Una de las más tristes servidumbres del escritor hispanoamericano es la dificultad de comunicarse a través del vasto subcontinente. de los mercados regionales, de los superfluos nacionalismos. Con un público lector que puede calcularse en millones y que abarca también a España, el escritor hispanoamericano suele estar reducido al ámbito de su país, o (si es más famoso) de un sector de la América hispánica. Contra esta realidad general luchan algunas editoriales importantes que proyectan su obra fuera de las fronteras nacionales. Pero no hay bastantes e incluso las que hay, suelen regirse a veces por criterios lamentablemente nacionalistas o regionales. Por eso mismo, parece tan importante que en todas partes de América se trabaje en forma sostenida y coordinada para hacer conocer lo que se produce en el resto de este mundo nuestro. La labor de difusión es enorme y por eso mismo urgentísima. 

Pensaba en esto al recibir el hermosísimo volumen de Obras Completas de Marta Brunet que acaba de publicar en Chile la Editorial Zig-Zag (1963, 870). Está impreso en papel biblia, tiene un prólogo crítico y amistoso a la vez de Alone, una cronología muy precisa y una útil bibliografía. Reúne en un solo cuerpo la producción ya vasta de la admirable y personalísima cuentista chilena. El libro forma parte de una colección de la misma Editorial, que ya ha publicado las Obras Completas de Manuel Rojas y de Eduardo Barrios, y que prepara las de Santiván y de Vicente Huidobro. La tarea es, como se ve, ambiciosa. 


UN PROBLEMA CIRCULATORIO

Sin embargo (siempre hay un sin embargo, como apuntaba Lytton Strachey), la mera existencia de este volumen y de los anteriores de la misma colección plantea varios problemas. En primer lugar, el de la anterior difusión de la obra de Marta Brunet. Reconozco que antes de ir a Chile en1953 sólo conocía una novela corta (La mampara, inquietante) y algunas colaboraciones suyas aparecidas en Sur y La Nación, de Buenos Aires. Los libros chilenos no llegaban entonces o llegaban poco hasta Montevideo. Allí en Santiago no sólo conseguí sus libros sino que pude conocer a la autora. La publicación de algunos de sus primeros títulos en un volumen de la Biblioteca Contemporánea de la Editorial Losada (Montaña adentro, Bestia dañina, María Rosa, flor del Quillón) sirvió para hacer circular su obra en un ámbito más vasto. Sólo a partir de esa edición argentina de 1953 puede decirse que Marta Brunet llegó a todas partes de América.

Algo similar podría decirse de Manuel Rojas (puesto en órbita por Emecé Editores a partir de la edición argentina de Hijo de ladrón) o de Eduardo Barrios, aunque éste era ya conocido de las élites lectoras desde hace más tiempo. La verdad es que los libros chilenos, pasada la época de crisis editorial provocada por la guerra civil española, no han reconquistado aún el mercado de la América hispánica. De ahí que surge una segunda e inmediata cuestión: ¿qué alcance podrá tener esta edición de Obras Completas que ahora tengo aquí a mano?

LA PARADOJA CHILENA

Si hubiera sido publicado por Losada o por Aguilar no habría problema. Son casas que tienen representantes en las principales ciudades de América y de España, que distribuyen sus libros con la mayor diligencia, que hacen sentir su presencia en el mundo de habla hispánica. Pero las editoriales chilenas no. De ahí que esta segunda cuestión ceda inmediatamente paso a una tercera: ¿cómo es posible animarse a producir un libro de tanta calidad y precio si se piensa que su difusión fuera de fronteras será lenta y hasta problemática? Que conste, por otra parte, que no se trata aquí de un escritor chileno cuyo nombre sea poco conocido en América. Basta mirar la bibliografía final y recorrer los nombres de los críticos que han comentado ya copiosamente la producción de Marta Brunet para comprender que no ese este el caso.

El problema se centra casi exclusivamente en el campo editorial. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el mercado chileno es relativamente rico. Un país que se considera a sí mismo pobre tiene sin embargo un gran movimiento editorial y agota puntualmente las ediciones de sus escritores favoritos. Entre estos figura Marta Brunet, que (sin quererlo, pero tampoco sin evitarlo), ha recogido parte de la herencia popular de Gabriela Mistral. Como la autora de Desolación, Marta Brunet se ha convertido no sólo en un escritor leído, sino en una suerte de encarnación de la literatura femenina chilena. Este fenómeno asegura sin duda alguna el éxito de la edición de Obras Completas dentro del territorio nacional. Lo que no resuelve los problemas inicialmente planteados.


UN BALDECITO OPTIMISTA

Tal vez sean insolubles. Aún en el mejor de los casos, y suponiendo que algún distribuidor uruguayo concertara un elogiable acuerdo para difundir aquí esta colección de Obras Completas, los mayores problemas persistirían. Porque no se trata sólo de iniciativas particulares, que pueden estar bien o mal orientadas, pero que son al cabo de reducido alcance. Se trata de un problema de tal magnitud que convierte la iniciativa individual en el optimista baldecito con el que se quiere desagotar el océano.

Se ha llegado, me parece, al punto de que los estados hispanoamericanos necesitan revisar a fondo su política del libro. No es sólo el caso del fomento de las ediciones nacionales que éste parece tema muy oportuno y candente, sino que es el caso de organizar verdaderas alianzas regionales para que la circulación de libros entre países vecinos resulten fomentadas en vez de estar obstaculizadas por toda suerte de trabas. Para que así las pequeñas editoriales y no sólo las más poderosas puedan colocar ventajosamente su producción en todas las capitales de América.

Un esfuerzo como éste que realiza ahora Zig-Zag con algunos de los clásicos vivos de las letras chilenas, o como el que está realizando Fondo de Cultura Económica de México con su monumental edición de Alfonso Reyes (ya ha publicado quince volúmenes encuadernados), o como los de otras tantas editoriales de otros tantos países hispanoamericanos, no puede quedar librado sólo al eco que cada escritor tenga en su país o la buena voluntad de los editores. Habría que pensar en términos más amplios y a la vez generosos. Todo lector uruguayo podría así tener en sus manos esta hermosa edición de Marta Brunet, podría leer sus cuentos v sus novelas, penetrar en un mundo a la vez precisamente realista y poéticamente mágico, estar en contacto con una de las escritoras más personales de la actual literatura hispanoamericana. Porque estos libros no pueden ser sólo materiales para la crítica. Deben andar por el mundo, ser leídos y releídos, encontrar a ese lector común que es al fin y al cabo su destinatario natural.

 

 

 



 

 

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Por Emir Rodríguez Monegal.
Publicado en El País, enero-junio de 1964