1. Describe brevemente lo que es y ha sido tu trabajo como poeta.
—Mi trabajo escritural actual está enfocado en una anti-épica, en un redescubrimiento del territorio austral a través de una constante problematización personal y colectiva de lo que significa habitar un espacio donde la desmesura tensa a diario los límites entre lo real y lo ficticio. Ese ejercicio lo entiendo como una búsqueda intelectual más que emocional, que exige problematizar la vieja idea postal de lo que es vivir en el fin del mundo, y que por años fue –y en parte sigue siendo- el germen de casi toda la producción literaria magallánica.
2. Cuenta cómo te iniciaste en la escritura. ¿Cuándo y cómo empezó a gustarte? —Siendo niño mis inquietudes creativas iban por el lado de la pintura y el cómic, y no recuerdo muy bien qué circunstancias me hicieron decantar por la escritura. Supongo que la temprana lectura de Jack London, Julio Verne y Daniel Defoe fue incubando una inquietud literaria que adquiriría mayor notoriedad años más tarde, cuando siendo un quinceañero descubrí a Neruda y Huidobro, primeros poetas que en su momento asimilé como voces próximas y dialogantes. En ese periplo la biblioteca pública de Puerto Natales cumplió un rol clave, pues en una época previa a la masificación de internet me permitió acceder a un catalogo muy ecléctico de poesía chilena y universal, propiciando además un momento determinante de mi formación literaria, como fue el hallazgo de Muertes y maravillas de Jorge Teillier, autor que se convertiría en ineludible referencia para todo lo que escribí en aquellos años.
3. ¿De qué manera ha afectado la pandemia tu vida normal y tu trabajo creativo? —El impacto ha sido grande. Soy profesor de aula de Lenguaje y Comunicación, y desde ese rol he tenido que hacer frente a desafíos metodológicos, técnicos y emocionales muchas veces difíciles de manejar. Además, Natales es una ciudad que está siendo golpeada fuerte y tardíamente por la pandemia, con una cuarentena extensa y muchas incertidumbres en cuanto a la continuidad de la actividad turística, que es una de las principales actividades productivas a nivel comunal. Si a eso sumamos la normalización de un estado policial y restrictivo, el panorama no es para nada alentador. En lo estrictamente personal, vivir a las afueras de la ciudad me ha permitido sobrellevar la cuarentena con mayores libertades y en contacto con la naturaleza, lo que por supuesto es un pequeño gran privilegio, pero el costo ha sido un escaso contacto social a nivel presencial que ya se extiende por casi diez meses. En toda esa vorágine la voluntad creativa a veces escasea, pero también se hace más imperativo hallar nuevas razones para perseverar.
4. Describe cómo son tus días en este tiempo de coronavirus. ¿Escribes, no escribes? ¿Lees, qué lees, a qué hora? —Dedico buena parte de mi tiempo y energía a planificar y dictar clases online, lo que resulta bastante agotador. Sin embargo, estoy avanzando a paso lento en una versión corregida de mi libro Trapalanda, del 2013, y paralelamente doy forma a un nuevo texto llamado Escoriales de la Última Esperanza, con el que me adjudiqué una beca de creación del Fondo del Libro y la Lectura. Por tratarse de un compromiso con fondos involucrados, me he visto obligado -y en buena hora- a organizar mis tiempos y avanzar en su escritura, en un ejercicio que me permite canalizar casi en tiempo real ciertas ideas a propósito del contexto pandémico, social y político de hoy.
5. ¿Crees que cambiará algo el ambiente y el desarrollo de la actividad literaria en el sur de Chile cuando volvamos a la normalidad? ¿De qué manera? —De seguro ciertas modalidades de interacción remota llegaron para quedarse, pero no me atrevo a anticipar si aquello será beneficioso y abrirá nuevas vías de comunicación y difusión para el quehacer literario de provincias, o por el contrario, acabará siendo una extensión de las mismas viejas prácticas centralistas y enfocadas en la circulación de discursos hegemónicos. Quiero creer que algo bueno resultará de todo esto, pero al mismo tiempo me inquieta que la “nueva normalidad” sea una distopía que nos haga más distantes y egoístas, o que la vida virtual reemplace con nuestro beneplácito a la experiencia presencial.
6. ¿Qué lecturas/autores has retomado? ¿Qué aconsejarías leer en estos días? —Estos meses he estado leyendo de forma muy dispersa. Palmeras invisibles de Francisco Ide, Ennuigi de Josh Millard y La performance de volverse humano de Daniel Borzutzky son algunos títulos que vienen a mi memoria. También estoy releyendo Guaitecas de Jorge Velásquez, Cabo de Hornos de Coloane y La nueva novela de Juan Luis Martínez.
Finalmente, recomendaría tres libros para entrar en diálogo con el mundo austral: El museo de la bruma de Galo Ghigliotto, Isla Riesco de Mariana Camelio Vezzani y WWM, lo más reciente de Christian Formoso.
Un poema de Escoriales de Última Esperanza(inédito).
solitario tan macho el provincial esquizoide, helo allí su antitragedia: qué escribir sin escribir poemas en la torpeza que otros mejores que él suponen cuando se ausentan como en una otoñal autoficción de amor. en sus lindes algo inanimado pero hermoso se asemeja a un calvario que reitera patrones que le resultan difusamente familiares: desfiladeros de coníferas en llamas, atmósferas en sepia y torsos humanos que se avinagran lentamente al sol. nada imaginario hay en esa visual ligeramente humana, nada imaginario en el niño que ahora mismo raja sus testículos enredado en las púas de un cerco tras robar frambuesas de una huerta merodeada por espectrales secuencias. gota a gota enrojece su entrepierna, unos perros ladran y los amigos del barrio vuelven corriendo a sus casas. helo allí su antitragedia: qué escribir sin escribir el rosa frutal desparramando como papel crepé el tráiler de un relato ya sin cauce ni natural turbación.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista al poeta Miguel Eduardo Bórquez
Por Carlos Trujillo
Publicado en El Insular de Chiloe, 7 de diciembre 2020