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Lo que Marta Brunet hizo para sobrevivir
Marta Brunet. Crónicas, columnas y entrevistas. Editado por Karim Gálvez. La Pollera Ediciones.
Por Amelia Carvallo
Publicado en http://www.australtemuco.cl/ 26 de Mayo de 2019
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Hija única, Marta Brunet nació en Chillán en 1897, bajo el resguardo de una familia acomodada de la provincia. Pasó su infancia en Ercilla, en el fundo de su padre en Pailahueque y también en la ciudad de Victoria, donde se educó con profesores que iban a su casa. Entre los 14 y los17 años vivió en Europa junto a sus padres, pero la Primera Guerra Mundial hizo que regresaran a Chillán.
Sus primeras incursiones literarias fueron algunos poemas, que mandó junto a una carta de presentación al famoso crítico literario Alone, quien le aconsejó no prosperar en los versos pero sí dedicarse a la prosa. Al calor de ese estímulo, publicó en 1923 "Montaña adentro", novela que dejó a la crítica y a los lectores pasmados con la fuerza de su estilo. Muchos no daban crédito a que una "señorita de provincia" pudiera manejar con tanta naturalidad esa mirada cruda sobre el campo sureño.
En 1924 falleció su padre y quedaron con su madre en mala situación económica, por lo que se trasladaron a la capital donde Marta empezó a enviar cuentos a algunas revistas y desempeñó algunos empleos lejos de la escritura para poder vivir. Cuentan que se dedicó a la quiromancia y la grafología y este oficio le entregó claves psicológicas que utilizaría en la construcción de sus personajes.
Todo ese trabajo menos conocido es el que ofrece la selección y edición de la periodista
Karim Gálvez en "Marta Brunet. Crónicas, columnas y entrevistas" (La Pollera). Se trata de un vistazo al quehacer periodístico de la Premio Nacional de Literatura que se aprecia en trece entrevistas, ocho crónicas y veintiuna columnas escritas entre 1921 y 1958.
EL LEGADO
Brunet fue cónsul de Chile y agregada cultural en Uruguay, en cuya capital murió sorpresivamente en 1967, cuando leía su discurso de incorporación a la Academia de Letras de ese país. Los derechos de sus escritos los donó a la Universidad de Chile y sus obras completas, publicadas por Zig-Zag en 1913, estaban agotadas hasta que en 2014 la doctora en Literatura Natalia Cisterna, junto a la U. de Chile y la U. Alberto Hurtado, reeditaron su Obra Narrativa Completa.
LA NOVELISTA DE CHILLAN
Gabriela Mistral la llamó "La novelista de Chillán" y en julio de 1928 la definió así: "Su éxito en grande, el reino suyo, lo que ella nos trae, es la creación de caracteres chilenos. En este lote, que es ni más ni menos que el del novelista, creo que nadie la alcanza dentro de lo nuestro. Tal vez me equivoque por falta de lectura reciente de novelas chilenas; pero en mi recuerdo yo no logro cazar tipos que entren de igual a igual en la familia que ella nos está entregando con su Don Florisondo, su doña Santitos, su María Rosa y su Meche".
Aunque Mistral criticó el uso de un lenguaje demasiado plagado de dialectismos, también admiró su capacidad de observación: "Tiene una observación que no es mirada sino casi chupadura del motivo. Así lo absorbe de entero y así lo entrega cabalmente... Yo usaría, si no estuviera tan estropeada, la expresión de que Marta no construye sino que invoca a sus personajes".
En una columna publicada en la revista Atenea en 1958, Brunet explicó de esta manera su oficio: "El escritor debe poner en práctica aquello que decía el viejo Pascal: 'En la vida todo concurre'. Lo que vale decir que el escritor debe sumarse a la vida, adentrarse en ella, identificarse a través de los sentidos con todos sus aspectos, enriqueciéndose de experiencias, aprendiendo de las artes de las letras y
las ciencias cuantos éstas puedan entregar y, al propio tiempo, descifrando con su alegría y su dolor el oscuro, tremendo y apasionante libro de la propia existencia".
PERIODISMO LITERARIO
La selección de crónicas arroja a una Brunet de paseo por Talcahuano, interesada en los melindres frente al mar de un par de bañistas "ajamonadas". También aparece su ejercicio como crítica de cine; reflexiones sobre una maestra rural de Los Quillayes, así como los recuerdos de la casa de su tío Darío, afamado anticuario.
Moliere, sus petimetres y sus preciosas ridículas también son parte de las crónicas de Brunet: "Se comprende que su obra permanezca viva después de tres siglos al considerar que los mismos vicios y defectos de entonces prevalecen en la sociedad moderna y que snobs, bellezas profesionales, rastacueros, nuevos ricos, bas-bleu, etcétera, han sucedido con otros nombres a los personajes que él analizara".
Las columnas abarcan variopintos temas: la urgencia de la caridad de parte de los que más tienen, el sacrificado y sagrado oficio de la madre y su sacrosanto derecho a la soledad, algo desacostumbrado de plantear hasta hoy. La holgazanería de las que están "mano sobre mano" sin hacer nada también es puesto en el tapete y en julio de 1935 escribe sobre el despiadado invierno que azota al país.
Marta Brunet, además, se interesa por la mujer que trabaja, y los flamantes derechos que
han conquistado.
Las entrevistas muestran la agudeza de la escritora al momento de perfilar a los personajes. A Joaquín Edwards Bello (en 1927) lo visita en casa de su madre donde conversan animadamente sobre política chilena. Con la poeta María Monvel habla en 1928 sobre su última viaje a Cuba y cómo conoció a Dulce María Loynaz, quien la sorprende y asusta con la excentricidad de su dormitorio redondo y una muñeca sin ojos sobre la cama. Ese año entrevista a Claudio Arrau, a quien conoció de niño porque sus familias eran cercanas. La hacían cuidarlo en la playa. Frente a la pregunta sobre qué tipo de mujeres le gustan, el eximio pianista responde "Las polacas corno raza Las románticas como temperamento".