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Marta Brunet, la transgresora

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Artes y Letras de El Mercurio, 17 de septiembre de 2017


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Nació con la vista endeble, pero no del todo mala. Recién a los 30 años, la escritora Marta Brunet (1897-1967) compró sus primeros anteojos. Creía que la luz artificial y el incesante humo de cigarrillos al que la expuso el periodismo habían dañado sus ojos. Pero el problema era hereditario y al llegar a los 50 las cataratas la dejaron al borde de la ceguera. Aunque se trató con diversos médicos en Chile y Argentina e intentó los más variados tratamientos, incluido un injerto de placenta, finalmente no tuvo otra opción que viajar a España a operarse. Funcionó. "Viví durante 17 años rodeada de una nebulosa creciente, incapaz de ver perspectivas", le diría a José Donoso en una entrevista, pero no era del todo cierto: antes que todos y con más claridad que nadie, en sus cuentos y novelas Brunet vio el lugar subordinado de las mujeres de su época y también el latido de una silenciosa transgresión.

Eso lo sabemos ahora. Su fama en vida, que cruzó las fronteras de Chile, jamás estuvo asociada a algún tipo de reivindicación femenina. Pero fijarla en un rol no es fácil. Modelo de la mujer soltera sin hijos y por eso mismo rara avis en la mitad del siglo XX, Brunet llegó a ser directora de "Familia", una revista para la dueña de casa centrada en las labores domésticas. Paralelamente, escribió una obra dura y transparente, casi siempre ambientada en zonas rurales o pueblitos pequeños, en la que abunda la violencia sobre la mujer, los incestos y las rebeldías silenciosas. Compañera de aventuras teatrales de María Luisa Bombal, fue diplomática y estuvo ligada a la revista Sur, comandada por Victoria Ocampo. Y aunque su nombre es parte del canon de la narrativa chilena, hoy apenas se la lee. A veces se la viste: hoy la tienda Miguras.cl vende poleras estampadas con retratos de personajes como Madonna, Nicanor Parra y también de Marta Brunet.

En 1961, cuando Donoso entrevistó a Brunet para la revista Ercilla a propósito de su regreso a Chile para recibir el Premio Nacional de Literatura, sobre la autora aún pesaba la carga de ser una precursora del neocriollismo. Y lo había sido al debutar con la novela Montaña adentro (1923), pero dos décadas después y quince libros más tarde su obra se había complejizado. Donoso, sin embargo, solo alude en el artículo a aquel libro para caracterizar a la escritora: "Los primeros lectores de Montaña adentro se extrañaron al saber que la autora era una señorita de provincia; el libro era demasiado áspero, demasiado recio, demasiado real. Son características que la obra de Brunet ha conservado hasta ahora", termina su nota el novelista.

A su modo, Donoso perpetuaba una mirada: apadrinada desde sus inicios por el crítico Alone, Brunet surgió con la venia de reseñistas que insistieron en valorar que sus libros no parecían escritos por una mujer: Raúl Silva Castro habló de la "varonilidad de su talento", mientras que Carlos Silva Vildósola aseguró: "Este es un escritor; no una escritora, aunque sea una dama". Las frases son un hallazgo de Lorena Amaro, la última crítica de una cadena de escritoras y académicas que a mediados de los 90 iniciaron una relectura de Brunet para descubrir la potencia desequilibrante de su obra -Rubí Carreño habló de su literatura como una "pedrada al patriarcado"-, y ahora el proceso ha llegado a una culminación: acaba de publicarse el segundo tomo de las Obras completas de la escritora.


Dos mil páginas

"Fue un trabajo brutal", dice Natalia Cisterna, quien realizó la edición crítica de los dos tomos publicados por Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Además de que muchos de los libros de Brunet no están disponibles, Cisterna publicó en las Obras completas las últimas versiones de los textos producidas por la escritora, dando cuenta de las modificaciones que hizo a lo largo del tiempo. El tomo I (2014), que recoge las novelas, fue menos complicado que el II, con los cuentos: "Encontramos alrededor de 30 cuentos dispersos, publicados en diarios o revistas. Tuvimos la suerte de que Alicia Romero, una historiadora chillaneja, se acercara a nosotros con un material que había recopilado por años. Por ejemplo, hay relatos que publicó con el seudónimo de Miriam en 1918 y esos no teníamos cómo buscarlos. Después, encontramos otros o distintas versiones. No todos están al mismo nivel, pero dan cuenta del laboratorio de su escritura", dice Cisterna.

En conjunto, los dos tomos de las Obras completas suman casi dos mil páginas: a sus novelas y cuentos, se suman textos críticos de Lorena Amaro, Kemy Oyarzún, Rubí Carreño, Grínor Rojo y la propia Cisterna. Unidos dan cuenta de otra Brunet, más allá de los relatos infantiles tan leídos en los colegios de Cuentos para Marisol y muy lejos del olor a naftalina que hoy produce hablar de neocriollismo: incomprendida por sus pares y la crítica, como plantea Amaro, Diamela Eltit llegó a decir en páginas de Artes y Letras que Brunet exploró el idea de lo femenino de su época y prefiguró una manera de narrar: "Esta singular escritora chilena no sólo presagió parte de la obra de José Donoso, sino que además pensó y repensó a los cuerpos cautivos por mandatos angustiosos que se dedicó audazmente a develar y quizás (por qué no) a aliviar".


Fuerza transgresora

Desde Chillán, Alone recibió una carta en 1922. Eran poemas de una joven que buscaba una opinión. El crítico los leyó y los descartó, pero respondió preguntando si quizás no habría alguna narración, dada las pocas pero brillantes frases de la misiva. Había: poco después, Marta Brunet, que por entonces tenía 25 años, le mandó el manuscrito de la novela Montaña adentro. Asombrado con el texto, Alone fue hasta donde Pedro Prado para mostrárselo y lo leyeron juntos para dictaminar que ahí había una escritora. "Hoy, como entonces, su relato tenso, vibrante, impetuoso, nos ha retenido irresistiblemente", escribió el crítico en 1954, repitiendo una historia que contaría una y otra vez.

Y aunque las primeras veces que Alone contó su descubrimiento le quitaba a Brunet siete años de edad, su hallazgo era totalmente real. Tanto que el crítico y la escritora fueron amigos hasta el final. Fue él, de hecho, quien la introdujo en los círculos literarios locales. Con la publicación de Montaña adentro, en 1923, Brunet dejó Chillán para instalarse en Santiago. Allá había crecido en una familia acomodada que, como contó Donoso, se escandalizó dos veces ante los intereses de su hija: cuando quiso ser médico y luego al cambiar su vocación por bailarina. "En las buenas familias provincianas, el futuro de las señoritas no contempla otra posibilidad que la de tener muchos hijos y hacer dulce de membrillo", señalaba resignado Donoso.

En Santiago, Brunet hizo de todo para cumplir con su destino literario: trabajó como periodista en la revista "Familia", tuvo una compañía teatral con Bombal y, según documentó Diamela Eltit, también se habría dedicado a la quiromancia o la grafología. "Soltera, solterona, solterísima y libre que puso siempre en primer lugar su escritura", anotó Rubí Carreño, caracterizando la fuerza de su vocación. Su lugar como escritora estaba en la escuela del criollismo, hasta que en 1939 inicia una carrera como diplomática en Argentina. "Al subir a la presidencia, don Pedro Aguirre Cerda se compadeció de mi estado, y me hizo salir al extranjero como cónsul", dijo la escritora .

Según Natalia Cisterna, es en Argentina donde Brunet hace un giro en su narrativa. "Pasa a tener un mejor estatus económico y se vincula con la vanguardia bonaerense, de la revista Sur, y eso se observa en la calidad de su literatura. Un libro fundamental, Aguas abajo, lo escribe estando en Argentina. Logró concretar una literatura mucho más compleja en términos ideológicos y estéticos", dice la académica, que plantea que en uno de los cuentos de aquel libro hay una clave de lectura de su obra: en "Piedra callada" están las relaciones de poder históricas de la hacienda, y de fondo el paisaje criollista, pero es la historia de una madre y una hija que intentan sobreponerse al abuso masculino.

"Cuando Brunet empieza a superar la estética criollista, cuando introduce elementos modernistas, vanguardistas, ya no es entendida. No la leen", explica Cisterna. "Es una mujer haciendo una literatura novedosa, transformándola, con características que escapaba a la norma. Ella construye un imaginario para leer políticamente su mundo: un mundo conservador, aun regido por las lógicas de la hacienda y que operan también en la ciudad. Su forma de describir a la aristocracia en decadencia que se niega al avance de la modernidad, por ejemplo, luego va a estar en Donoso", añade.


Insinuación rebelde

Como plantean Grínor Rojo y Eltit, una de sus novelas más valiosas es María nadie (1957), la historia de María López, una joven de los años 50 que llega al pueblo de Colluco para ser la telefonista. Su presencia desata el rechazo de las encargadas del correo y el telégrafo, poniendo en escena un choque cultural entre tradición y modernidad. Pero María López no es una feminista beligerante ni mucho menos: "es una fuerza transgresora" y, sin embargo, "es una rebeldía sin rebeldía", dice Rojo, porque Brunet escribe una novela que solo insinúa la emancipación femenina que iba a desatarse. La misma escritora actuó de esa forma: apoyó al Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile en 1936, pero no ocupó su tribuna, que la tenía, para enarbolar las banderas del feminismo. Lo suyo no era la denuncia directa.

"Brunet no se propuso la redención del sujeto mujer, sino más bien señaló críticamente cómo la sociedad 'producía' lo femenino, sometido a espejismos y fantasmas emotivos cursis, que ensombrecían su vida más material y concreta", planteó Eltit. Y Amaro añade: "Sus personajes enfrentan al lector con los dilemas de la vida moderna y sus desfases latinoamericanos, con las malversaciones del progreso y sus heridas más íntimas, todo ello mirado como en escorzo y sutileza argumental".

Tras ganar el Premio Nacional de Literatura, contaba Donoso, su casa era un lugar de reunión para escritores como Manuel Rojas, González Vera y Enrique Espinoza, y ella, con sus característicos lentes oscuros, era una mujer cálida y de buen humor: "Soy parlanchina como toda buena señora provinciana", aseguró. Y seguía escribiendo. En 1963 publicó Amasijo, una novela sobre un dramaturgo homosexual, y en 1964 coordinó una edición de sus obras completas para Zig Zag. Luego sería agregada cultural en Montevideo, donde será incorporada a la Academia de la Lengua de Uruguay. Estando en aquella institución, y mientras daba un discurso, Marta Brunet sufre un ataque cerebral y muere frente al público. Tenía 70 años.


 

 

 

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