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Narrar a la chillaneja
Montaña adentro, Marta Brunet

Por Milton Aguilar
Las Últimas Noticias, 11 de Octubre de 1997


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La reedición de "Montaña Adentro", de Marta Brunet (Chillán, 1897 - Montevideo, 1967), en la Colección Premios Nacionales de Literatura (Editorial Universitaria, 1997, 94 páginas), repara la injusticia del olvido en que ha caído y permite que nuevas generaciones de lectores se acerquen a la obra de una escritora que no se contentó con sus éxitos iniciales y que en su evolución literaria -dinámica y rigurosa- buscó nuevos ambientes, otros tipos humanos y técnicas distintas que aseguraron su universalidad.

Pero, por sobre todo, pone en el tapete ciertas "imágenes" estereotipadas de la literatura escrita por mujeres, expuestas brillantemente y en forma esclarecedora en el prólogo de Kemy Oyarzún. Es lo que en su momento Lucia Guerra Cunningham ("Texto e ideología en la narrativa chilena", 1987) expresó como: "Hasta ahora, no se ha realizado una investigación exhaustiva que ubique a la literatura femenina como una totalidad dentro de un contexto social e histórico originador de una visión del mundo y de técnicas elaborativas singulares".

Lo que primero llama la atención en "Montaña adentro" es el lenguaje, catalogado de "demasiado áspero, demasiado recio, demasiado real" y aparentemente "deshuesado y localista". Milton Rossel daba como ejemplo una frase breve, cortante: "Un crujido seco y la máquina cortadora de trigo tumbóse a un lado". Luego el diálogo elemental: "-Parece que s´hubiera quebrao algo -dijo el que dirigía la yunta. Así no más parece - contestó Segundo Seguel".

Enseguida el lector se enfrenta al paisaje, a la naturaleza, que Emlio Vaïsse (Omer Emeth) cataloga como un escollo encantador: "La señorita Brunet, como todos los poetas, personifica, humaniza, si tal puede decirse, la naturaleza toda. Con mucha frecuencia hace que los árboles, los ríos, las flores, las estrellas hablen como hombres".

Y por último, desde mi experiencia de lectura, lo que aparece como más significativo -aparte de la furiosa denuncia social- es la imagen de la mujer retratada en un contraste significativo desde el principio de la novela: La vieja y magra (la madre, doña Clara) se hizo a un lado. A la luz de la Luna y en el fondo rojo de la hoguera, parecía una bruja camino del aquelarre. Otra figura femenina (la hija, Cata), juvenil y agraciada, se destacó en la puerta de la sórdida casucha. Un contraste que permite visualizar el conflicto dramático entre lo tradicional y estatuido, con sus supersticiones y represiones, y lo nuevo que despunta como un esbozo de rebeldía juvenil, en esa afición desmedida de la muchacha por "chacotear con los guainas".

Más allá de que la historia se centra en el idilio de Cata y Juan Oses, el héroe que ofrenda su vida a la mujer cuando retorna el azuzado abusador, "Montaña adentro" nos plantea interrogantes acerca de cómo ha sido leída e insertada en cierta tradición de la crítica chilena. Si la leemos superando aserciones peyorativas de una estética masculina, lograremos descubrir que aquellos prejuicios se deben a una total incomprensión de qué es una mujer y cuales son las características distintivas de su escritura.




 


 

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"Montaña adentro", Marta Brunet.
Por Milton Aguilar.
Las Últimas Noticias, 11 de Octubre de 1997