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Marta Brunet murió ayer en Montevideo

LA NACIÓN, sábado 28 de octubre de 1967

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Murió Marta Brunet. La noticia golpeó ayer en la tarde con la fuerza de un increíble. Los cables de las agencias de noticias y los teletipos de la Cancillería trajeron la dura noticia desde Montevideo, donde a los 70 años de edad la escritora estaba desarrollando activas funciones como Adicto Cultural de la Embajada de Chile en Uruguay.

La muerte la sorprendió en un país sin montañas, a ella, que nació a la vida literaria con su novela “Montaña Adentro” cuando tenía 26 años de edad. Escritora, periodista y diplomática, Marta Brunet publicó cerca de 20 libros. En 1961 ganó el Premio Nacional de Literatura. Su obra ha sido traducida a los idiomas sueco, portugués, inglés, francés y alemán.

Murió tal vez en la circunstancia deseada por todo escritor: en el momento en que era recibida solemnemente por la Academia de Letras del Uruguay. En solemne sesión fue recibida ayer, a las 11 de la mañana. La presidenta de la Academia, doctora Esther de Cáceres, pronunció el discurso de recepción, refiriéndose a Marta Brunet en los términos más elogiosos. Enseguida, Marta Brunet comenzó a leer su trabajo de incorporación, una brillante pieza oratoria y literaria sobre el Grupo de los Diez, que no alcanzó a concluir. Bruscamente interrumpió su intervención, fulminada por un ataque cerebral. Entre la consternación de todos los presentes, la célebre escritora fue conducida al hospital, donde falleció a los pocos minutos.

Marta Brunet ingresó al Servicio Exterior en 1939, desempeñando funciones consulares y diplomáticas en La Plata, Buenos Aires, Rio de Janeiro y Montevideo.

Su primer viaje al extranjero lo hizo cuando tenía sólo 14 años, y en tres años recorrió ocho países europeos y tres sudamericanos.

Nació en Chillán el 9 de agosto de 1897. En la misma ciudad formó un grupo juvenil en 1920 con Tomás Lago, Armando Lira, Gabriel Fagnilli, Walterio Millar y Alfonso Lagos, entre otros.

Desde sus comienzos en las letras, Marta Brunet estuvo ligada a nuestro diario. "Alone" era nuestro crítico literario y ella le envió una carta presentándole los versos de uno de sus compañeros. “Alone” le contestó que la carta era buena pero que los versos eran malos. Entonces Marta Brunet le envió sus propios versos, y “Alone” se los halló tan malos como los otros, pero le volvió a encontrar buena la carta: “¿No escribe prosa?”, le preguntó. Y enseguida le mandó ella sus manuscritos de "Montaña Adentro”, que fue publicada en 1923. La crítica fue generosa en elogios, y esa novela, que vio después varias ediciones, fue entusiastamente comentada por Alone, Pedro Cruz, Omer Emeth, Raúl Silva Castro, Gabriela Mistral, Cruz Ocampo, Armando Donoso y otros.

Sus cuentos para niños fueron incorporados a todos los libros de lectura escolar.

Escribió poesías, cuentos y ensayos en "La Discusión”, de Chillán (el primer diario que puso sus creaciones en letras de molde); en "El Sur”, de Concepción; en LA NACION, de Santiago; en “Familia”, de Santiago, donde fue directora; en “Caras y Caretas”, de Buenos Aires; en "La Nación” y "El Sur”, ambos también de Buenos Aires.

En 1925 obtuvo su primer galardón literario al ganar el primer premio en el concurso de cuentos organizado por "El Mercurio”; en 1933 ganó el Premio de Novela de la Sociedad de Escritores de Chile; en 1943 el Premio Atenea, de la Universidad de Concepción, "a la mejor obra de creación aparecida en el año", por su libro de cuentos "Aguas Abajo".

El Presidente Frei y el Canciller Gabriel Valdés presentaron sendas condolencias, y la Cancillería anunció que el Gobierno se hará representar oficialmente en los funerales.

El propio Gobierno repatriará los restos de la ilustre escritora y ya impartió las instrucciones pertinentes a su Embajada en Uruguay. Su cadáver será embalsamado hoy y transportado el domingo en la noche en un avión de la Pan American Airways con destino a Buenos Aires, desde donde los traerá el lunes otro avión de “Avianca”. En atención a que tanto el proceso de embalsamamiento como las alternativas del transporte pueden hacer variar la fecha y hora de llegada, aún no se ha fijado la oportunidad del funeral. En todo caso, se informó que los restos de la escritora serán inhumados en el Cementerio General, en la capital.

 

 

 

 

Marta Brunet

Por Hernán Poblete Varas
La Nación, domingo 29 de octubre de 1967


¡Esa mente tan clara, tan limpia y aguda, paralizada de pronto, en medio del discurso destinado a contar, con ese amor suyo de campesina por el terruño, la aventura, intelectual de “Los Diez”!

Si nos hubieran dicho que se detuvo su corazón, cansado de la larga vigilia, abrumado por los dolores y angustias de tantas historias secretas hechas vida y carne en sus libros...

Hablaba, informa la noticia, con brillo, con esa límpida prosa que fluía de sus labios en contenido torrente, armoniosa, construida palabra a palabra y frase a frase, pues la costumbre de dictar a que la obligaba su casi ceguera, le dio una disciplina de la improvisación en que el orden y la lucidez del discurso reemplazaban el largo trabajo de las cuartillas emborronadas.

La recibían en la Academia de Uruguay. En ese instante, su vida se interrumpió, como una coronación. No se la podía imaginar enferma, extraviada en la senectud, desposeída por la vejez de todas esas admirables condiciones que hicieron de ella una de las más grandes escritoras de América. Los honores, que no turbaron en absoluto su madura serenidad, debían acompañarla hasta el fin. Y no debió experimentar angustia en el instante de su muerte quien tenía tan alta conciencia de la vida.

Dejemos a los especialistas la tarea de juzgar, en el detalle y en el conjunto, la obra con que enriqueció a las letras chilenas. Nadie dudará, está claro, de la importancia de su testimonio y del significado de su presencia en la literatura nacional. Nacida en el corazón del criollismo, supo dar al relato de la tierra una dimensión desconocida antes de ella: la humanidad encarnada en esos personajes solitarios y, muchas veces, terribles, que exceden el habitual pintoresquismo y revelan un conocimiento de almas, una capacidad de pesar lo recóndito en el corazón del hombre, que asombró, no sin razón, a cuantos leyeron sus primeros libros. Esta muchacha “alta, blanca, derecha, lozana, de los grandes ojos celestes un poco velados por la miopía”, trajo de su provincia un mundo nuevo y negado antes a la mujer. Ella, en sus cuadernos de colegiala, repletos de letras desordenadas y firmes, acarreaba a la literatura de sus años una visión dolorosa y profunda, en la que era posible admirar —con equivalente asombro— la sutileza en el estudio de almas y la perfección de un estilo rotundo, depurado, sobrio y exacto. Doble prodigio, el del lenguaje, empleado con precisa nobleza, y de la sabiduría que era capaz de abrir ante sus ojos de provinciana el universo de los corazones.

Creó personajes de carne y hueso, vivos y apasionados, marcados por la soledad. Este era uno de sus signos —la soledad—, paradójico en ella, tan rodeada de gentes y tan generosa de su propia persona. Tal vez el misterio de su obra reside en esta doble perspectiva, en esta capacidad de penetrar el secreto interior y de llegar al extremo recóndito en que el ser es uno e incomunicable y en esta permanente entrega que hacía de ella una amiga fraterna, una mano tendida con amor comprensivo y paciente.

Las nuevas generaciones literarias le deben mucho, no sólo por el ejemplo de su vida creadora. Nunca pretendió formar escuelas, ni constituir séquitos. Respetó, con admirable prudencia, el hacer de los demás. Supo entender, reconocer. Y sobre todo eso alentó, abrió paso, tuvo clara conciencia de que “todo pasa” y de que es necesario, en virtud de esa condición transitoria, amparar y acoger a los que vienen. Si pudiéramos disociar su persona de su obra literaria, diríamos que, en Marta Brunet, ésa fue la virtud más excelsa: la fraternidad con que acogía a los nuevos, a los recien llegados a un arte en que ella era maestra, para impulsarlos y señalarlos ante el público. Su dedicación por los escritores nuevos no tenía límites y jamás el temor a perder un prestigio, ya muy ganado y suyo, enturbió la constante labor de destacarlos.

Así pasó por la vida, con su “misterio meridiano”, con su “secreto luminoso”. Ahora que no está, sólo nos queda colocar sobre su tumba la rosa de nuestra admiración.

 

 

 

 

 

 






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