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Chão inquieto (7letras, 2010) de Pedro Rocha

Por Martín Camps


Chão inquieto (7letras, 2010) de Pedro Rocha (1976) es su libro más reciente de poesía. Creo que no hay mejor título para describir el momentum por el que pasa recientemente Brasil, un país un poco más grande que Estados Unidos y con una población vibrante que se convertirá, como ya lo han dicho los estadistas y ecónomos, en uno de los actantes principales en este siglo que ya empieza a tomar vuelo. Digo esto porque Brasil por mucho tiempo se había mantenido en los límites de las fronteras trazadas por el tratado de Tordesillas, en aquella línea y frontera imaginaria que durante la Colonia dividía los territorios de la España hispanoparlante y el mundo lusófono. Ahora, estas fronteras parecen más volátiles y parece crecer el interés tanto de Brasil por aprender el español como de América Latina por aprender portugués. Espero que la transpolinización de estas culturas nos lleve a conocer con más profundidad a los clásicos y autores que actualmente despuntan en la enorme producción cultural brasileña. Ciudades como Río de Janeiro, Sao Paulo y Curitiba, con enorme tradición cultural que no debería pasarnos de largo, sino al contrario hacernos más atentos por explorar lo que se está haciendo en estas latitudes y por intercambiar lecturas y lectores.

En este libro, como decía, Pedro Rocha, quien habla tan bien el español como su portugués nativo, explora por el tema del espacio de Rio de Janeiro, su ciudad de residencia, más específicamente en el barrio de Leblon, cerca de Ipanema. El título del poemario es muy afortunado, el “suelo inquieto” que habla también de los movimientos telúricos que tienen su epicentro en la poesía. Sin duda, la poesía (como decimos en México) “nos mueve el tapete” para enseñarnos a ver el mundo con renovados ojos para resistir los embates de lo cotidiano y las horas cronometradas que nos impiden ver la vida sin tiempo, que discurre hacia adentro de nuestro mundo. Dice Rocha:

Escolher os passos
Descalçar o chão
Desse povo na raiz de um pulo
Que se prepara
E propaga. (Radicais Livres 23)

En su poesía también encontramos una crítica a las lecturas de poemas, a esa organización extraña que se lleva a cabo cuando se lee poesía frente a un grupo de personas, dice, por ejemplo en “Sobre não saber do quê se trata um sarau de poesia hoje” dice el autor: “chato é teatro música fácil o poema é volátil” (29). En efecto, ¿qué hacemos cuando damos lecturas de poesía, cuando nos apostamos trás un micrófono, trás una mesa, una silla, una garrafa de agua y leemos? Qué tan errados estamos cuando se piensa que esa es la única función de la poesía, lo que sucede en esos locutorios, en esas media horas de presentaciones donde se oye poco y se lee menos.

La escritura de Pedro Rocha es una poesía que se preocupa por el sonido, por esa manera deliciosa que tiene la poesía brasileña de sonar, de cantarnos al oído, al menos a mis oídos acostumbrados al español, la poesía en portugués me persuade porque entra a mis oídos con la “visa” suave de los sonidos guturales, de la musicalidad de una poesía que lleva años cantando y que siempre canta bien. Por ejemplo, el poema “Corpo oculto” el poeta dice: “Esse poema pobre sem contracheque / ganhou, sem pedir, crédito no banco mais rico.” (39)

La poesía de Rocha se nutre también de sus habilidades actorales, de poeta que puede hacer un “performance” de una poesía hablada, performática, interesada en el sonido, pero también en lo visual. En su libro se deslizan espacios en blanco que imprimen un ritmo en la lectura, que le dan espacio y aire a los versos, por ejemplo, en la página 67 se repite la palabra “tu” como un eco que se expande por toda la página 68 como un recurso vanguardista y si se quiere, hasta concretista. En efecto, la lección del concretismo en Brasil es una lección difícil de olvidar: el uso del espacio, la consolidación de lo abstracto en un objeto poético con peso específico. Creo que parte de este interés son las fotografías que acompañan en el libro como divisiones de las secciones. Estas imágenes ayudan ecfrásticamente a consolidar el poemario, a establecer el epicentro. Dice el poeta en uno de los últimos poemas que cierran el libro: “porque me importa muito que a vida / seja essa janela aberta onde a paisagem // se move” (84). En efecto, la vida es esa ventana abierta donde el paisaje se mueve, pero se mueve porque la poesía nos permite percibir ese movimiento, aunque lento, de las cosas que se desplazan por el tiempo. La vida sólo sucede cuando nos sucede a nosotros y la poesía nos mantiene alertas, con las ventanas abiertas al mundo.


 

 

 

 

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"Chão inquieto" (7letras, 2010) de Pedro Rocha.
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