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El lenguaje de la lluvia de Nadia López García

Por Martín Camps




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Tuve la oportunidad de conocer a la poeta oaxaqueña Nadia López García en el Festival de Literatura de Tijuana y después como invitada en el recorrido de autores mexicanos “Itinerarte” que organizo junto con algunas universidades en el sur de California. Nadia no es solo una extraordinaria poeta bilingüe en español y tu’un savi (lenguaje de la lluvia) sino una promotora cultural y una persona que irradia una pasión por las letras y por su lengua original. Nadia estudió la licenciatura en Pedagogía en la máxima casa de estudios de México e hizo una estancia en la Universidad en Barcelona. Entre sus poemarios se encuentra Nu’ú Vixo (Tierra mojada, Pluralia Ediciones) y Tikuxi Kaa (El tren, Almadía). Recibió el premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle 2017, el Premio Nacional de la Juventud 2018 y el Premio de la Juventud Ciudad de México 2019.

Su familia fue migrante en el valle de San Quintín en Baja California donde trabajaban en el campo y su madre procuraba hablarle únicamente en español, pero Nadia escuchaba el lenguaje oculto de su madre y quiso aprenderlo. Su madre prefería que su hija hablara en castellano para evitar la discriminación y el estigma que recae en los pueblos indígenas. En México, el Estado ha mantenido a los pueblos originales al margen de los proyectos de nación y la sociedad misma ha discriminado históricamente bajo un racismo sistemático promovido por los medios de comunicación y por un colorismo racial que les coloca estereotipos peyorativos. Sin embargo, Nadia aprendió el mixteco y pudo mostrarle a su madre sus libros como una forma de validar el lenguaje proscrito.

Tengo en mis manos dos libros que me hizo llegar por correo desde su estado natal hasta California. El trayecto tomó un mes y medio y el sobre de manila llegó inspeccionado por los guardias fronterizos que no se tocan el corazón de catear hasta un paquete de libros de poesía. Pero los libros estaban en perfecto estado y me di a la tarea de leer sus páginas. El primer libro, Tikuxi Kaa (El tren) es un hermoso libro para niños bilingüe donde se habla del regreso a una tierra donde “canta la chicharra de mañana y las flores nunca mueren”. El libro está ilustrado por Cuauhtémoc Wetzka. Celebro este libro porque son escasos los libros para niños escritos en lenguas originales y que puede ser el inicio por incorporar en la enseñanza primaria el aprendizaje de estas ricas lenguas que son también una puerta a una cosmovisión distinta y el espejo enterrado de nuestro pasado, para usar la metáfora de Carlos Fuentes.

El segundo libro al que me aboco en los siguientes  párrafos se llama Isu Ichi: El camino del venado, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México. En los poemas vemos el deseo por rescatar su lengua y tradición mixteca, los títulos de los poemas se refieren al abuelo, el padre, corteza, memoria, herencia, retorno. Todas palabras que implican escarbar en el pasado de su historia y en recuperar las semillas de su lengua. El mixteco es una de las 68 lenguas originales, siendo el náhuatl y el maya las más habladas. Cito completo el siguiente poema:

“Abuelo” o “Patsa’nu”.

Recorrimos tu peregrinar de hombre cansado
y llegamos a esta tierra donde nada germina.

Busqué aprender la lengua de tu padre, la de tu abuelo
y la de tu bisabuelo, pero aquí nadie la escucha

Hicimos surcos en la tierra, pero de ella nada creció.
Tatsavini, dijiste, pero nadie contestó.

Lloramos tu sueño, abuelo.

Esta tierra se está secando y lo sabes,
la maleza ha cubierto la casa
y tus manos de hombre ñuu savi
parecen una enramada que llora.

Abuelo,
¿iremos a nuestra casa hoy?

(15-16)

El yo poético expresa la frustración porque la lengua del abuelo nadie la entiende y la compara con la tierra donde nada crece, porque una lengua que no se habla es como tierra marchita. Lo sabemos, una lengua que se pierde es un mundo que se acaba, pero al final del poema, la pregunta indica que regresar a la casa del abuelo es volver al lenguaje original, al enramado de palabras que compuso su visión del mundo, “ñuu savi” quiere decir “el pueblo de la lluvia”. En el poema siguiente, titulado “Padre” dice: “el despojo no tiene oídos” (19) es decir que un país que olvida sus lenguas maternas se está quedando sin oídos, han borrado el espejo de su pasado. Por eso dice en un poema posterior, titulado “Hojarasca”:

Si mañana me voy de aquí,
si mañana busco mi ombligo,
si mañana rezo junto a mis abuelos,
entonces
mañana mi palabra,
el centro sagrado,
no morirá.

(31)

En efecto, recordar la voz antigua es allí donde reside el ombligo, es el centro sagrado que preserva la cultura y se hace un nido que está hecho de raíces, de las palabras de sus ancestros. Mas aún, la poesía de Nadia López también reconoce el dolor que significa recuperar esas palabras, porque los pueblos originarios han sido saqueados también, han sido “bañados con plomo” (59) como dice en el poema “Huellas”. El camino del venado, que es también el título del último poema es el camino que la lleva a casa, al hogar del lengua y allí:

La lluvia volverá a retoñar,
pronto
volverá a brotar del agua
la gente del ñuu Savi
y nuestra sangre,
nuestra palabra,
florecerá
una vez más.



 

 

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