Extinción de los atardeceres (Ichicult, México, 2009) de Martín Camps
Por Blas García
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
En una ocasión Neruda comentó en una entrevista que para él escribir era como respirar. Menciono esto por que desde mi punto de vista eso se ve claramente en Extinción de los atardeceres de Martín Camps, libro lleno de situaciones de vida como observar las nubes, rememorar canciones, cortarse el cabello, matar un insecto, rezar por las prostitutas. El autor transpira los textos, hay para todos: la mujer en la piscina, el tío que se fue, Ciudad Juárez, una nota periodística. Incluso dedica algunos al mundillo literario de todos tan temido, a los premios de poesía que nunca se ganarán, a los libros que nadie lee. Todo eso respira el poeta en este ejemplar.
Son 4 secciones y un colofón donde la poesía es un agregado a la cotidianeidad. Hay que mencionar que la cuarta sección la conforman una serie de imágenes, quiero pensar que todas tomadas por el autor, con una frase o un verso a pie de cada foto.
Respirar es para Camps levantarse de su silla, ver por la ventana y escribir oraciones para antes de escribir:
Dame fuerza para escribir y líbrame de ser escritor.
Que pueda levantarme temprano y ejercer
la modesta disciplina de escribir una hora, (p.85)
De eso se trata, de encontrar un tipo de toque espiritual para poder sacarnos el demonio de las letras que nos quema. Escribir como respirar.
El viaje
El autor se apoya en la poesía para conformar una agenda, un diario donde registra sus triunfos, sus enojos, sus heridas (físicas y metafísicas), los lugares en los que ha estado y en los que no y sus atractivos: las chicas bellas de California, el Río Mississippi, el desierto, Marte y su sonda, la playa, Nyssa Oregon y sus calles sin gente, Nueva York y su octubre, San Francisco desde la azotea, el laberinto del Minotauro. Ya en los agradecimientos con que inicia el libro nos damos una idea de los pasos del poeta que están impresos en el texto.
Es que la poesía es el hilo conductor del viajero, o más bien, el que viaja es el hilo conductor de la poesía. No se puede evitar ver un cuadro, un atardecer o un trasero perfecto y no pensar en palabras, queremos estar ahí, desentrañando su misterio, y entonces se escribe, por que sabemos que esa es la única forma de habitar esos espacios.
La poesía –a veces- es un cuento
Por ejemplo en el poema “Tío Luis” dice: “Su voz se oía como alguien que se ahoga en el mar. / Hacia años que no lo veía, pero regresaba, aprodigado, / Como esperando el anillo gordo, / Pero no había ni para cenar. (P. 26) O en el poema titulado: “Regreso del septentrión” el poeta escribe: “El tío abuelo se ahogó cuando regresaba al pueblo. / No supimos nada de él; si estaba casado, si dejó hijos. / Eso es todo lo que sé, / porque de los tíos normalmente se sabe poco. (p. 34)
El caso puede ser a la inversa, cuánto no se ha discutido que Visión de Anahuac de Alfonso Reyes, es en realidad un poema. La sensualidad de las descripciones hace que veamos, olamos, sintamos la lluvia, los colores, los olores del mercado, las calles, los canales.
En este libro tenemos la oportunidad de vernos reflejados en un lenguaje sencillo, sin pretensiones, directo como platicar con un amigo, o con una chica que se acaba de cambiar a la casa de al lado.
“Poemas sin justificar” es el nombre de otra de las secciones del libro, entendemos pues que la poesía no es de quien la escribe, si no de quien la necesita. La obra de éste está hecha para los ojos, esto es, para lo limitado, pero también se dirige a la imaginación, que es infinita.
El poeta imita a la naturaleza; muestra una fuente de emoción, ya que el propio objeto le prescribe una actitud determinada frente a él, pero también hay una meditación sobre las sensaciones que le producen los objetos debido a que éstos se refieren a una idea.
Entonces tenemos una invitación amable para acompañar a Martín en Extinción de los atardeceres, pero para encontrarnos con otros que siempre han estado ahí. Termino con la declaración de Camps acerca del escritor y la poesía en “Para no perder la fe en la poesía”: “Porque los oídos del mundo están llenos de lodo / y el trabajo del poeta es como llevar una piedra / al pie de la montaña donde un laborioso Sísifo / la lleva a la punta y la ve caer del otro lado / para empezar de nuevo el trabajo (…) pero que la poesía siga / se abra paso como esa maleza que se abre camino entre las piedras apretadas / que se abra como un sol constante que vence un día nublado (…) Y que ilumine al menos las horas pequeñas de este día, / la desesperanza de que la poesía importe / de que esta palabra que antes era aire, aparezca. Que así sea.” (p. 93)