Dolan Mor y La novia de Wittgenstein
Por Miguel Dante
Dolan Mor nació en 1968, en Pinar del Río (Cuba). Radica en España desde 1999. Su obra poética comprende: El plagio de Bosternag, Las historias de Jonathan Cover, Seda para tu cuello, Nabokov’s Butterflies (Premio de Poesia Delegación del Gobierno en Aragon, 2007), Los poemas clonados de Anny Bould (Premio Internacional Miguel Labordeta de Poesía, 2008) y El libro bipolar (Premio Santa Isabel de Portugal, 2009). Acaba de obtener el Premio Internacional Barcarola de Poesía con su reciente libro La novia de Wittgenstein. Aquí nos hallamos ante la poetización del oficio de la poesía y de su herramienta esencial y misteriosa: el lenguaje. De ahí que, mediante el recurso de lo ficcional, aborda la figura del filósofo vienés que dijo: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, o el más famoso: “De lo que no se puede hablar, hay que callar”. En un voz poética reflexiva e irónica, a veces, (incluso desencantada e irreverente, como caracteriza a su poesía) nos dice Dolan en el poema que abre el libro: “¿a un sitio que es tal vez/ más negro que el geranio/ de la noche diriges tu mano/ la levantas cual clavo musical/ como sombra que busca/ a ese gato nocturno/ en este cuarto a solas/ donde escribo/ (tú escribes) sin velas/ cada vez más a oscuras?” La palabra (que salta o nos asalta como aquel gato constante en el libro) nos va revelando sus propios confines, sus arcanos y desvelos, en una constante escritura “hacia adentro” de la página (en una épica del silencio). Para adentrarse al discurso del silencio, el poeta ensaya la confrontación entre el destino y el azar, a partir de un golpe de dados y juegos de espejos, en una mesa blanca como la nieve (metáfora y símbolo) en la que está sentado el/la que escribe con los espectros de Mallarmé, Huidobro, Lezama Lima, Octavio Paz y Juarroz. La novia de Wittgenstein es esa exploración última de un mundo esencial y cerrado, donde todo lo humano y lo metafísico está puesto en escena, con la finalidad de acercarnos a nuestro propio misterio: el del sentido de la existencia. Aquí tres poemas:
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soy el símbolo escrito la línea de un antílope con patas de semántica que surge del poema que huye de su cuerpo que salta y no se encuentra pues la huella que escribe es la caligrafía que ahora mancha de letras la planicie borrada y sólo ve el aroma de cascos en la nieve o entre la hierba seca que nace de mis ojos
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en el instante mismo
de la vana escritura
el crecimiento teje el hilo
del amor y equilibra
el oficio de crear un madero
con la gubia el trabajo
regular hacia el texto
que lleva oculto genes
partículas de semen
como células grises
en membranas del odio
(la idea es de ciorán)
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la cabeza inclinada del muerto (un asfódelo) sobre la multitud de grietas basureros escombros de sonidos conceptos las semánticas polvo su discurso en la noche delante de un espejo sin fondo donde otros (mallarmé por ejemplo) se miraron (se observan) la sombra al escribir su propia dimension en forma y contenido