“En realidad no hay adultos, solo niños envejecidos”
José Emilio Pacheco
Nacido en el Angol de los confines, siete veces fundado, Manuel Oliva (1992) es poeta y
antropólogo de profesión, miembro del ex colectivo Ruda de Temuco. Su palabra está
fundada en vientos y nostalgias, como puede apreciarse en su primer poemario “Rutas
interiores” (2021) cuyos versos son un viaje hacia lo profundo del sur, un pedaleo en
bicicleta por la ciudad y el campo, propio de una ruralidad urbanizada. La añoranza del
hogar y la búsqueda de la inocencia perdida son eje vertical de su segundo poemario
“Tierra del desarraigo” (2022) una entrega íntima y con brotes de esperanza que florece
ante las calles de Temuco, el canto de las aves, iluminando la herida y vulnerabilidad del
poeta que perdió su raíz, cuyo Ítaca siempre será el abrazo fraterno y las enredaderas del
jardín.
El puelche sopla intensamente sobre los versos del poeta y nos trae con sus ventiscas el eco
y murmullos del sur. Tierra del desarraigo es el país de la infancia, y como tal, construye el
mundo infantil a través de la experiencia del extrañamiento, nos hace sentirnos forasteros
en nuestra propia patria, cuestionando la percepción de la realidad. Desde la inocencia y la
curiosidad, Manuel es un niño que descubre el mundo, viviendo una constante ensoñación.
Este sueño del poeta ocasiona una prolongada tensión en el relato a través de la
desmaterialización de los objetos cotidianos, dislocando el sentido de la realidad; el poeta
viene a desautomatizar la mirada, para fijar la visión del lector en las hierbas, paisajes y
pájaros, y en la pueril risa inocente de los niños. La búsqueda de sentido es la tónica de este
libro, y en este camino hacía nuestro destino, se nos revela nuestra verdadera identidad y
raíz en los fenómenos de naturaleza: “Ahora bañémonos en una piscina de acuarela/ luego
dejemos que la lluvia nos muestre/ verdaderamente quiénes somos” (Oliva, 2022, p. 8)
Este mundo de ensoñación nos hace extraño todo aquello que percibimos como común, el
poeta problematiza la realidad, dándole nuevos significados, apropiándose de ella. Esta es
una invitación para prestar atención a las pequeñas cosas y valorar las nimiedades de la
vida: “Por eso mira, mira más allá de tus miedos/ mira más allá de tu silencio/ más allá de
la noche que no te pertenece/más allá de la palabra que salta por tu boca” (Oliva, 2022, p.
10) El sentido de pertenencia se encuentra en la familia y hogar que se vuelven patria, un
mensaje de esperanza para el sentimiento moderno del desarraigo, pertenecemos a
nuestra tierra, madre, hermanos y amigos. La poesía de Manuel es profundamente
filosófica, dado el cuestionamiento constante y alteración del orden imperante, poniendo
en tela de juicio las prioridades del lector ¿Es más importante las banalidades capitalistas
de la vida o el florecer de las enredaderas? El poeta florece y resurge en el poema,
volviéndose uno con el entorno natural, porque “pronto estaré parado frente a todos/ y en
mis llagas ya crecen las enredaderas/ como luces de esperanza, que me abrazan” (Oliva,
2022, p. 39). De este modo, se hace un símil a la poesía de Walt Whitman cuando menciona
“La enredadera que trepa por mi ventana, me satisface más que toda la metafísica de los
libros.” (Canto a mí mismo, 1973) debemos abrazar nuestras heridas porque de ellas
renacen los más significativos aprendizajes.
La voz infantil que visibiliza Manuel en su poesía es una voz históricamente silenciada
precisamente por surgir en un sistema donde prima el adultocentrismo, dándonos con sus
versos herramientas para soportar el abismo del mundo. Tal como lo sostiene Heidegger, el
poeta es un sagrado sacerdote de la palabra que nos guía en la peregrina noche del mundo.
En estos tiempos de penuria se hace necesaria la esperanza, para menguar nuestros
dolores con el bálsamo de amor en las palabras del poeta, pues la vida surge de la vida, la
poesía nos sumerge en las corrientes de un río que nos renueva. Por esta razón, Tierra del
desarraigo es un canto/caricia a nuestro niño interior, y con nostalgia rabiosa, hace de
todas las cosas un sentirse en casa, es así como Manuel reafirma su identidad en el abrazo
familiar y hogareño: ”Por el mismo campo que transitaron mis abuelos/ ahí camino
soñando que soy un niño de las flores”(Oliva, 2022, p. 28). Es el amor nuestro refugio y
defensa ante la violencia capitalista del mundo contemporáneo, haciendo de la experiencia
cotidiana vértebras del ser humano, desmantelando lo que considerábamos sólido y
poniendo en jaque el vacío abismal de la existencia.
Existe una marcada espiritualidad en la poesía de Manuel, propio de las crisis existenciales
que cambian nuestro sentido de ver la vida, viene entonces la figura divina a ser un factor
de esperanza, no comprendida desde la teología antropocéntrica y cristiana, sino como un
Dios omnipresente y panteísta que está en todas las cosas: “que es un dios como el agua
que corre de la montaña/ que me limpia y me abraza/ que me suelta y me entrega al sol”
(Oliva, 2022, p. 28). El lenguaje utilizado es sencillo y transparente, mostrando la desnudez
del poeta, la intimidad y confidencia que comparte con el lector, el poema es un susurro al
oído cómplice que te revela verdades inconmensurables. Y con su lírica, el poeta vierte en
las palabras una alta conciencia de sí mismo y de su entorno, una profunda reflexión de lo
excelso del ser humano al tomar las riendas de su propio destino: “porque soy yo
finalmente/ quien se sienta a mirar su espanto, / a acariciar su dolor/ a sanar ese
niño.”(Oliva, 2022, p. 35)
El poema que da título al libro bien puede entenderse como el arte poética de Manuel, cuyo
material creativo va más allá de cantar a la rosa o al horror de la patria, sino que vuelve
bello y sublime todo aquello que se observa y existe: las calles de Temuco, los encuentros
con amigos, la vida familiar o las inquietudes espirituales. Por esta razón, podemos
considerar que la naturaleza humana es frágil y la vorágine de la realidad puede irrumpir
en el interior de las personas, permitiendo crear un nuevo corazón, un nuevo sentir, ya que
todo lo que forma parte de ti, debe romper lo que ya existía, toda creación involucra la
destrucción de lo viejo: “Porque soy todas las cosas que me rozan/ algo dentro de mi
cuerpo cruje y gime fuerte/ contra lo rígido, siempre destinado a romperse/ dejándome
atolondrado, frágil, en una tierra sin eje.” (Oliva, 2022, p. 40). El desarraigo es aquella
necesidad metafísica que busca encontrar su matriz, cuyo sentido de la realidad está
quebrado, haciéndonos cuestionar nuestra relación con nuestro entorno, pues para
encontrar nuestro sitio debemos desarticularnos de lo que considerábamos propio.
La poesía de Manuel es profundamente territorial, representando la realidad social y
cultural de la urbe de Temuco, exaltando sus cualidades y desencantos. “Ciudad de la
bruma” es una experiencia palpable que se escucha, huele y degusta, la ciudad y su
representación literaria comparten una misma naturaleza al ser construidos desde la
imaginación, memoria, experiencias, sentimientos y pensamientos humanos. Es así como
recorremos las calles de la gran ciudad desde la subjetividad del artista, que hace propio,
sangre y carne, los espacios que habitamos. Y somos uno con los dolores y pesares de los
habitantes de Temuco: “Salgo y escucho los gritos de una madre desesperada/ los gritos
por libertad afuera de la Cárcel/ veo los vagabundos que deambulan por Montt/ a los niños
que se escaparon del Sename/ a estudiantes con las universidades tomadas/ y a esos
rostros sin expresión por Av. Alemania.” (Oliva, 2022, p. 43)
Por otro lado, no podemos olvidar el diálogo intrínseco que establece la poesía de Manuel
con la poesía lárica, éstos versos de provincia con su lenguaje simple y llano, actúan como
cronista de la aldea, siendo el poeta un hermano de las todas las cosas, un transeúnte agudo
y silencioso que no desprecia los lugares comunes sino todo lo contrario: ennoblece y
santifica todo lo que toca y observa. Esta es una poesía que integra el paisaje y el ambiente
que nos rodea como parte de nuestra propia sensibilidad, nos permite ese respirar en paz
que profesaba Teillier, retornando a la tierra y tomando fuerzas de ella. Tierra del
desarraigo nos muestra el verdadero mundo, rechazando las contrariedades de las
metrópolis que nos desalojan del mundo natural, buscando encontrar significados ocultos
en el mundo exterior. La poesía es aquella estrella fugaz, momento efímero que se intenta
capturar para inmortalizarlo, porque “lo que viene, como el viento, también se va/ lo único
que guardo aquí es el valor y el cariño” (Oliva, 2022, p. 62). Tras la transitoriedad de la
vida, lo perecedero de la existencia, sólo es el amor lo que nos une a esta tierra y sus
habitantes, aquella sustancia y esencia que le da dulzor al diario vivir y entrega
discernimiento sobre lo real y verdadero.
El libro fue publicado por la Editorial Independiente Tortuga Samurai y destaca en sus 65
páginas el trabajo ilustrativo de la artista visual Karen Wyss Paillalef al materializar en
imágenes las sensaciones de cada poema. En este sentido, la imagen-texto se presenta
como una doble lectura del poemario, una forma de percibir visualmente la nostalgia a
través de imágenes que evocan la ensoñación, paisajes de la naturaleza donde confluyen
montes y nubes, fotografías de familiares en el campo, el propio poeta entre enredaderas.
El contraste de colores tierra, agua y texturas superpuestas permiten expresar un
equilibrio, paz, tranquilidad y esperanza frente a la nostalgia del retorno al hogar. Por otro
lado, el libro apuesta por una tercera poética que complementa la experiencia de lectura,
cuenta con una lista de reproducción de canciones relacionadas a la construcción del
poemario, a modo de referentes poéticos, ofreciendo una tercera lectura del manuscrito.
Tierra del desarraigo otorga calma y sosiego al lector, a través de sus recursos visuales,
poéticos y musicales que evocan emociones sinceras, desnudando la condición humana,
cuya belleza sublime se encuentra en los sucesos cotidianos, el amor fraternal y la
búsqueda de identidad. Finalmente, el intimismo presente en este poemario nos permite
promover el autoconocimiento, un mirarse hacia adentro y reflexionar sobre el propio
pensamiento, dejándonos abiertas grandes interrogantes ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿A
qué lugar pertenezco? Y en este sentir a la deriva, la poesía y el amor son la única verdad
inescrutable que da sentido a la existencia.
Selección de poemas de “Tierra del desarraigo” (2022)
Límites
Los limites son como las palabras de mamá
que me dicen no salgas cuando llueva
es más, justo hoy no tienes permiso
para nada, solo para estar en la ventana
para mirar y aceptar que hoy te quedas en casa
y quizás ocuparte en tus cosas, o hacer un dibujo
y yo chico, no entiendo, hasta que crezco
y ahora los limites son las palabras que me digo
porque a veces no puedo dormir pensando
porque siento que nada se resuelve mañana
entonces veo que hoy tengo que hacer algo,
y así navego en un pensamiento absurdo.
Pero con el día surge el sol
la aceptación de la imposibilidad
de lo que puedo, de lo que quiero
de donde estoy,
de vivir de acuerdo, no en contra de lo que se derrumba
y allí los limites me dan ternura
y yo mismo me vuelvo compasivo
porque la vida tiene su tiempo
y todo llega para quien se entrega
a vivir aceptando, a vivir agradeciendo.
Ahora escribo canciones de amor
porque pronto una mariposa en mi pecho
se marchará volando
guiándome como una brújula
Confidencia
A este día colorado le pondría nombre
lo echaría por un sobre
para evocarlo entre noches y mañanas
decirle que me hace niño
¡lleno de nostalgia!
Habitar sus horizontes
y perder el norte
allí donde la vida me ha vuelto un desprendido.
Pero lleno de correspondencia
porque las nubes se sonrojan
y mis ojos son llorosos de tanto viento.
Bendecido por tanta gracia
tanto poleo, tanta mora y tanto boldo.
Por el mismo campo que transitaron mis abuelos
ahí camino soñando que soy un niño de las flores
y que el alimento es abundante y fresco
y que hay dicha, hay amor y hay juego.
Quiero seguir cobijándome en tu regazo
tarde colorada, de un cielo como Angol
que es un cielo estrellado y divino
luminoso y limpio, como pocos aquí
donde puedo sentarme y sentirme confiado
de soltarle unas palabras a dios
que es un dios como el agua que corre de la montaña
que me limpia y me abraza
que me suelta y me entrega al sol.
Tierra del desarraigo
Estoy hecho de todas las cosas que me rozan
¡soy todas las cosas que me rozan!
Sean las personas con las que me cruzo
sea el aire de primavera que me envuelve.
Traigo el rocío por el borde de mis parpados
unos hilos que me guían hacia mis adentros
y esta cesta de mimbre con los dolores que recojo
y esta vergüenza de mejillas colmada de secretos.
Llevo los dedos sangrados por la zarzamora
atiborrado de espinas, de polvo y esporas,
los pies embarrados por andar subiendo cerro
y mi rostro azul entumecido pero sereno.
Soy todas las cosas que me rozan, que me tocan
como la ventisca honda que desborda en la montaña
que sacude la escarcha y me vuelve diminuto,
creando ecos, ramas; borrando pliegues y recuerdos.
Las cosas que me rozan son las que me llaman
las que me dicen ven aquí, escucha un rato, amigo
y allí voy de nuevo, aleteando hasta ponerme cerca
creyéndome libre de ambiciones: desasido.
Porque soy todas las cosas que me rozan
algo dentro de mi cuerpo cruje y gime fuerte
contra lo rígido, siempre destinado a romperse
dejándome atolondrado, frágil, en una tierra sin eje.
Porque así bailan las rosas entre las espinas
alegres y tristes de ser besadas por el tiempo
porque las cosas que nos rozan, honran la vida
como estas costras y esta raíz que se hace carne.
Ciudad de la bruma
Temuco crepita en mis oídos
cierro los ojos, lo respiro:
es el olor a leña que sientes
la humedad en tu ropa
la parafina de la estufa averiada
el aceite quemado de las sopaipillas
las Becker en el Barbudos
las escapadas al Híbrido a las 4 de la madrugada.
Mientras cae la lluvia es mi cara sonriente
mi propuesta juvenil de vivir sin límites
de besar a todas las que me gustaron
de prometer amor sin cláusulas
de quedar sin dinero un martes por la tarde
de llorar en el Cautín con una botella de vino.
Es echarme un año de antropología
querer irme a la mierda con las drogas.
Quizás los niños saliendo de la escuela
los árboles en el otoño
un paseo en el museo de ferrocarriles
esos besos sabor frutilla
es posible que sean esas instancias cristalinas
que nunca pensamos
nunca imaginamos
pero que fueron lo mejor de nuestras vidas.
Veo las calles, veo mis amores
veo las plazas y me veo con los ojos rojos
riendo enamorado perdido buscando cielo
gritando y lanzando piedras enojado
corriendo de los pacos en una protesta
mojado y con frío, repleto de actitudes valientes
pero ¿qué es Temuco? ¿Sirve hablar de él?
Cuando llegué me dijeron: aah, ciudad del demonio
Maldito Pueblo Temuco, ciudad maldita
oscura, callada y violenta.
Salgo y escucho los gritos de una madre desesperada
los gritos por libertad afuera de la Cárcel
veo los vagabundos que deambulan por Montt
a los niños que se escaparon del Sename
a estudiantes con las universidades tomadas
y a esos rostros sin expresión por Av. Alemania.
Temuco, es el llanto pálido del cielo
el amanecer en Lanin, de una casa pequeñita y húmeda
donde vive Cristiano Ronaldo
"el tano" de dos apellidos mapuche que ya no recuerdo.
Es el movimiento del cartero, del barrendero
es la dignidad de ser de Pedro de Valdivia
la caminata de 5 haitianos por el barrio Tucapel
en busca de jugar a la pelota
es su mirada y la vista de una vieja rubia
sin sentimientos que va de compras al Portal.
Pero también es una parte del arte
toda la belleza del fango
que busca hacerse un espacio de colores
desde donde mirar ardiendo
la expresión, la necesidad del movimiento
del intercambio cultural de los pueblos
la anticipación de la noche al día de un artesano
la fuerza de un estudiante pobre
el grito de un pensamiento crítico.
El encuentro con la verdad
que estas ruinas nunca fueron cenizas
que los parias resisten
que cambiar la vida es totalmente posible.
Temuco, la ciudad retumba.
En el cementerio se escuchan gritos de un partido
en el cerro Ñielol se escucha el ruido de los autos
en las tabernas se comenta que Deportes Temuco va último
pero que no desciende
en la estatua del Lautaro al frente del Santa
se escuchan más gritos: ¡ni una muerta más!
Ni una muerte más.
Esta es la ciudad, esa mixtura de verde y cemento
de plantas y edificios, una warria champurria y originaria.
Si miro hacia un lado hay colores
si miro al otro caigo en la ceguedad.
De verdad no sé lo que es
pero quiero rescatar una mariposa de esta pocilga
prefiero encontrar una mirada entre la mariposa
y el basurero
que hagan soñar la ciudad con otros ojos.
Los edificios son la ciudad gris
de la que hablan tus canciones
no son el verde ¡magia del sur mis polainas!
Ciudad de brujos y milicos.
Pero yo reivindico el ser otro, aguado y terco
yendo en la caminata apurada
por el puente de Padre Las Casas
viendo el rostro de la gente que va en la micro.
Es la Feria Pinto a las 3 de la madrugada
con todo el mundo moviéndose a sus espaldas
los paperos, los descargadores
el pan, café y cigarrillo.
Las ñañas con sus verduras y dolores:
lleve mijita, la ensalada a mil, las hierbitas a 500.
Sus hijas del Andrés Bello sintiendo el orgullo del esfuerzo.
En mis sueños Temuco son mis brazos, mis ojos y todo eso
porque veo a las niñas y niños nuevos
que anhelan poner el freno de emergencia
porque nosotros también somos la ciudad
y tenemos derecho
a ser poetas, a ser pintoras, a ser cantantes, a ser bailarinas,
a ser la mirada errática y violenta
que salpica sobre las murallas
a ser cometas de luz y de destrucción de lo viejo
nacientes de lo nuevo
porque nada sana tan rápidamente, y esta tierra bruma
y los animales dan sus bramidos.
Y es la ciudad, es la naturaleza, su gente
la que también anhela que la vean con otros ojos
menos temerosos
con el suave olor de las palomitas mientras llueve
con la promesa de que ni los cables que nos cruzan
ni los cordeles que nos someten
nos alejarán de este apasionado ímpetu.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com “El florecer de las enredaderas”
Lectura sobre “Tierra del desarraigo” de Manuel Oliva
Tortuga Samurai, 2022, 68 páginas
Por Morgana Drakaina