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En las entrañas del monstruo: Mickey Mouse y sus amigos de Luis Arturo Ramos

Martín Camps
University of the Pacific

 

Armand Mattelart y Ariel Dorfman nos enseñaron en 1971 a sospechar del Pato Donald en su panfleto: Para leer al Pato Donald, manual de descolonización antinorteamericana que se convirtió en un imprescindible del movimiento “antigringático” en los setenta. Mattelart y Dorfman nos advirtieron que entre el humor infantil y buenhomía del pato se escondía una estrategia mascullada en los bunkers de la CIA o el corazón pentagonal de la Unión Americana para el adoctrinamiento de los párvulos. El Pato Donald tenía intenciones políticas e ideológicas que se inoculaban desde la infancia para lavar el cerebro y propiciar el vasallaje infantil que los convertiría eventualmente en pistones aceitados de la sociedad de consumo. Su primo, el de la doble MM (Mickey Mouse), el ratón Miguelito, como se le conoce en México, es la personificación del Estados Unidos disneylandesco, del ratoncito amigable nacido en 1928 que se fue consubstanciando con una nación que se consolidó a partir de los descalabros bélicos ad extra. El roedor de 82 años ha hecho apariciones macabras, por ejemplo al final de la escalofriante Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1987) cuando los marinos avanzan sobre el suelo cacarizo, por las bombas, de Vietnam cantando la marcha de Mickey Mouse. Antes, el ratón icónico de la compañía Disney también había vestido el uniforme bélico, por ejemplo en “The Barnyard Battle" (1929) como parte de una campaña por militarizar la imaginación del público en miras a las guerras que estarían por enfrentar.

En su última novela, Mickey y sus amigos (Cal y Arena, 2010) el escritor veracruzano Luis Arturo Ramos relata la historia de Paula Parham, una afro-americana de baja estatura que se convierte en “el alma” de Mickey Mouse habitando el disfraz típico (los short rojos, los zapatotes amarillos y los guantes blancos) en el parque temático de Disney World en Orlando, Florida. Mickey, como lo define Mr Higgings en la novela, es la representación internacional “de lo que somos y de lo que nunca dejaremos de ser” (28). El papel de MM está envuelto en secretos y misterios para conservar la identidad de quien lo encarna, o como dice el narrador: “para conservar a buen resguardo el misterio de la trasmigración” (30). Ramos nos describe el interior de MM, su disfraz o botarga que “huele a demonios. Y lo que es peor… Nada puedes hacer para evitarlo.” (33). Es imposible no recordar lo dicho por José Martí después de su experiencia vivida en EEUU: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas:—y mi honda es la de David.” (Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo, 1895). Ramos desarticula desde adentro el disfraz de MM, desde los muy humanos habitantes que le dan vida, como Paula o como Toby, el enano proxeneta y drogadicto que fue en algún momento el alma ratonera de MM. Dice Toby:

-Lo que menos soporto es el olor –confesaba después en Wendy’s, frente a su vaso de bourbon-. Una pestilencia que no me quito de encima. En una ocasión me oriné allá adentro y no me di cuenta sino hasta que me quité la botarga… Maldigo al ratón y a toda su raza de ratas paradas en dos patas… Con bigotes o sin bigotes… Con cola o sin cola. Ni siquiera tiene verga… ¿Cómo puede mirarme entonces…? 51

Toby es el personaje más sobresaliente de la novela, un enano que se describe a sí: “Soy el cáncer que lo mata por dentro” (52). Su mancuerna es el “Wetty” o “Beaner” (mojadito o frijolero) un inmigrante mexicano legal (via matrimonio por conveniencia) que tiene como oficio la fotografía en el parque temático. Como lo define Toby: “Tú sólo eres un pinche mojado reseco ahora con el papel secante de tu pinche Green Card.” (53) Toby, como dijimos, ha trabajado como el “alma (corrupta) de Mickey” y en cierta forma personifica justamente el espíritu de una empresa que encarna los ideales de colonización mental y bélica de Estados Unidos donde para decirlo punzantemente, si no eres parte del club de Mickey, entonces eres el enemigo. Así lo define Toby: “Si la explotación del hombre por el hombre resulta indigna, lo es más todavía la del hombre por el ratón” (54). Sin embargo, Toby es menos un izquierdista que se ha adueñado del disfraz del ratón para probar una ideología, sino un alcohólico que encuentra la oportunidad para chantajear al patrón por cien mil dólares a cambio de una tacita de justicia. Su pariente más cercano sería el Bad Santa (Dir. Terry Zwigoff, 2003) intepretado por Billy Bob Thornton que junto con el ambicioso enano Marcus son una pareja de asaltantes que se valen de las celebraciones decembrinas para vestirse de Santa Claus y robar las ganancias de las ventas. En Mickey y sus amigos, Toby sería como el Bad Santa, un dipsómano incontinente; así se confiesa Toby en la novela: “-Soy adicto a las Ninfetaminas, Wetty. Qué puedo hacer. Soy el Wizard de Sniff. Dorothy Gale hubiera tintineado los tacones de sus zapatillas alrededor de mi cintura para volver a Kansas.” (67)

La novela de Ramos es también un estudio sobre las ratas de alcantarilla. Nora tiene que eliminarlas de la biblioteca donde trabajaba porque estaban comiendo los libros, dice el narrador: “Se escurren por los filos de las paredes, buscan la perfección de la línea recta, pero rechazan la diagonal que las expone a la mitad de un espacio donde ofrecen blanco seguro a patadas o escobazos” (75). Al final de la primera parte, Nora (Paula) que ha encarnado el papel de MM por la vacante que dejó Toby por ser acusado de manosear a las niñas, muere dentro de la piel de MM, sofocada, bajo un infernal calor. En cierto sentido ella es aniquilada por MM, por las condiciones infames en las cuales es obligada a laborar. Y los empleadores, como Diana, parecen más preocupados en impedir que los visitantes al reino mágico, vean con sus propios ojos que MM está animado por una asalariada, por una afro-americana que sucumbe por asfixia en el interior del símbolo de la empresa. Con esta muerte simbólica, Ramos parece decirnos que ante el ratón Miguelito hay que tener cuidado, como lo hacen las advertencias en rojo de la mayoría de sus juguetitos: Warning! Choke hazard! (Advertencia! Peligro de ahogo!)

La segunda parte de la novela se concentra en la planeación del intento de extorsión a Mr. Higgings como representante de Disney, por las fotos tomadas por Wetty. En las fotos aparece Paula asfixiada en el traje de MM y exhibe las prácticas de encubrimiento de la empresa, porque “Toby era un moralista y buscaba algo más que el dinero. La justicia posiblemente.” (117). La transacción transcurre como en una novela negra, pero siempre con un dejo de humor, dice el narrador: “¿Qué sería de la cultura empresarial sin el aire acondicionado? ¿Qué sería del negocio del chantaje sin los sobres manila?” (179). Al final, los conspiradores son traicionados por Herby y detenidos después por la policía. El narrador concluye: “La H pareada cabalga de nuevo: Higgings y Herby en el eterno papel de Minnie & Mickey. Paula había tenido razón: las consonantes dobles arrean la imaginación del mundo” (186).

Tres novelas vienen a la memoria con el tema de las ratas, La peste (1947) de Albert Camus, donde la ciudad argelina de Orán debe resistir los embates de una peste acarreada por los roedores, como una metáfora de la resistencia francesa al nazismo. La segunda es Las ratas (1943) de José Bianco y el análsis de las relaciones humanas como meritorias de estudio bajo los reflectores de los científicos que observan el comportamiento de los roedores y la tercera es Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos en el contexto de la España franquista. La novela de Ramos es la encarnación de una rata que simboliza el sello comercial de Disney y arroja luz a lo que pasa dentro del ratón, donde nadie imagina que atrás de esa sonrisa de orejota a orejota se esconda un enano alcohólico y proxeneta que no sonríe a la cámara, sino que escuda en el disfraz una cruda apocalíptica.

Esta novela de Ramos va en la misma línea de sus libros Rainbows at Seven Eleven (1996) y Crónicas desde el país vecino (1998, 2008) porque están situadas en territorio norteamericano y porque están cargadas de parodia y una efectiva crítica al imperio americano. Parece ser que para Ramos la relación con el imperio del norte aún se mantiene sanamente conflictiva, como un escritor que tenía 21 años durante el 2 de octubre de 1968 y el ambiente antiimperialista cuando aún subsistía la URSS, su relación con EEUU es desconfiada, como si pudiera ver desde dentro del traje de MM, pero, como decía Arturo Uslar Pietri: “el mundo de los artistas y de los creadores literarios es el de encendedores de velas en los rincones más oscuros del alma o de la sociedad”. Ramos enciende una luz dentro del traje de MM y nos reporta que el olor, como insisten sus personajes, es insoportable.

Dos notas finales, resulta interesante que la novela de Ramos coincida cuando la compañía Walt Disney ha revisitado la figura de MM para ofrecer otra faceta más seria que se ajusta con un nuevo juego de video para las consolas de Nintendo Wii y se aleja de la imagen ingenua e infantil. Creo que los titiriteros de MM deberían leer la novela de Ramos para componer el carácter más humano y sombrío del roedor llamado Miguel. La última nota se refiere al curioso pueblo de Celebration en Florida, una ciudadela de nueve mil habitantes que fue diseñada por Disney para que sus residentes vivieran en un “reino mágico” donde nevara todas las tardes y contaran con acceso directo al parque de diversiones. Esta localidad que apreció recientemente en las noticias a partir del misterioso asesinato de uno de sus residentes (el único crimen violento reportado en su historia), parece el escenario perfecto para otra novela donde un grupo de duendes asesinan a sus residentes por conductas “ajenas al espíritu de Mickey”. Menciono estos dos casos porque la novela de Ramos nos impide volver a ver ingenuamente al ratoncito y sus secuaces sin pensar en lo que pasa adentro del disfraz inocente, o adentro de los túneles secretos (que sí existen) que corren debajo del parque temático donde los miembros del “Staff” (donde Blanca Nieves se fuma un cigarro) van de un lugar a otro y según reportan en algunos blogs, el olor en esas complejas redes de “madrigueras” y corredores, es insoportable.


 

 

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