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"Las islas que van quedando" de Mauricio Electorat:
De la novela negra a la rosa oscura
Por Marilú Ortiz de Rozas
El Mercurio, 11 de septiembre de 2009
Julián Sorel, el único personaje heroico de "Las islas que van quedando", es un escritor serio: uno laureado y aplaudido por la crítica, pero que no vende. Para ganarse la vida, redacta (con seudónimo) novelitas rosas, a veces a cuatro manos, con su amigo chileno, Boris. Julián es argentino, buenmozo y triunfador. Boris, lo opuesto. Viven en Barcelona y aman a una mulata deslumbrante. Pero Julián muere en las primeras páginas de la novela, lo que gatilla una vertiginosa carrera en reversa, para saber qué ha pasado y qué pasará, porque nada en este libro es predecible.
Los otros personajes son seres errantes y erráticos, sin apego a terruño alguno, que van siendo empujados a un destino más azaroso que cruel, donde vuelven a encontrarse una y otra vez. Muchos buscan la redención por medio del arte; otros sólo pasar el día o inventar un negocio que funcione. Su afán último es reinventar la vieja metáfora de la isla, ese lugar puro donde volver a soñar un Paraíso en el que no creen...
"Todos queríamos ser poetas a los veinte años, allá en Barcelona, pero cuántos de nosotros luchamos por nuestras metas y cuántos quedaron en el camino, atrapados en la inercia cotidiana, como Boris", reflexiona Mauricio Electorat, que está en su tercera novela, más dos libros de poemas y uno de cuentos, tras casi tres décadas de esos sueños. De los muchos premios recibidos, el Biblioteca Breve 2004 otorgado a "La burla del tiempo", ha sido el de más repercusión, y se tomó cinco años antes de volver a lanzar otra obra.
"Las islas que van quedando" (Alfaguara) está escrita con todos los matices e improperios del castellano hablado en Cuba, Chile, Argentina, Perú o España, más los extranjerismos de la aldea globalizada donde se mueven estos personajes, localizados en el siglo XX, pero satirizados desde el XXI. Abundan escenas emotivas, ridículas y también eróticas, así como diálogos memorables, presentados con dos puntos en vez de guión a la línea, lo que imprime un gran dinamismo a la lectura de la obra, de por sí ya muy ágil.
Dentro de esta comedia de absurdos, el único hilo conductor que tienen todos ellos, ya no son las utopías, ni siquiera la sobrevivencia, sino lo que Julián y Boris describen tras bambalinas, el amor. Más bien, la ilusión del amor. "Las islas que van quedando" es, a la vez, una parodia de los folletines románticos y una crítica a éstos. Mauricio Electorat, que se inició en la novela policial, hoy pasó del género negro a uno rosado, pero bien oscuro. El humor, dentro de este maridaje literario de suspenso y corazón, sigue siendo su arma maestra. "El humor es la gran isla que nos va quedando", suspira el escritor.
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La novela será presentada en Feria del Libro de Vitacura, por Cristián Warnken, el sábado
3 de octubre, 16.00.