“El problema no estaba
ni en la cocina ni en los tulipanes
sino en mi cabeza, mi cabeza.”
Anne Sexton “Torbellinos”
En medio del torbellino mental, hacia el esquizo del inconsciente, va Marcela Isabel construyendo puentes. Oriunda de Valdilluvia, la poeta publica su primer poemario de 66 páginas, editado por la Editorial Tortuga Samurái en Temuco el año 2021, ilustrado por la artista visual Karen Wyss Paillalef. “Vértigo Circular” es un libro donde se interseccionan una pluralidad de voces, propio de una polifonía introspectiva de la conciencia. Fantasmas y monstruos habitan su interior, construyen su subjetividad, la circunscriben al presente, la juzgan, la escriben. Su mente es una trinchera, entre el deseo de emancipación de los juicios y la conciencia de su propia fragilidad; origen de sus conflictos con el mundo. Tener una vida sin fundamentos, vacía, sin sentido, pero construir nuevos cimientos desde la nada es el potencial creativo de esta obra que pone en jaque lector en éstas mareantes palabras.
Múltiples conciencias se conjugan en la ópera prima de la socióloga de profesión, orquestando la neurosis en un mundo predominantemente neoliberal y siniestro. La angustia de esta realidad trae consigo horrores y fantasmas, propios de la máquina social y nuestras propias carencias abismales. Sin embargo, frente a esta tragedia monstruosa de sombras y espectros, Marcela Isabel propone aceptar las asperezas de la vida y la mente como parte de la formación del ser humano: “tampoco han escogido su destino,/sólo cumplen su rol de lastre,/ sirviendo a las experiencias.” (13) encontrando concilio en sí misma y su fuerza de voluntad. El vértigo es la personificación de los temores que merodean a la hablante, sintiendo que aquello que la rodea está en un constante movimiento y proceso cíclico o circular de repetición: “y que su existencia/ sólo acontece dentro/ de las redondeadas paredes de mi cabeza,/ en ocasiones vuelven a volver.” (12) Es el mito del eterno retorno materializado en la conciencia, repetido una y otra vez en eventos y sucesos recursivamente. Tal como lo plantea Friedrich Nietzsche en Así habló Zaratustra (1974), el ciclo infinito nos lleva aceptar la vida con sus virtudes y asperezas, estableciendo el amor por nuestro destino, pese al sufrimiento y el dolor.
Marcela Isabel
La personalidad se bifurca y divide durante el desarrollo de Vértigo Circular, cuya subjetividad vive despersonalizaciones, ansiedad y neurosis. El vacío y el desarraigo expulsan al ser de sí misma, la hacen deshabitar el propio cuerpo: “Creo que aún no se han dado cuenta/ que abandoné el lugar”(14). Esto se produce por la alienación de la realidad, es decir, que las condiciones del capitalismo son los causantes del deterioro en la salud mental de las personas, generando la fragmentación del yo y la pérdida de sentido. Según Zygmunt Bauman en Vida de consumo (2007), la promoción de una vida feliz por la sociedad de consumo e industrializada llevó a las personas a sentir una perpetua frustración por deseos que jamás podrán cumplir, como lo son la adquisición de bienes y experiencias. Pese a ello, en medio de la incertidumbre, de lo incierto y la locura, Marcela Isabel se antepone a esta frustración y responde con lucidez a través de la autonomía y autoconciencia desarrollada en sus palabras: “se deslizan líquidas las certezas/ de que soy lo único y lo más cierto que tengo”(15). De esta manera, se revela a la alienación con una fuerza intrínseca, sobreponiéndose ante la calamidad, renovándose a sí misma tal como lo plantea la autopoiesis: “a esperar que la nada/ renueve mis ganas de vida,/ luego, volver renacida y llena de alegría”(15). En medio del vértigo y la confusión, existe una luz de esperanza y bienestar.
La vorágine arremete contra los vértices de la mente, la neurosis como condición psicológica y filosófica hace que la hablante pierda el contacto consigo misma, produciendo una separación entre el yo real y el proyectado. Esto puede vislumbrarse en los poemas Errantes, Líneas y Mujer-árbol donde la presencia del espejo construye la identidad de la hablante a modo de doppelganger: “Ese en donde tu alter ego/ te felicitó por la fortaleza,/ Y tu YO más crítico/ te miró a través del espejo”(20), tensionando y produciendo un enfrentamiento entre los deseos individuales y las exigencias de la máquina social. Del mismo modo como los románticos alemanes exploraron el origen del mal del ser humano a través de esta técnica, Marcela Isabel escudriña sus malestares, los disecciona y estudia su propia fragilidad.
La insania desborda las páginas de este libro irracional, pero más que un problema de salud mental, se aborda como una forma de experimentar con la realidad, en sus aristas. Como plantea Guattari en Caosmosis (1992), la locura posee un potencial creativo y de transformación para subvertir las normas sociales. Así como se espera que las mujeres sean “señoritas” y “amas de casa”, la poeta desestabiliza lo deseable sobre sí, para proponer y defender su propia visión de la neuro divergencia. Vértigo Circular trastoca la enajenación mental para vertirla en arte, no sin denunciar la violencia hospitalaria y el encierro: “Crecí a la sombra de la locura,/ pero no esa metafórica y poética,/ sino la de fármacos y electroshock”(23) Sin embargo, es un delirio lúcido y consciente de sí mismo, pues confía “en la espontaneidad cuerda” (24) que le brindan los momentos de creatividad, aprende de la irracionalidad y la desazón.
¿Cuál es la realidad tangible entre medio de muertos y fantasmas? Los espectros merodean el presente, mientras el sueño de la razón produce monstruos. Una atmósfera de ensoñación envuelve al relato, sin poder distinguir entre verdad y ficción. Poco se sabe en qué dimensión habita la hablante, siendo este el origen de la confusión, turbulencias y enajenación. Así lo plantea el poema Nudos ciegos, el pensamiento está obnubilado, ofuscado y enredado como un torbellino que todo lo envuelve. El juego entre ficción y realidad puede observarse en: “en sueños suelo habitar paraísos floridos./ Pero, al despertar, / de nuevo no entendía nada./ Nuevamente me hallé perdida”(20) donde la realidad se torna más caótica que la ensoñación.
Esta es una escritura de mujeres para mujeres que viene a minar el terreno de la poesía masculina, que pretende construir una subjetividad femenina desde los temores y anhelos de la hablante, desde la emoción y la experiencia personal y testimonial. Así lo plantea Julia Kristeva en El genio femenino: La vida, la locura, las palabras (2003), la subjetividad se construye desde la hipertrofia del superyo, es decir, desde la rebelión del juez moral y el orden social. Pese al malestar del mundo y su contingencia, la belleza prevalece y la mujer se crea a sí misma, alcanzando su cúlmine en la renovación y vínculo con la naturaleza, pues “seguirán habiendo amaneceres” (37). Así como históricamente nos han llamado histéricas por vivir de nuestras emociones, Marcela Isabel crea un discurso donde concilia la contradicción: “ ya no me siento tan loca e impredecible/ por alternar al azar tanto llanto con risa” (40) ¿No es acaso de múltiples vertientes que nos sobreviene el sentir?
Vértigo circular es el relato íntimo de una conciencia que se devuelve a la orilla como la marea, posee un carácter cíclico con atisbos de felicidad: “como suave brisa de verano. / Suenan como música acústica, / ritmos alegres,/ saben a refugio”(60). Tal como la vida posee altos y bajos, la confusión es inherente al ser humano y en su nebulosa podemos ver luces de razón y lucidez. Finalmente, Marcela Isabel crea nuevas posibilidades a través de la vorágine y el lenguaje, en la confrontación del yo con la multiplicidad, desestabilizando el estereotipo femenino de la mujer, complejizándola con las múltiples conciencias: “Ganas infinitas de experimentar el habla/ y desaguar las palabras/ que se abarrotan en el canto/ de mi paladar.(44) Alcanzando en la expresión del lenguaje, la liberación y autonomía del ser.
Selección de poemas
1. Errantes
Como se supone que son todos los fantasmas,
a veces, los míos vuelven de visita
para contarme otra vez las mismas mentiras
que un día tanto les creí.
Entre tanto, descubrí
que tanta solemnidad hacia ellos
sólo servía para alimentarlos más y más.
Fue entonces que comencé a jugarles bromas.
Allí, desprovistos de su poder
y horrorizados por su pequeñez,
ofrecieron su amistad e inocente compañía.
Preguntaron si de vez en cuando podrían visitarme
y les dije que por supuesto que no.
Yo los quería fuera de mí.
Los quería extintos,
pero porfiados como son,
a sabiendas que nunca han necesitado invitación,
y que su existencia
sólo acontece dentro
de las redondeadas paredes de mi cabeza,
en ocasiones vuelven a volver.
Prendidos de malos entendidos,
aparecen por debajo,
haciéndose los que no están.
Llegan para contarme los mismos cuentos,
una vez más,
apostando a un día pillarme volando bajo
para volver a reírse como radio mal sintonizada
mientras intento desesperada conciliar el sueño.
Enseñándome que, cuanto más los niegue,
más impetuosamente
aparecerán los días de lluvia.
Como aquellas noches cuando
acostándose sobre mi pecho,
ahogaron mis dulces sueños.
O como en esos días
donde los muy malditos
se acomodaron en todo el largo
y ancho de las ventanas,
cuchicheando para emular
aguaceros con sus voces, engañándome
y haciéndome creer que nunca escamparía.
Ofrecí, por fin, hacer las paces.
Concretamos que las visitas serían
a través del espejo,
mirándome fijamente a los ojos.
Pactamos que sería yo quien decidiera
cuándo y por cuánto tiempo
permanecerían cada vez.
A veces, cuando todo tiembla en mis adentros
llegan sin dar aviso alguno.
Suelen comportarse civilizadamente
y todo sale bien,
también suelen engañarme
y deshilvanar, a traición,
todo el camino andado.
Allí me convenzo de odiarles
y odiarme por volver a creer.
Pero entonces recuerdo
y entiendo que tal como yo,
tampoco han escogido su destino,
sólo cumplen su rol de lastre,
sirviendo a las experiencias.
8. Mujer-árbol
Crecí envuelta en un inconfesable
miedo a la locura.
Creía que estaba en manos del azar
si ser o no víctima de mi mente.
Así pues, me inculqué
con obsesiva obediencia
la responsabilidad del autoexterminio
en caso de despertarme con el rótulo de insana
puesto sobre mi frente un día.
Crecí a la sombra de la locura,
pero no esa metafórica y poética,
si no la de fármacos y electroshock.
Un día,
estuve tan al borde de la locura declarada,
que no me quedó más remedio
que aceptar que no me atrevería nunca
a morir en mis propias manos.
No me dejé otra alternativa
que indagar mis límites.
En esa búsqueda,
he conseguido sentarme
a conversar con la locura
centenares de veces.
Su compañía es sinónimo de mostrarlo todo:
desnudar el alma frente al espejo.
Ha significado mirarme decididamente
y exigir parar con las amenazas de muerte.
Que a mis años, nunca
he estado más cerca de sus brazos
como cuando me encuentro sola
en una habitación con vigas.
Todas las amenazas provienen de mí,
¿qué maneras de convivir son esas?
Creo que hoy he ganado una batalla.
Desperté directamente a dibujar,
confiando en la espontaneidad cuerda,
como hace años no lo hacía.
Casi como saldando cuentas pendientes
¿Quieres colorear, primor?
¡Vamos!
Volví a nacer, volveré a morir.
Volveré a nacer.
Tomo nota de mis certezas,
pues siento que no serán eternas.
Ya no le temo a la mujer-árbol
a cuya sombra crecí,
pues en los diálogos entre la cordura y yo,
aprendo, atentamente las lecciones
para no hacer-me más daño.
18. Lenguaje universal
A fuerzas de ensayos y error,
he ido descubriendo
que el miedo se pinta de lenguaje universal.
Ínfimos o infinitos, todos los males
pueden medirse con la misma regla:
el miedo; aunque basta pronunciar
tan decidora palabra
para que en pupilas ajenas se asomen
incontables amenazas,
y sus compuertas presurosas se comidan a cerrar.
Descubrí que si trasvasijo mis miedos
en los de otro, puedo sentir en mis carnes
el frenesí del pánico que le embarga.
Descubrí también que todos mis obstáculos
guardan en su ADN alguna partícula de miedo.
Partículas de miedos y lamentos.
Me privé de tanto por imaginarme siempre lo peor,
y me obligué otro tanto
a cosas que en verdad no quería,
sólo para agregarle experiencias a mi biografía;
para demostrarme a mí misma
que lo peor también es resistible.
y, que pese al dolor y las ganas de morir,
a veces basta con no hacer nada
para continuar con vida.
Cuánta tristeza, eso sí, cuando encuentro
insondables cicatrices en mi cuerpo,
que dan cuenta que elegí,
por ansia u obstinación,
el camino más largo y doloroso.
Entre medio, hasta infinito.
Pero incluso aquellas veces conseguí volver a casa.
Y otra vez me abrazó la calma,
el calor abrigó mi niñez otra vez, y
de nuevo me acogió la ternura.
Entonces me sacudo la tierra,
me disculpo la osadía de errar,
y hago caja de cuantiosos nuevos saberes.
Y es que siempre aparecen nuevas cosas que probar.
Nuevas páginas para escribir,
y me convenzo que, mientras siga quedando piel
para rajar y volver a zurcir,
seguirán habiendo amaneceres.
Bibliografía:
Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. México, Fondo de Cultura Económica, 2007.
Guattari, Felix. Caosmosis. Argentina, Manantial, 1992.
Isabel, Marcela. Vértigo Circular. Temuco, Editorial Tortuga Samurái, 2021.
Kristeva, Julia, and Hannah Arendt. El genio femenino: la vida, la locura, las palabras. Paidós, 2003.
Nietzsche, Friedrich Wilhelm. Así hablaba Zaratustra. Editorial B. Bauza, 1974.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Apuntes sobre «Vértigo Circular» de Marcela Isabel.
Editorial Tortuga Samurai, 2021, 66 páginas.
Por Morgana Drakaina