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El reflujo, el hongo, la llovizna: Dos poemas de Anthony Seidman

Por Martín Camps




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Estos dos poemas corresponden al libro The Defining Crisis of Your Lifetime is Utopia [La crisis definitiva de tu vida es Utopia] (Trainwreck Press: Canada, 2021) del poeta y traductor angelino Anthony Seidman. Un poeta con un pie en Los Ángeles y otro en la frontera de México (Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez) que ha traducido a Homero Pumarol, Facundo Bernal, Roberto Castillo Udiarte, Salvador Novo y la narrativa de J.M. Servin y Luis Arturo Ramos. Ha publicado en numerosas revistas internacionales. Apenas en el 2020 nos regaló el libro Cosmic Weather (Clima Cósmico) y ahora nos presenta estos doce poemas. La poesía de Seidman es de imágenes pulidas con detalle de relojero, imágenes que se alejan del facilismo y reflejan sus lecturas en varios idiomas: francés e inglés (sus lenguas maternas) y el español que aprendió en las aulas callejeras de Ciudad Juárez, ciudad donde lo conocí cuando cruzaba el Puente Internacional, pero de norte a sur, mientras todos iban en la dirección opuesta. Cada poema es un artefacto que respira solo y por medio del lenguaje vemos brillar el mundo de distinta forma, como una cámara donde palpitan avispas y retumba en nosotros esa enumeración tripartita como tres islas solitarias: el reflujo, el hongo, la llovizna.

 

 

 

The Fifth Chamber Which Isn’t Within Him, But All Around

The man who listens to rain
opens his word like an umbrella, and inch
by inch, his slippers, knees, the top-
most hairs on his scalp
meld with shadow, dissipate like
smoke into smoke, or the prayer
of one mother amid the bell-clangs and
shrieks of a sinking ocean liner.

His hearth has four chambers:
The First, a terrace with wasps
Churring around a fruit bowl
Of guava, mango, and peach atop
A wrought-iron garden table printed red.
The Second is locked shut. Chamber
Number Three echoes with a dog
Jaw-cracking a bone. The Fourth
Is where he sits on a chair
In a room with etiolated walls
Beside an unmade bed in which
He hasn’t slept for years.
Because he doesn’t thirst
The deserts where camels litter
Droppings the texture and length of eggplants.
He doesn’t peel nipples from a woman’s breasts.
He doesn’t open sealed envelopes slipped
Between scales of the Cobra.
What he listens for is more patient
That the half-life of Carbon: a sound
Like the sigh unraveled from a caterpillar’s fangs.
It is the pause between drops of rain,
A sizzle of hot oil, a static which
Crackles in the air and opens a door between
Lightning and the breath it
Takes to funnel this message
Through the labyrinth of a sponge.


La quinta cámara que no está dentro de él, sino alrededor

El hombre que escucha llover
abre su palabra como un paraguas, y centímetro
a centímetro, sus pantuflas, rodillas,
los pelos más altos de su cuero cabelludo
se funden con la sombra, se disipan como
humo entre humo, o la oración
de una madre en medio de las campanas y
chillidos de un trasatlántico que se hunde.

Su corazón tiene cuatro cámaras:
El Primero, una terraza con avispas
revoloteando alrededor de un frutero
con guayaba, mango y durazno encima
de una mesa de jardín de hierro forjado pintada en rojo.
El Segundo está cerrado con llave. La cámara
número tres resuena con un perro
royendo un hueso. El cuarto
es donde se sienta en una silla
de una habitación con paredes etioladas
junto a una cama deshecha en la que
no ha dormido durante años.
Porque no tiene sed
de los desiertos donde los camellos
excretan mierda con la textura y longitud de las berenjenas.
No pela los pezones de los senos de una mujer.
No abre sobres sellados deslizados
entre las escamas de la Cobra.
Lo que escucha es más paciente
que la vida media del carbono: un sonido
como el suspiro desenredado de los colmillos de una oruga.
Es la pausa entre gotas de lluvia,
un chisporroteo de aceite caliente, una estática que
crepita en el aire y abre una puerta entre
el rayo y el aliento
que toma canalizar este mensaje
a través del laberinto de una esponja.

 

 

Get Used to It (Or Men at Forty Who Never Taught at an MFA Program)

I rise from the bathtub of dream shivering

My pulse rises and plunges
Like the horn of passing freight train which
I can’t see for it too travels through gardens of debt and black teeth

My nerves pour red paint on a floor of chalk

So. No need to incinerate leaves or tell me about everyday deserts

I have exited the cooling waters
And entered the field of crickets,
August burnt to cinders and tart with autumn,
And a small panic
Like a squirrel tucked inside one’s coat
Scratches and claws and
Twitters for the flame
Some call seashore
Or pale pearl of Lucifers’s bride.

Once I was the Rabbi
Dispatching responsa on
How best to nourish the crow,
How to tie one’s shoes if fasting doesn’t ache,
How to eat the honeycomb of sundials,
How to ignore the clashing cymbals when
There is none among the dancers like She
With slender swift feet
Dark-eyed and yet
Selling chewing-gum at the well-head
Among the slatterns carrying pitchers

Now I peddle lies
And employ a higher grade of body wash,
(rinse that crepuscule off your skin!),
I can no longer yearn to swirl
Among the dancers

Now she sends me but her handmaids,

All is departure and fog,
Limp banners dripping slugs,
The ebb
The fungus
The drizzle

 



Vete acostumbrando (o cuarentones que nunca enseñaron en un programa de escritura creativa)

Me levanto temblando de la bañera del sueño

Mi pulso se eleva y se desploma
como el silbato de un tren de carga que pasa y que
no puedo ver porque también viaja a través de jardines de deudas y dientes negros

Mis nervios derraman pintura roja sobre un piso velado de tiza

Entonces. No es necesario incinerar hojas ni hablarme de los desiertos cotidianos.

He salido de las aguas refrescantes
y he entrado en el campo de los grillos,
un agosto quemado a cenizas y agrio con el otoño,
y un pequeño pánico
como una ardilla metida dentro del abrigo
arañazos y garras
y el gorjeo por la flama
que algunos llaman la orilla del mar
o la perla pálida de la novia de Lucifer.

Una vez fui el rabino
enviando responsa con respecto
a la mejor manera de alimentar al cuervo
cómo atarse los zapatos si el ayuno no duele,
cómo comerse el panal de los relojes de sol,
cómo ignorar los platillos chocando cuando
no hay ninguno entre los bailarines como Ella
con pies delgados y veloces
de ojos oscuros y sin embargo
vendiendo chicle en la boca del pozo
entre las pazpuercas que llevan cántaros

Ahora trafico mentiras
y empleo un gel de baño de mayor grado,
(¡enjuaga ese crepúsculo de tu piel!),
Ya no puedo anhelar girar
entre los danzantes

Ahora ella me envía, pero a sus sirvientas,

Todo es salida y niebla
pancartas flácidas que gotean babosas,
el reflujo
el hongo
la llovizna


 



 

 

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El reflujo, el hongo, la llovizna: Dos poemas de Anthony Seidman
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