Las trescientas ochenta y tres páginas de este libro del profesor Manuel Murrieta Saldívar (Cd. Obregón, 1959) relatan las peripecias de Micaela Zatarain en su proceso de migración al norte, a los Estados Unidos. La historia comienza en Bahía Cacktipec donde la protagonista huye de unos acosadores que intentaban secuestrarla y en su escape conoce a Robert Stevenson un gringo vendedor de artesanías que la protege y eventualmente se la lleva en su camper al otro lado, donde para su desfortuna, tiene que depender de la generosidad del “white trashito” (163) cuyo nombre, Stevenson, puede ser de pronto una referencia a Robert Louis Stevenson, el autor escocés de The Strange Case of Dr. Jekyll y Mr. Hyde, quien de ser su benefactor, se convierte también en el carcelario de Micaela.
Micaela llega así a la ciudad de Migrantwell, la megalópolis que podría ser el trasunto de Los Ángeles, Chicago, Miami o Nueva York. Micaela deja Amarintlan, su terruño y por supuesto, México. Micaela cruza la frontera con el amparo del gringo y menciona la importancia del color de piel al cruzar ante los ojos acuciosos de los migras: “pues observaban el color de los viajeros y, si resultaban morenos o de estampa más mexicana, los paraban de inmediato” (48). Micaela luce impresionada por la ciudad anfitriona, dice así “comprobé que los rascacielos existían, que la anchura y largura de los freeways parecían pistas aéreas de las nuestras […] que llegamos en bus de un pedacito del edén prometido a fin de seguir impulsando nuestras vidas como se pudiera.” (81). Micaela sale de México para no ser secuestrada, pero pierde su libertad a las exigencias de Stevenson que le cobra renta y le pide favores sexuales a cambio de beneficios para sobrevivir en la nueva ciudad, cuyo nombre, Migrant-well puede significar “donde a los migrantes les va bien”.
Micaela tiene que hacer concesiones para abrazar el sueño americano, compara su situación con las mujeres explotadas por polleros o patrones que las prostituían o las esclavizaban. Ella estaba en una relación donde todo eran transacciones y chantajes, donde el Mexiboy se aprovechaba de su situación migrante. Micaela ve en la venta de tamales un resquicio de salvación, dice ella: “Los tamales, la mesereada o la putería, mis únicas opciones inmediatas, humillantes pero reales” (113). Micaela se arma de valor y sale a dar la cara tragándose la vergüenza de vender tamales y allí encuentra su primer éxito que la catapultará a la independencia. La novela explora en los entresijos del sueño americano que, como los sueños de la razón, también puede producir pesadillas, por ejemplo, migrantes que son degradadas mientras sus hijos están recluidos en un albergue texano. Con la esperanza de apresar la elusiva zanahoria del sueño gabacho, se va olvidando del terruño que cada vez le parece más distante. Micaela recuerda a Ernesto y contempla regresar con él y dejar todo lo construido del otro lado.
De México escucha los rumores de una violencia desatada, dice un personaje: “Sí, manita, la cosa cada vez se pone más fea, nunca había sucedido tanta violencia desde los tiempos de la revolución” (140). Micaela finalmente ve el resultado de sus esfuerzos y sacrificios porque ella es “an example del esfuerzo de los inmigrantes a quienes servimos” (144) dice en perfecto Spanglish. Micaela va a una biblioteca donde descubre el pasado escabroso de su marido gringo que es expresidiario por haber abusado de otras mujeres. Micaela descubre que el conocimiento es poder y se libera de su captor quien, ante la amenaza de denuncia por el abuso de otras mujeres, le firma los papeles para que pueda legalizar su residencia. Dice así sobre la infraestructura cultural de este país: “Qué padre es dedicarse a la lectura, en estas bibliotecas donde se encuentra de todo, y si no lo tienen, lo consiguen; por eso los gringos, cuando se lo proponen, son chingones, se les quita lo pendejo y ponen robot hasta en el planeta Marte” (162).
En el capítulo titulado “rescatar las querencias”, Micaela regresa a Bahía Cacktipec una vez liberada del Mexiboy y se reencuentra con Ernesto, el historiador que ahora sale con una extranjera. Así habla de la nostalgia de regresar al terruño: “Acaricié de nuevo mi pequeña urbe con un llanto silencioso que nadie percibía, ni siquiera el taxista, cuando entramos al primer bulevar” (190). Micaela regresa ahora con dólares y recuerda los traumas, por ejemplo, la violación que sufrió cuando cursaba la secundaria. La ciudad parece un sitio de ruinas, guarderías incendiadas, edificios abandonados donde ella posa los ojos de la nostalgia. Pero Micaela no está americanizada, como explica ella: “Y lo de agringarme está muy cabrón, allá anda una casi con puros paisanos, hay un chingo de latinos” (201) refiriéndose así a la realidad demográfica de Estados Unidos, donde uno de cada cinco personas es latino. Micaela encuentra también al padre muerto, una realidad de muchos migrantes que no pueden regresar al lecho de muerte de sus familiares porque están sin documentos y no pueden cruzar la frontera. El padre, cuyas cenizas fueron arrojadas a las tierras del ejido que les quitó la minera canadiense.
El regreso de Micaela a México es agrio, así describe su impresión del país: “Mi Amarintlan ya no existía del todo; fue arrasada por la violencia, la inseguridad, el desempleo y el descuido, tantas calles y casas agrietadas, tantos hambrientos deambulando, tantos muertos y desaparecidos” (228). El país que se dejó ya no es el mismo, así como tampoco los migrantes que regresan son los mismos, el país que buscan ya solo existe en la nostalgia y la memoria, por lo demás, el país tampoco los reconoce. Por lo tanto, Micaela regresa de nuevo a Estados Unidos, a su nuevo país que la reclama. Micaela intenta llevarse al otro lado a Ernesto, su amor antiguo, para que estudie un doctorado, pero él no quiere irse, dice él: “Ya te sedujo el canto de las sirenas gringas con su mito de que todo es mejor allá? (242) y la acusa de malinchista, de vendida porque saltó la frontera.
Micaela regresa a Migrantwell pero esta vez ya no como mojada sino en avión donde la recibe un agente fronterizo con un saludo de bienvenida. Micaela pone a trabajar su “green card” y utiliza los beneficios del American Way of Life e investiga sobre préstamos, cursos universitarios para poder en el futuro costear su propia casa. Micaela abre su propio negocio de impuestos “Zatarain Income Taxes” y conoce a Eddy, quien será el amor de su vida, y con quien decidirá tener un hijo, pero desafortunadamente tendrá un aborto espontáneo. Desgraciadamente Eddy será asesinado por unas hordas de neo-nazis que siguen a un tal Mr. Duke que espetaba odio contra los mexicanos y no aceptaba resultados electorales. El negocio de Micaela es atacado porque son acusados de hacer los impuestos de personas ilegales. Pero la novela no termina en una nota amarga de las divisiones políticas del país, Eddy declaró a su madre y a ella como herederas y Micaela encuentra en una carta que Eddy había dejado su semilla en un laboratorio de servicios reproductivos por lo que tendría oportunidad de convertirse en madre con el hombre que amó.
La novela es el periplo de una mujer por salir adelante, siguiendo “las rutas personales geográficas que nos llevan al norte seductor” (332). Su espíritu emprendedor y esfuerzo por salir adelante es lo que anima la novela que de tal forma refleja el esfuerzo de millones de mujeres migrantes que dan sus vidas en busca de un sueño que culmina con la legalización de su estancia y ver el sueño cumplido de tener negocio propio. La última parte de la novela describe el ambiente antimexicano y antinmigrante que sin embargo no puede detener el flujo y empuje humano por salir adelante. Dice el personaje: “Nunca comprendieron, o no quisieron reconocer, el empuje de mi gente, nuestras aportaciones, el impulso vital, laboral y demográfico de nosotras y nosotros, migrantes, chicanos, chicanas, Mexican Americans, paisanas y paisanos, latinas y latinos que habíamos transformado Migrantwell para siempre” (373).
La novela es un extraordinario recuento de cómo el espíritu americano se renueva con la fuerza de los migrantes. El hecho de que al final ella imagine a ese niño o niña como el fruto de su sacrificio puede representar el futuro latino/a de Estados Unidos “come here now, my wonderful pochita, mi pinchi chicanito” (383). La novela de Murrieta se une a otras obras que tratan el tema del cruce migratorio, pienso en El plan infinito (1991) de Isabel Allende, La frontera de cristal (1995) de Carlos Fuentes, Los sueños de América (2000) cuentos del peruano David González Viaña, Diablo Guardián (2003) de Xavier Velasco por el personaje femenino que huye a Estados Unidos, entre otros muchos otros textos. El libro de Murrieta captura eficientemente el lenguaje híbrido, vernáculo chicañol, angloñol, pochinglish, por lo que fondo y forma embonan eficientemente en esta obra que habla de los desplazamientos humanos y el cruce de fronteras que es ante todo una historia de vida, un testimonio, una pérdida, un desarraigo y un salto al vacío de lo incierto. La migración es soledad y olvido, pero también comunidad y renacimiento, como nos enseña el personaje de Micaela Zatarain.
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Manuel Murrieta Saldívar. "El norte virgen de mi cuerpo".
México: Alja, 2022. 383 páginas
Por Martín Camps