¿Es inteligente ser inteligente en un país programado para no pensar, como Chile? Conocí al caballero desenmascarado. Martín Cerda me caía extremadamente niño. Una tarde "parda y fría" el caballero desenmascarado y yo nos encontramos en una olorosa librería de libros usados y yo no había leído su ensayo La Palabra Quebrada y le dije que me había gustado mucho para que me quisiera y para verlo feliz y yo sentí que paso algo así como un ángel entre su alma y mi alma.
Era la única persona con la cual yo podía conversar. Todos los demás eran escritores, y no se puede conversar con un escritor. Debe ser porque el rol los obliga a escribir-hablar mientras tratan de comunicarse. Perdón, estoy juzgando. No, no estoy juzgando, estoy echando de menos.
Lo que menos me importa es lo que los diarios más inflan y que el mismo Martín usaba como substancia curricular, eso de que había sido compañero universitario de Merleau Ponty y amigo en París de Jean Paul Sartre. Y es importante, porque en Francia a los intelectuales les enseñan a pensar. Como en China. De esto hablamos esa vez en esa usada librería del barrio Bellavista con el magnífico ensayista. De lo estúpida que era la educación en Chile. "Pensar es digerir información y en los colegios a uno lo obligan a tragársela". De esa frase suya me acuerdo.
De otras me acuerdo también. Son para literatos. Fascinantes. Golosinas. Como una que expresa cierta vez en el discurso en la Academia, donde me dejó helado de envidiosa felicidad intelectual. Así ordenó su preclaro pensamiento y tan mágicamente inútil: "La glosa es la primera señal de esa incontinencia del ensayista frente al texto leído". Me acuerdo asimismo de otra: "Para el ensayo strictu sensu la referencia al primer texto se convierte en lo que, a partir del joven Lukács, he llamado la ocasionalidad del ensayo". Yo disfruto estas frases más que salir de vacaciones o pololear o ir a la Iglesia de los Benedictinos.
Mi hermano Martín Cerda encontraba su máximo placer en organizar frases brillantes. Cosa que a mi me parecía mortal. Mortal porque siempre entre la idea y la realidad hay una brecha. Que si no se llena con un "vacío de palabras" llenas de luz sin forma, la insatisfacción es inexorable. "Tú eres alumno de algún maestro Zen", Martin me decía y yo sacando un naipe del Tarot debajo de la manga le leía un verso del gran Juan Luis Martínez: "Los pájaros comunican una comunicación/ en la que dicen que no dicen nada." Y era hermoso, hermoso como quedarse disfrutando el sonido crujiente y mortífero de una palabra al quebrarse.
Me enteré mediante el diario que se le incendió la biblioteca. Ojalá no se haya quemado el esbozo de un libro que tenía en preparación, al que después le puso el nombre, cambiando el contenido, de La Fascinación del Suicidio. El título original era La Tentación de la Nada.
Dicen que murió. A mí los cementerios no me interesan. Son como la Villa Freí.
Lo único que yo puedo manifestarte Martin es que te amo.
Agradezco lo absolutamente no sentimentales que son tus libros.
Vivir es maravilloso. Aquí y en la Quebrada de la Palabra.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com El caballero desenmascarado
[A propósito de Martín Cerda]
Por Erick Pohlhammer
Publicado en APSI, N°396. 26 de agosto al 8 de septiembre de 1991