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“Un seis” de cuentos: Días de whisky malo de Daniel Salinas Basave
Por Martín Camps
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Daniel Salinas Basave (Nuevo León, 1974) es un narrador diestro y también un presentador ameno (lo he visto en acción en el Festival de literatura del norte en Tijuana) que prefiere no leer fragmentos de su obra en presentaciones, sino que genera expectativa en sus historias y la presenta eficientemente, se refiere a su público como “colegas” porque todos pertenecemos a esa logia de la lectura. Es así que leí los seis tragos de su libro Días de whisky malo (Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen, publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León en el 2014). Salinas Basave pertenece a esa vanguardia narrativa del norte, uso vanguardia en el sentido bélico de los que van al frente de la batalla o están en la zona fronteriza de Tijuana, la esquina de América Latina desde donde ejerce su oficio como narrador que ha ganado un número creciente de premios literarios.
En “Saurio Sangrante” un hombre diabético lamenta perder su pierna porque allí está grabado un tatuaje que se ha convertido en parte de su cuerpo y se empieza a hacer a la idea de vivir por el resto de su vida con un muñón y en silla de ruedas. En el segundo cuento “Infortunios de un ovejero Kazajo” explora por el oficio teológico de las supersticiones futbolísticas, el equipo Shakhter Karagandy de fútbol tiene la firme creencia de que únicamente pueden ganar partidos si han escanciado la sangre caliente de una oveja sobre el campo de batalla. Una labor tan importante como la del entrenador o el guardameta, el sacrificador de ovejas invoca los espíritus kazakos ancestrales mientras degüella una oveja con un cuchillo tártaro. En el partido de mayor importancia, cuando era más imperioso el sacrificio, el pseudobrujo recurre al mercado negro para encontrar una oveja en Escocia, y cuando finalmente logra introducir al animal al estadio no cuenta con el cuchillo mágico por consiguiente no puede improvisar a tiempo una navaja para abrirle la yugular al animal, pero ya es demasiado tarde para su equipo y la oveja pasta mansamente sobre la cancha de la derrota.
“Corona de muerto” es un cuento del drama contemporáneo mexicano de la impunidad y la violencia fronteriza. Un juez de la subdelegación Mariano Matamoros en Tijuana “corazón de las delincuenciales tinieblas que cubren la ciudad” (97) recibe un arreglo de flores mortuorio a su domicilio, una práctica del crimen organizado para amedrentar a sus víctimas. Lo único que le queda al condenado, después de recibir tan macabro obsequio, es esperar a sus victimarios y empezar a imaginar los escenarios de su ejecución. En “Días de whisky malo” el cuento homónimo del libro, sucede en el pueblo americano ficticio de “Bighorn Woods” donde un rockero maduro dedica sus noches a tocar para una banda que seduce muchachas en un pueblo de “cornudos aburridos”, dice que “aquellos fueron tiempos tristes; días de whisky malo” (146). Una de sus conquistas, una joven rubiecita que se fue a Hollywood, se convirtió eventualmente en una estrella de música pop. Conrad, el protagonista, se obsesiona con ella que él llamaba su “putita” y quiere verla en unas de sus presentaciones, pero la madre de la muchacha, lo acusa de querer asesinarla y termina en una cárcel por querer agredir a la cantante Brigitte Starshine.
En “Dilemas de zurdos y fachos” habla de dos enemigos, un facha y un antifacista, en cada uno de los veinticinco apartados del cuento vemos sus perspectivas en el contexto de un juego de “calcio” entre el Lazio y el Livorno. Un personaje quiere experimentar el placer de “romperle el culo a los fachas” y el otro mira con nostalgia otro tiempo cuando “a los negros todavía se les podía llamar negros y a los putos se les podía llamar putos” (192). Arno y Gaulterio se encuentran finalmente en el partido en lo que pensamos será una explosión de puñetazos, pero terminan compartiendo un cigarro. El último cuento se titula “Ella es nabokoviana” y retrata la obsesión de un promotor cultural de la ciudad fronteriza y cervecera de Tecate por la escritora persa Lila Azam, que según los “rankings” del internet es una de las escritoras más bellas. El personaje se llama Alfio Bordenave y es un servidor público cultural, dice: “La cultura es accesorio, ornato, vil estorbo para las finanzas municipales” (216) y el edil de Tecate decide destinar una enorme cantidad de recursos a la cultura. El cuento exhibe los malos manejos del presupuesto, cuando los apoyos se corrompen, por ejemplo, cuando se le publica un libro de poemas a la madre del jefe en edición de lujo. Pero Alfio sabe que sus días de malversación están contados porque el nuevo gobierno los ha denunciado por despilfarro y seguramente tocará la cárcel, pero antes, se ha regalado el placer de conocer a su ninfeta escritora que ha accedido a visitar la ciudad y él espera ansioso en el aeropuerto, dice cínicamente: “El pueblo de Tecate va a pagarme este regalo con sus impuestos y después yo lo pagaré con una temporada en la cárcel dejándolos hacer leña del árbol caído” (242).
Días de whisky malo habla de los días tristes de la derrota, del baterista que le amputan una extremidad y su tatuaje de dragón o un chamán improvisado responsable de la pérdida del equipo por no sacrificar la oveja de la suerte o un juez que recibe el beso de la muerte del narcotráfico en la forma de un arreglo floral o el despecho de un frustrado rockero que envidia el éxito de su novia, o un promotor cultural corrupto que invita a una beldad de las letras. En estas historias se hablan de las pasiones, el fútbol, el rock y los espacios fronterizos (Tecate, Tijuana). Como Enrique Serna, en su libro Amores de segunda mano, donde no son los grandes éxitos en el amor los que llaman a la escritura, sino los amores malogrados o frustrados. Salinas Basave en estos cuentos nos muestra una narrativa entretenida en cuentos de largo aliento (el más breve de los cuentos tiene veinte páginas, el más largo sesenta) donde el escritor sabe mantener latente la atención del lector introduciéndonos en su mundo de personajes que deben tomar el trago amargo de la derrota y degustarlo en la boca como un whisky malo, porque parafraseando a Churchill, el éxito no es más que tambalearnos de fracaso en fracaso, pero sin perder el entusiasmo.