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La opacidad de los objetos
Sobre la narrativa de Matías Celedón

Por Emilio Gordillo
Publicado en Revista Contrafuerte. N°3. Año 2. Diciembre de 2009



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“…luego, en esa penumbra, disponemos la casa.”
Junichiro Tanizaki.


1. Un supuesto profesor ha cruzado un hemisferio con unos pocos libros y ha llegado hasta Mérida, Yucatán, para hacer un curso sobre narrativa chilena reciente. Cree fervientemente que la que a él le parece la mejor narrativa chilena está llena de pasajes oscuros y cerrados, para afirmarlo le basta recordar ciertos momentos de El obsceno pájaro de la noche, Nocturno de Chile, Alhué, Toda la luz del mediodía, Patas de Perro o Eloy.

2. Se ha visto obligado a reducir el peso de ese bulto que son los libros, la bibliografía con la que todo profesor pretende sacar a la luz algo que muchas veces ni él mismo conoce y que se lleva tan mal con las aduanas y los aeropuertos.

3. Entre los libros que le parecen más representativos, sintomáticos y simbólicos de una condición chilena actual ha contado a Trama y urdimbre del joven escritor Matías Celedón, texto publicado por Mondadori el 2006.

4. Trama y Urdimbre es un pequeño libro tejido con fragmentos breves, microrrelatos ordenados emulando la configuración de un manual de instrucciones para cortar y confeccionar una prenda: costuras o suturas, remedos, restos, puntos, despojos, golpes, economía, violencia y sobre todo, silencio.

5. Los manuales ordenan. Están llenos de imposición y silencio. De frases escuetas. Su lenguaje es violento como lo que jamás se acaba de saber.

6. Ya en clases, antes de visitar el texto breve de Celedón, el profesor ha revisado una novela que se inicia con un terremoto antes del año dos mil (“la amenaza suspendida sobre cada chileno, como la llamaba Joaquín Edwards Bello”) que ha dejado a Santiago hecho un Apocalipsis donde los militares se han convertido en mercenarios, las piras se encienden en pleno Paseo Ahumada, el edificio de Almacenes París de Av. Lyon se ha hecho polvo y los animales del zoológico han escapado de sus jaulas bajando por el cerro y devorando los restos de los paseantes del barrio Bellavista: Ídola de Germán Marín se abre con este cataclismo y con una ilustración de aquel hito de la pornografía que es El origen del mundo de Courbet. Se cierra con la imagen de un bebé monstruoso en un coche que conduce el mismo Germán, narrando su historia en un lenguaje que constantemente hace cortocircuito mediante palabras cercanas a la jerga lumpénica. Luego, en otra clase, el profesor ha expuesto sobre la apropiación del lenguaje y una tradición. Para ello ha recurrido a la figura desconcertante de Julio en Bonsái de Alejandro Zambra, más específicamente al capítulo llamado Bulto, en donde el personaje principal -quien ha leído todas las novelas historicistas de ese alterego de Germán Marín llamado Gazmuri, creyendo ser el único que en realidad las ha entendido- escribe la novela que Gazmuri abandonó y jamás escribirá: Bonsái, texto hecho de poda, silencio y pasajes artificialmente claros, donde el bulto que no se abandona ni se deja abandonar, ese relato inenarrable, representado en la figura del Mudito de José Donoso o mito del imbunchado, se ha cambiado por la figura inquietante, natural y artificialmente intervenida de aquellos árboles cercados por alambres y punzados, como las costuras, por agujas. También, antes de llegar hasta Celedón, ha visto junto a los alumnos una película que es uno de los pocos registros cinematográficos del Santiago antiguo, la historia de un niño a fines de los sesentas, el pequeño buscaba el cementerio, debía llevar un par de alitas a un hermano muerto, un bebé muerto, un angelito.

7. La pornografía – de porno: prostituta y graphos: escritura – puede entenderse por oposición al erotismo, escritura mucho más simpatizante con la sugerencia que con la exposición total que puede representar esa entrepierna abierta de la pintura de Courbet o los relatos historicistas de Marín. De igual modo que los vínculos del párrafo anterior pudieran despertar ciertas sospechas, el proyecto historicista de Marín, mediante el cual se intenta reconstruir un período oscuro de nuestra historia, ilumina de tal modo, y tan necesariamente, que la imagen familiar se desvanece sumergiéndose en el blanco, en una sobreexposición de luz que a pesar del esfuerzo, también acaba por tender un velo sobre lo narrado. El proyecto de Celedón corre por un estilo diametralmente opuesto, el de la brevedad como modo de relatar, trabajando un tema similar -la violencia en un orden familiar bajo dictadura- pero utilizando una economía en el lenguaje que gana multiplicidad de posibilidades en la significación. En aquel posible manual de instrucciones oscuro de nuestra transición, emulado en Trama y urdimbre hay una madre a quien “le pagan para reponer los hilos y seguir cosiendo; para nada más alcanza, hay, afuera, una calle muerta, sin testigos”, un Cojo duro y torturador como cierto omnipresente padre chileno cuya figura se transmuta desde Portales, una ambulancia y una situación que “fue un espanto, y donde el niño quedó hecho tira”. Y sobre la figura rajada del niño, un “cirujano delineó el pespunte mientras la enfermera le secaba la frente”. Trama y urdimbre narra el destrozo y recomposición de aquel niño, dice todo esto, pero su valor radica en que puede decir muchísimo más.

8. El profesor podría haber optado por la lucidez de Marín y haber dicho a esos chicos mexicanos del curso que Trama y urdimbre dice algo de nosotros, los chilenos, de las mutaciones vertiginosas de nuestra cultura y nuestro lenguaje estos últimos veinte o treinta años, o de una transición política sin antecedentes que debió inventar sus propios manuales. Hacerlo sería traicionar lo más atractivo de este pequeño libro: aquella incapacidad de alcanzar un referente estable mediante las palabras – lo narrado-, y que se ejemplifica en las instrucciones de la tercera parte: “Una las piezas con alfileres, haciendo coincidir las referencias si las hubiera”. La puntada es fina, elegante, aguda y fría, es costura y sutura a la vez. Es una reconstrucción dolorosa y hecha a punta de alfileres que nunca convence del todo, y he ahí su valor en estos tiempos de “rescate” hasta la náusea: impide avanzar sobre terreno seguro tal como el consenso no provee ni promueve soluciones reales, impide plantear un sentido luminoso porque no aspira a ese concepto tan occidental y concertacionista que es el “avance”.

9. “Es cierto, las iniciales no coinciden. Y se han deshilachado con el primer ciclo de la lavadora”. Este fragmento que podría remitir a las iniciales de una prenda que alguien se habrá de poner cual camisa de fuerza, prepara la introducción a la instrucción cuarta: “Hilvane y arme la prenda según las instrucciones del modelo”. De ahí en adelante, para toda escritura que podamos ser y hacer, sobre la superficie que sea, papel, piel o tela; queda solo el final repetitivo e incansable del cual todo texto debiera intentar sustraerse así como lo logra Celedón, la instrucción quinta y final: acabar el tejido mediante una costura a máquina.

10. Un alumno le pregunta al profesor si estos fragmentos, estos cuerpos textuales tienen algo que ver con el capítulo V del Informe Valech, los testimonios sobre detención, tortura y desaparición revisados en una clase anterior, inmemorial casi. Los nombres, dice el chico, las iniciales que no coinciden, los N.N. lo que regresa, los muertos, lo irreparable.

11. El profesor, torpemente, no ha sabido qué contestarle, en vez de aferrarse a una frase luminosa esboza como puede un verso de Gonzalo Millán: “Estoy dedicado al corte y confección de una distancia”, le dice en medio de toda la luz ácida del mediodía y sus cuarentaicinco grados. Hace calor en Mérida, hay, tal vez, demasiada luz. El profesor se sienta y piensa en lo absurdo que puede ser leer estos textos breves, gélidos y mesurados bajo toda esta luz del caribe, donde el exótico es él, donde la sobreexposición de la luz solar le borronea las ideas.

 12. Algunos meses después el profesor ha vuelto al invierno duro de Santiago y ya no es más profesor. Ha llegado hasta sus manos LA FILIAL, un inédito de Celedón donde su proyecto, esta poética de la brevedad que según Zambra escribe ya no laberintos, sino caminos breves que no sirven para regresar, ha ido un paso más allá.

13. LA FILIAL es el relato de un funcionario público que decide escribir lo que le sucede en el lapso de un corte de luz amparándose en la prótesis maquinal de un timbre, timbra su relato en una penumbra impuesta sin ninguna explicación por una institución con ese mismo nombre: LA FILIAL, palabra que remite a la hermandad, al vínculo, a la herencia, al consenso.

14. El modo en que Celedón ha llevado su proyecto más allá ha consistido en sumar a todos los elementos de Trama y urdimbre el carácter de la materialidad, es decir, ese mismo referente que jamás se lograba narrar en su primera novela: ese maltrato contra el niño, los cuerpos que recuerdan que eso llamado N.N. fue un hombre cuyos restos recuerdan una injusticia. El libro que ha llegado a las manos del ex - profesor llena los vacíos referenciales a través de la materialidad: el libro ES un cuaderno original de actas, libro viejo y de tapas gruesas y duras con la palabra COPIADOR en la portada, es pesado como el mayor de los bultos, y en cada una de sus páginas no se emplazan más de tres o cuatro líneas breves de palabras timbradas a mano por el propio Celedón. LA FILIAL no es solamente un libro sino también su materialidad, la data, el referente, el elemento que no se hallaba y daba mayor atractivo al sugerente relato dictatorial de su primera novela breve, lo que vuelve real o tangible a un objeto. La historia del corte de luz narrada por el funcionario público no se escribe a pulso directo – como hiciera Gazmuri en Bonsái y como fingiera histéricamente Julio ensuciando el texto, incluso con manchas de café -, sino mediante el encauzamiento, la constancia material y sus correspondientes limitaciones y contradicciones en tanto es un sujeto quien cuenta una historia pero a través del apéndice de una máquina que visa y que, en el caso de esta perturbadora institución, salva vidas mediante el acto del timbraje.

15. ¨En LA FILIAL usan los cables para otras cosas. / Por precaución se retornó a los sellos y a los timbres. / Para que la información exista.¨ Estos tres timbrajes de LA FILIAL nos alejan de aquella violencia familiar oscura, silenciosa y sin referentes de Trama y urdimbre y nos ubican en el lugar donde la información se sistematiza a la luz de esa penumbra que, según Tanizaki, permite contemplar los rastros del tiempo en la pátina que envuelve a los objetos. LA FILIAL nos lleva desde el trabajo de rememoración desmemoriada y escabrosa en un ámbito familiar – aquel momento en que el niño herido refresca su memoria bajo el agua de una ducha que ha filtrado una humedad natural - hacia la utilización de políticas de memoria que necesitan de una prótesis para dar cuenta de su existencia mediante una inscripción, una marca, una data que saque al texto de lo meramente ficcional y que al igual que el último proyecto de Rodrigo Rey Rosa – El material humano - proyecte a través del material la capacidad de decir algo no plasmado EN el material sino mediante el material mismo; y en el caso de Chile, nos lleva hacia una reflexión sobre el trabajo del duelo postdictatorial “solucionado”, un tanto sospechoso que se respira a la vuelta de cualquier esquina de este país donde los muertos aún no acaban de aparecer.

16. Es entonces, con LA FILIAL entre las manos, que el ex – profesor descubre un punto en común entre las sombras tenues de los residuos de esas clases lejanas, toda esa bibliografía, todo ese bulto literario que viajó de ida y vuelta un hemisferio, encuentra su sentido al leer que: “El Cojo tiene a un niño cautivo y le enseña a leer. / Era pobre, sin maneras; el cojo tenía que bañarlo. / La Muda me mostró cómo lo hacía. / Prolijamente, hasta que se hizo grande. / Rodeó la oscuridad de huellas. / Y lo dejó seco. / Así acabó la historia y empezó el rumor”, dicen ciertos timbres de LA FILIAL, para que quede constancia. Así quien fue profesor repara en una imagen que vincula secretamente cada uno de los textos de la clase que ya hace un buen tiempo acabó, es la visión de un niño maltratado, abandonado, monstruoso o sencillamente muerto, un niño de futuro incierto, presente inestable y pasado borroso.

17. Así como el proyecto narrativo de Matías Celedón corresponde a una poética de excepción donde mediante forma y contenido se asestan respuestas inteligentes a problemas actuales tratados a menudo de modo un tanto obtuso por el medio crítico y narrativo chileno –salvo contadas excepciones-, puede darse la posibilidad de que entre tanta infancia agónica, entre tanta herencia bastarda, un niño sin rostro que nunca acaba de aparecer, similar al de Trama y urdimbre, también haga memoria, presione el pedal de la máquina de costura a dos manos y el voltaje, como en aquellos malos tiempos de complicidad asesina, disminuya en toda la casa. Y entonces, como antes, como siempre, retomemos a tientas, sin apuro y con la extrañeza de ver a un bebé ajeno, el sitio de nuestra íntima penumbra, de nuestra literatura más profunda e inquietante.

 

 

Foto superior: kilometrocero



 

 

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