Martín Cerda vuelve a las pistas renaciendo otra vez de las cenizas "Surcos apenas visibles", Lecturas Ediciones, 2022, 300 páginas Por Leonardo Sanhueza Publicado en Las Últimas Noticias, 6 de febero de 2023
Aparecidos originalmente en diversos medios, los escritos se integran al largo trabajo de recuperación póstuma de la obra del autor.
Si hubiera que hacer una selección chilena de ensayistas, Martín Cerda sería uno de los primeros nominados. Esa valoración de su obra habla bien de ésta por partida doble, ya que el autor publicó en vida sólo dos libros, en 1982 y 1987. Una parte de su vasta producción literaria quedó dispersa en diarios y revistas, mientras que otra enorme fue consumida por el fuego en 1990, cuando él se hallaba en Punta Arenas, abocado precisamente a la culminación de numerosos manuscritos que eran piezas claves de su legado intelectual. Ese incendio, que redujo a cenizas su biblioteca y se encarnizó con los libros inéditos, dejó apenas una porción ínfima de papeles más o menos recuperables. Para Cerda fue un golpe letal. Abatido, murió al año siguiente.
La obra póstuma de Martín Cerda ha ido apareciendo gracias al trabajo de diversos investigadores, como Daniela Schütte, quien empezó hace quince años la recopilación y organización de los textos que el ensayista dejó dispersos en diversos medios de prensa. El resultado de esa investigación fueron tres libros, de los cuales sólo se ha publicado el primero, Escombros, aparecido en Ediciones UDP en 2008.
Varias vicisitudes interrumpieron ese proyecto, pero la espera ha llegado a su fin. Lecturas Ediciones ha publicado el segundo de esos volúmenes: Surcos apenas visibles, edición a cargo de la propia Daniela Schütte, con un extenso y tentacular prólogo de Alfonso Calderón. El libro está compuesto por más de ciento veinte textos que Cerda publicó en Las Últimas Noticias, El Mercurio y La Tercera, en las décadas del 60, 70 y, mayoritariamente, 80. Como señala la editora, la compilación muestra una "dimensión más íntima" de la relación de Cerda con el lenguaje, los autores y los libros: "Van desde sencillas observaciones sobre algo tan cotidiano como un hombre esperando en un café a sentidas despedidas para sus compañeros de generación. Expresan sus visiones éticas y políticas sobre el momento que le tocó vivir. Enuncian su desolación, su sentido crítico, pero también una especie de esperanza".
Cerda está atento al mundo desde su biblioteca, siempre dispuesto a la reflexión libresca, pero no por ello deja de lado la historia o la experiencia. Dice por ejemplo: "Yo viví seis años después de la guerra entre las ruinas de Berlín. De ese episodio me quedan mi obsesión por los escombros y mi radical rechazo a quienes los fabrican". La crisis de la vida privada, la distancia entre las ideas y los deseos, la importancia de conocer lo que anhelan los transeúntes: no hay tema que no lo lleve a reflexionar, escribir, pensar. Así, de pronto reclama por la inexistencia de una "historia de los cancioneros", en la que sea posible auscultar la vida nacional. Todo es un punto de partida para el pensamiento. El afrancesamiento de Julio Cortázar, la turistificación de Chiloé, la muerte precoz del poeta Armando Rubio, a quien le dedica un sentido adiós: "Quizá ya no recuerdes esta tierra. Pero puedo asegurarte que aquí nadie podrá olvidarte".
Prólogos provechosos
El grueso del libro está compuesto por textos publicados en periódicos, pero el último de éstos habla de los prólogos y, con eso, abre la puerta para que el volumen se cierre con cinco prólogos escritos por Martín Cerda para sendos libros ajenos. Se trata de algo más que sencillas presentaciones protocolares. El ensayista aprovecha la ocasión para reflexionar al máximo, ya sea a propósito de la novela "El picadero" de Adolfo Couve, un libro de Agata Gligo sobre la vida de María Luisa Bombal o una antología de cuentistas jóvenes.
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"Surcos apenas visibles", Lecturas Ediciones, 2022, 300 páginas.
Por Leonardo Sanhueza.
Publicado en Las Últimas Noticias, 6 de febero de 2023.
revistas, mientras que otra enorme fue consumida por el fuego en 1990, cuando él se hallaba en Punta Arenas, abocado precisamente a la culminación de numerosos manuscritos que eran piezas claves de su legado intelectual. Ese incendio, que redujo a cenizas su biblioteca y se encarnizó con los libros inéditos, dejó apenas una porción ínfima de papeles más o menos recuperables. Para Cerda fue un golpe letal. Abatido, murió al año siguiente. 
