En Promesa y conquista (Colección Planeta Clandestino, Ediciones del 4 de Agosto. España: 2009) de Eduardo Fariña (Santiago de Chile, 1982) lo cotidiano efímero se confronta con el deseo poético de la permanencia; para crear en la poesía lo que pudiéramos llamar el tiempo de los objetos o los seres en la luz, como decía Lezama Lima de la poética de Góngora. En la hondura del sueño “hay un decir/ que debe arrancarse a la piedra”; es decir, un lenguaje, en este caso el coloquial, que en la fugacidad del tiempo halla su trascendencia: “no te importa nada cuando se hace tarde no/ exageras cada palabra que te digo no saldré ahora/ con que nunca es demasiado tarde porque lo que/ se entiende como tarde se disuelve y celebrar la/ vida o todas esas metas ficticias son creíbles si/ cuando se hace tarde no es algo presente ni/ duradero”. Lo mismo en la fugacidad del mundo, calles y avenidas “por donde el hombre parece libre/ y dispuesto a sobornar sus propios sentimientos”, o en la virtualidad del Internet: “buscar mi presencia y enlaces/ donde empezara la audacia de mi tacto” (googléame con la cabeza fría). El poema existe en los límites “más invisibles/ en la abdicación de lo céntrico” (fronteras). La poesía es esa promesa (o deseo) “no impaciente por su velo futuro”, y es desde esos límites o fronteras desde donde conquista al tiempo irreal, inasible y caótico, para convertirlo en realidad, permanencia y orden: “Del sinsentido al descubrimiento/ Big Bang líquido y furioso por crear” (voluntad de escritura). Pero esta conquista es, viceversa, e igualmente, hacia sí mismo: “también el mundo toma cosas/ de uno y escoge lo que le apetece/ así encuentra otra manera/ de antologar el orden” (ordenando materiales). Es el reverso del tiempo dibujado en el anverso de la realidad: “es el retrato que donde el mundo se mira/ y se ve en nosotros”. Promesa y conquista transcurre en este movimiento de posesión utópica y extática del lenguaje: “así la consigna queda señalada/ no bastará la belleza enigmática/ ni el trasnoche que era necesario/ si no duele/ todo sigue como antes” (la tensión interna). Posesión no de un dominio (thanatos) sino de una fusión (eros): “Al tacto: melodías en alternativo subyacer/ de un lado a otro no decían otra cosa/ que mi realidad gana realidades con/ el dominio de lo sonoro salir/ hacia ello pensarlo varias veces/ hasta moldear un artefacto musical” (Ausgang); o: “de paladar el puro gusto encinta escritura” (comunicando). Promesa y conquista es aquel artefacto hecho de carne y sueño (creación/ utopía del lenguaje) que dejamos como testimonio de lo vivido.
(La célebre jugada)
Cuestión no curiosa en el actuar definitivo
si se quiere o si en este primero de noviembre
podemos tener por objetivo a los muertos
no a un yacer acuartelado la promesa
en ese actuar retrocede ojo que se guiña
jugada calle vacía sábado que actúa como
domingo poco que maniobrar y lo que
espera que espere no hay tiempo o es
oro jugar el juego yacer quieto quien
prevalece quien detecta las alteraciones
de lo que no se quiere dar a entender nadie
es Warhol es Nietzsche todos a serlo si
memorizamos la célebre jugada de un
actuar que yace quieto y llora de puntillas
frente a lo que se le ofrece no seguro pero
si dispuesto.
(Tiempo envasado: o una fotografía)
Observar su totalidad, ya que si bien no se puede vivirla
en sí misma, contemplar extingue en algo su voracidad.
Dirá su imagen la fotografía el entorno simbólico.
Algo adentro quiere salirse con la suya si bien el color
permite que el párpado levite si bien quisiera la historia
del ojo la osadía, adquirir arquitectura.
Del ojo por su territorial sonrisa, abunda el caso.
Yuxtaponer las miradas alrededor del eje temático si
quisiera el impacto y su guiño. Tentativas de imágenes.
Altas y delgadas rascacielos al brillo. Rectangular la
fotografía en las manos, habilidad tuviera toda la hermo-
sura. Cuadricular así a un par de ojos.
www.letras.s5.com: Página chilena al
servicio de la cultura dirigida por Luis Martinez S. e-mail:
osol301@yahoo.es
"Promesa y conquista", de Eduardo Fariña.
Por Miguel Ildefonso
de la poética de Góngora. En la hondura del sueño “hay un decir/ que debe arrancarse a la piedra”; es decir, un lenguaje, en este caso el coloquial, que en la fugacidad del tiempo halla su trascendencia: “no te importa nada cuando se hace tarde no/ exageras cada palabra que te digo no saldré ahora/ con que nunca es demasiado tarde porque lo que/ se entiende como tarde se disuelve y celebrar la/ vida o todas esas metas ficticias son creíbles si/ cuando se hace tarde no es algo presente ni/ duradero”. Lo mismo en la fugacidad del mundo, calles y avenidas “por donde el hombre parece libre/ y dispuesto a sobornar sus propios sentimientos”, o en la virtualidad del Internet: “buscar mi presencia y enlaces/ donde empezara la audacia de mi tacto” (googléame con la cabeza fría). El poema existe en los límites “más invisibles/ en la abdicación de lo céntrico” (fronteras). La poesía es esa promesa (o deseo) “no impaciente por su velo futuro”, y es desde esos límites o fronteras desde donde conquista al tiempo irreal, inasible y caótico, para convertirlo en realidad, permanencia y orden: “Del sinsentido al descubrimiento/ Big Bang líquido y furioso por crear” (voluntad de escritura). Pero esta conquista es, viceversa, e igualmente, hacia sí mismo: “también el mundo toma cosas/ de uno y escoge lo que le apetece/ así encuentra otra manera/ de antologar el orden” (ordenando materiales). Es el reverso del tiempo dibujado en el anverso de la realidad: “es el retrato que donde el mundo se mira/ y se ve en nosotros”. Promesa y conquista transcurre en este movimiento de posesión utópica y extática del lenguaje: “así la consigna queda señalada/ no bastará la belleza enigmática/ ni el trasnoche que era necesario/ si no duele/ todo sigue como antes” (la tensión interna). Posesión no de un dominio (thanatos) sino de una fusión (eros): “Al tacto: melodías en alternativo subyacer/ de un lado a otro no decían otra cosa/ que mi realidad gana realidades con/ el dominio de lo sonoro salir/ hacia ello pensarlo varias veces/ hasta moldear un artefacto musical” (Ausgang); o: “de paladar el puro gusto encinta escritura” (comunicando). Promesa y conquista es aquel artefacto hecho de carne y sueño (creación/ utopía del lenguaje) que dejamos como testimonio de lo vivido.