“¿Qué será de los niños que fuimos?
Alguien se precipitó a encender la luz,
más rápido que el pensamiento de las personas mayores.”
Enrique Lihn
Todas las fisuras del cristal son las heridas de la infancia fragmentada de César Inalaf, quién construye su propio génesis desde la transculturación de la cultura judeocristiana hacia la cosmovisión mapuche a través de su ópera prima “La cruel infancia de mi espejo” (2024). Así lo plantea el poema Luces y sombras donde el hablante realiza un autodescubrimiento a través de la interacción con la alteridad: “En mi niñez me quiebro/ como la frágil señora de lo eterno,/ Soy la infancia y la memoria”(9). Todo un universo se forma desde los filamentos del espejo roto donde se refleja el niño que fuimos, volviendo al origen, la edad prístina que nos fragmenta en miles de yo para construir nuestra identidad en el presente. ¿Quién soy ante la cultura que nos han impuesto? He aquí en estos versos donde se revela el verdadero ser de Inalaf a través de un ejercicio de memoria o confesión testimonial.
Por un lado, considerando las características de la literatura de memoria e infancia, la visión del niño interior y en retrospectiva en esta obra está trastocado, si consideramos la fragilidad e ingenuidad infantil, pues el tono enérgico e irónico es propio de un niño que ha dejado de ser niño y que juega con su masculinidad. A diferencia de la literatura lárica, que plantea la infancia desde una perspectiva nostálgica empañada de recuerdos difusos, Inalaf empodera el género literario para transformarlo en un instrumento de orgullo y lucha, superando las vulneraciones de la infancia para construir su biografía mapuche y disidente. De esta manera, podemos vislumbrar una autoficción a través de una historia de vida que ha sido silenciada, como lo es la pertenencia al pueblo mapuche: “Soy mapuche,/ pero ni me ancestro me conoce/ Soy Inalaf/ Errante como la mar”(13-14). Es desde esta perspectiva como surge el nacimiento de una nueva identidad que regenera y reconcilia los fragmentos del yo.
Por otro lado, Mamayolo o Inalaf, el persigue el mar, ya cuenta con una carrera artística consagrada en la Araucanía, siendo su poemario más que un relato de la niñez, un metarrelato de su propia vida, un manifiesto autobiográfico, donde expone su relación con el arte y los principios que rigen su actual paradigma. Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia infancia y convicciones, cómo se manifiesta nuestra naturaleza e identidad. Su escritura es una trampa y una ilusión de nuestro pasado, pues como plantea Walter Benjamin en Mi infancia en Berlín alrededor de 1900 (1950) toda infancia es una tumba y un pozo, imposible de iluminar en su totalidad. Aquel niño fragmentado es imposible de rescatar, pero aquella lejanía nos llama y convoca a sanar heridas del pasado. Los temores pueriles salen a luz y son carne y hueso con la adquisición del lenguaje: “Jamás olvidaré los fantasmas infantiles/ A veces me miran, a veces me odian/ Tengo cinco años/ y todas las palabras me conversan”(26). Difusa y solitaria es la realidad infantil, llena de sombras que la embargan, pero Inalaf encuentra consuelo en el discurso, en la adquisición de conciencia.
Disidencias, identidad y políticas del cuerpo son algunos de los ejes que atraviesan “La cruel infancia de mi espejo” (2024), el cual realiza una intertextualidad con la cultura popular y los manifiestos artísticos, tanto en su lenguaje cotidiano como en su imágenes y referentes. Lo anterior se debe a su constante declaración de principios implícita, caracterizado por la polémica, provocación en el arte y la experimentación con el lenguaje, tanto del signo lingüístico como lo no verbal. Un ejemplo de esto es la creación de una propia simbología numérica para designar a los poemas, un tercer lenguaje incorporado al poemario, uno íntimo y personal de los Inalaf. Por su parte, si consideramos las características de los manifiestos, es posible comparar este libro con el Manifiesto: Hablo por mi diferencia (1986)de Pedro Lemebel, donde se plantea: “Es marica pero escribe bien/Es marica pero es buen amigo/ Súper-buena-onda/ Yo no soy buena onda/ Yo acepto al mundo”, donde la subjetividad disidente cobra vitalidad dentro de un contexto tan represivo y complejo como lo fue la dictadura chilena. De igual manera, el hablante poético de Inalaf se enorgullece de su diferencia utilizando la ironía y el sarcasmo a través de los siguientes versos: “Homosexual de ficción/ Asexuado de ficción/ Heterosexual de ficción/ VI /Soy poeta,/ Afeminado poco varonil/ Pero con el medio verso”(15), borrándo los límites de la heteronorma al utilizar la sexualidad de manera irreverente y proponiendo que no existe un género u orientación para escribir.
Procesiones y la divina providencia dan cuenta del sincretismo religioso presente en el libro, la religiosidad popular cala cada verso, enriqueciendo las imágenes poéticas, dando espiritualidad a los dolores de la infancia. Inalaf tensiona los símbolos religiosos para construir nuevos significados, cuestionando la presencia de Dios y su supremacía, pues “Dios juega en un cordel” (17), no es el todopoderoso y omnipresente ser que ayuda a los seres humanos, sino otro niño más del metarrelato. La presencia divina implica un límite para el desarrollo de la espiritualidad del hablante, no es la figura judeocristiana un símbolo de salvación, sino de penumbra y oscuridad: “Dios como muerte/ La muerte como semántica”(35), creando una antítesis de la divinidad al contrastar las características de la luz y la vida que caracterizan al ente, con la muerte y la ausencia. Por lo tanto, la divinidad ya no juega el rol protector del padre celestial y, frente a esta indefensión y desamparo, la muerte y la locura son el Dios del niño fragmentado, creando una atmósfera de pesadumbre y dolor.
En conclusión, “La cruel infancia de mi espejo” (2024) puede comprenderse como una obra sobre la memoria, infancia fragmentada y manifiesto autobiográfico que problematiza la naturaleza de nuestro ser y los principios que rigen nuestra vida. Desde la tierra de las cenizas, Pitrufquén, este libro fue editado por la Editorial Indómita de Santiago, consta de 42 páginas, dividido en 10 o kiñe poemas, subdivididos en cantos. Cabe destacar que la infancia fragmentada es una respuesta a la soledad del hablante, el cual no hace referencia a sus padres, ni ningún tipo de compañía o protección parental, dejando al ser humano en la indefensión y desahucio. El verdadero hogar parece venir de una fuerza interior y la familia son todos los yo reflejados en el espejo. Cada fisura es una identidad materializada que permite sobrellevar los avatares de la vida, desde la diferencia y divergencia. Finalmente, este poemario es para aquellos niños que han dejado de ser niños o creen haber perdido su inocencia, porque siempre se puede retornar a aquel recuerdo original, a la libertad creativa de la infancia (Guerrero 14). Es en este retorno, ejercicio de memoria, que podemos permanecer en aquello que dejamos de ser. Como plantea José Emilio Pacheco: “En realidad no hay adultos, solo niños envejecidos”, por ello, la infancia es una línea contínua que nunca termina y que debemos subsanar.
Selección de poemas
KIÑE : Luces y sombras
I
Me elegí una y mil veces
Con el candor de la noche
abrace las luces que me perdían
Sufro como el espejo
que no tiene consuelo en su reflejo
¡La cruel infancia del poema!
Soy como los peces que pierden
su ancestralidad en el agua
En mi niñez me quiebro
como la frágil señora de lo eterno,
Soy la infancia y la memoria
(...)
EPU: ¿Cuántos pueden habitar dentro de nosotros?
II
Soy un aparecido
No tengo letras
Ni historia de padre
Soy mapuche,
pero ni me ancestro me conoce
Soy Inalaf
Errante como la mar
Embrujado para no nacer
Wanglen que no fecunda
V
Sufro ansiedad
Critico la farmacéutica
Pero el escitalopram es tan rico
Me hace ver el presente
Apaga la tele del hetero capitalismo
Homosexual de ficción
Asexuado de ficción
Heterosexual de ficción
VI
Soy poeta,
Afeminado
poco varonil
Pero con el medio verso
Invento abecedarios
Sin dios
Me acuesto con la tragedia
No me acuerdo de nadie
Solo digo que soy poeta
Soy poeta
De origen mapuche
Pero de letra hispana
¡Aplauso!
Soy poeta
Grito como bestia
juego con la imaginación
Presa de mil sustancias
Drogadicto del ser
Machi wey
Chamán
Soy poeta
Defensor del realismo mágico y
Basura humana
Ponte a trabajar flojo de mierda
me dice mi ñuke
A veces escribo, a veces me escriben
Cambio de verso y personalidad
La muerte fue joven y yo anciana
La muerte fue joven y yo anciana
Soy poeta
KECHU: Maldita conciencia borracha
III
Yo no he cambiado de color
Es el sol que me alumbra diferente
Recuerdo a los niños más sangrientos
que eran malos con mi niño
Jamás olvidaré los fantasmas infantiles
A veces me miran, a veces me odian
Tengo cinco años
y todas las palabras me conversan
Me dicen que la estrella y la cruz
nacieron juntas
Que puedo caminar junto a ellas
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Bibliografía
Benjamin, Walter. Mi infancia en Berlín hacia 1900. Madrid, Alfaguara, 1982 [1950]
Durán, Manuel. "Manifiesto (Hablo por mi diferencia) Pedro Lemebel." Nomadias. Feminista 15 (2012): 215.
Guerrero, Claudio. Qué será de los niños que fuimos. Imaginarios de infancia en la poesía chilena. Valparaíso, Ediciones Incubistas, 2017.
Inalaf, César. La cruel infancia de mi espejo. Santiago, Indómita, 2024.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Las fisuras del cristal
Apuntes sobre "La cruel infancia de mi espejo" de César Inalaf
Por Morgana Drakaina